Soplaba aire fresco en la Iglesia madrileña. La recién estrenada diócesis de Madrid-Alcalá, desmembrada de la archidiócesis toledana en agosto de 1885, estaba inmersa en una renovación orquestada por monseñor Narciso Martínez Izquierdo. La primera medida del obispo, una llamada al orden al clero. La segunda, la inauguración del primer seminario. No tuvo tiempo para mucho más.
El Domingo de Ramos de 1866, el cura Cayetano Galeote descerrajaba tres tiros por la espalda contra el prelado, que subía la escalera de la catedral de San Isidro en la calle Toledo dispuesto a celebrar el oficio religioso. "Ya estoy vengado", gritaba el párroco al ver desplomado a su superior. Tras el revuelo inicial, los feligreses se lanzaron a por el sacerdote, que logró escapar por poco del linchamiento.
En el juicio se desvelarían los motivos que llevaron a Galeote a atentar contra el obispo. Errante de parroquia en parroquia por las amonestaciones recibidas, veía amenazada su misa diaria. Como culpable apuntaba al rector Nicolás Vizcaíno, a quien no estaba dispuesto a tolerar "tan extraña e injustificada conducta". Tras un encuentro con Martínez Izquierdo para explicarle que pretendían echarle de la capilla, monseñor no intervino. Firmaba así su sentencia.
Libró la cárcel
El párroco buscaba "vengar su honra" y, en un principio, pensó atentar contra Vizcaíno. Cambió de planes ese 18 de abril de 1866 y se llevó por delante al inocente obispo. Más tarde se sabría que Galeote no estaba en plenas facultades mentales. Desde pequeño había dado muestra de un carácter irascible y su conducta distaba de ser la de un siervo de la Iglesia, al comportarse de forma rebelde y vivir amancebado.
Su demencia se demostró en el proceso judicial, lo qu determinó que se convirtiera en la primera persona en librar la cárcel por sus problemas psiquiátricos, que ponían en duda la responsabilidad de sus actos. Así, fue encerrado en el manicomio de Leganés, donde falleció en 1922.