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BESAPIÉS DEL CRISTO DE MEDINACELLI

Manuela Sevilla, número uno de la fila, y Amparo Gallego, la segunda.
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Manuela Sevilla, número uno de la fila, y Amparo Gallego, la segunda. (Foto: Kike Rincón)

La primera de la fila

Por Julia S. Álvarez
martes 28 de febrero de 2017, 07:51h

Cada año, miles de personas guardan sitio para poder entrar en la Basílica de Jesús de Medinaceli el día del besapiés, que comenzará a las 00:00 del viernes y concluirá con la entrada del último devoto al templo. Conseguir el primer sitio en la cola no es fácil, pero el barrio de Cortes acoge entre sus calles a un grupo de amigas que cada año aventajan al resto de fieles, y una de ellas, Manuela, casi siempre es la primera.

Hace 43 años Manuela Sevilla decidió que iba a hacer cola para besar los pies al Cristo de Medinaceli. Se acercó con determinación hasta el barrio de las Letras, a la Plaza de Jesús, y en vez de encontrar un `ejército´ de devotos se topó con una calle vacía. Cuando Manuela –Manoli para las amigas- preguntó en el templo si era la primera en llegar, un parroquiano le enseñó la esquina de la calle Jesús con Lope de Vega; allí empezaba la primera de muchas promesas que cada año llenan la basílica como acción de gracias a su Cristo.

Ese año Manuela tuvo que irse hasta la calle Atocha, al final de la fila. Pero 11 meses después se aferró a una silla plegable y un bocadillo y se sentó a esperar. Desde entonces, no ha perdido el sitio: “Sólo tres o cuatro años no he llegado a tiempo por circunstancias. El año pasado fue uno de ellos y la gente, que me conocía, me decía: ¡Manoli, ponte tú, que este sitio es tuyo! Pero yo no lo aceptaba; si no se llega, no se llega”.

Las costumbres de Manuela cambian radicalmente durante las jornadas del mes de febrero. Se levanta muy temprano. Tanto, que cuando lo hace aún es noche cerrada. Le prepara la comida a su marido y a las 7 ó 7 y media de la mañana ya está en su silla para aguardar 12 ó 13 horas hasta que alguno de sus amigos del barrio venga a hacerle el relevo. Solo se queda a pasar la noche el 1 y 2 de febrero: “Es mentira eso de que duermo en la calle como se ha dicho en los medios, duermo en el coche. En la calle no, que hace mucho frío”.

Los días se le hacen largos a Manuela, que no sólo comparte nombre con la Alcaldesa de Madrid, sino también reconocimiento. Sevilla, que no Carmena, es una institución en el barrio. La trata todo el mundo desde que cada primer viernes de marzo es ella quien abre las puertas de la basílica. Gracias a eso, durante 12 horas al día, tiene la compañía de las amigas "de la fila", Amparo y Conchi.

Amparo Gallego es la segunda persona que este año besará los pies al Cristo de Medinaceli. Según cuenta: “Entre el parking, la comida, la cena y demás, el día puede salir a 40 euros. Luego dicen por ahí que nos pagan para guardar el sitio a la gente, cuando las que pagamos somos nosotras, que gastamos dinero estando aquí”.

El caso de Amparo no es único. Durante el mes de febrero los establecimientos de hostelería de las inmediaciones aumentan las ventas, sobre todo en bebidas. La misma Manuela, por ejemplo, tiene una cuenta abierta en uno de los bares que hay al cruzar la calle. Normalmente, el día 3 de marzo paga más de 100 euros en cafés y refrescos. Amparo come bocadillos muchos días, pero Manuela prefiere un almuerzo en la cafetería del Ministerio de Sanidad que está a pocas calles de allí y en la que por poco más de 6 euros puede comer un menú del día :”Y además cocinan de maravilla”, dice.

Conchi es la más tímida de las tres, ella también lleva casi un mes en la calle Jesús junto a sus dos amigas mientras cuenta los días hasta que llegue el 3 de marzo, la fecha más grande del año para ellas.

El viernes pasado ya había más de 1.800 personas con “turno” de espera bien marcado en las paredes que recorren la vía. El próximo jueves se estima que la cifra llegará a las 50.000 que cada año forman la cola infinita hasta la calle Atocha. Y cada día hay más carteles reservando `puestos´, una práctica que normalmente no funciona en otros eventos pero que aquí se respeta escrupulosamente. De hecho, hasta el último día no empiezan los problemas y los malentendidos. Malentendidos que no pasan en la comunidad espontánea que forman Manuela, Amparo, Conchi y compañía.

Si compensa o no pasar un mes a la intemperie es una decisión que sólo concierne a los fieles, que hacen promesas a lo largo del año y cumplen sus penitencias a primeros de marzo. Manuela este año se ha animado a acometer la que tenía pendiente, y este jueves, cuando llegue a su sitio, lo hará descalza y estará así durante toda la jornada. “Bueno, me han dejado unos patucos de papel de los que se usan en los hospitales para no pisar toda la porquería del suelo, pero solo los voy a llevar mientras esté en la calle”, asegura. Cuando abran las puertas Manuela se quitará los "patucos" y entrará descalza a oír misa y a besar los pies de su “Señor de Madrid” hasta el año que viene, si Dios quiere.

Manuela Sevilla, número 1 de la fila, y Amparo Gallego,
 la segunda en la fila, y Conchi, la número 8.
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Manuela Sevilla, número 1 de la fila, y Amparo Gallego, la segunda en la fila, y Conchi, la número 8. (Foto: Kike Rincón)
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