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Morante se lució lanceando a la verónica a su segundo toro. (Foto: Plaza1) |
Con que poco, ¿o quizás mucho en estos tiempos posmodernos?, nos conformamos los aficionados, ojo, no confundir con espectadores. Con que Morante, ¡por fin!, destape el frasco de las esencias aunque sea en pequeñas dosis. Fue en el cuarto toro -por llamarlo de alguna manera sin insultar al pobre, que no tiene culpa de nada, como sus hermanos- y nos sacó del sopor de lo escasamente destacable acontecido hasta ese momento: una faenita de oficio de El Juli y un pegapasismo espeso y ventajista de Tomás Rufo. Porque el que debiera ser protagonista de la Fiesta, el toro, fue una sombra en el caso de Alcurrucén que, salvo el 3º, trajo bichos sin casta ni fuerza ni 'na' de 'na'. Podridos.