Decenas de hectáreas cubiertas por un manto de retamas y encinas en la margen derecha del río Manzanares constituían los terrenos del Palacete de la familia Vargas, propiedad que Felipe II compró en 1562. Su propósito, dotar al Alcázar de un bosque y acondicionar sus jardines en un estilo renacentista italiano para el disfrute de la Corte que había trasladado a Madrid desde Toledo.
Sus sucesores, tanto de la casa de Austria como los Borbones, anexionarion varios centares más de hectáreas. Los planos de Teixeira de mediados del siglo XVII reflejaban hasta cinco lagos artificiales entre el paisaje de de dehesa, que se convirtió en el coto de caza de mayor extensión de Europa bajo el mandato del monarca Fernando VI.
La producción ganadera y agrícola llegó al recinto en el reinado de Carlos III, quien experimentó con novedosos cultivos en la finca, de exclusivo uso privado. Tal circunstancia debería esperar para revertirse hasta el advenimiento de la II República, cuando el ministro de Hacienda Indalecio Prieto entregó la Casa de Campo al pueblo de Madrid el 1 de mayo de 1931.
Esa jornada hasta 300.000 madrileños acudieron en tromba a conocer el parque, que pronto sería escenario de la Guerra Civil, pues el cerro de Garabitas, ubicado en su interior, se erigió como localización de las posiciones de artillería que bombardeaban la ciudad.
Con los búnkers aún visibles, la propiedad era cedida a Patrimonio Nacional el 23 de diciembre de 1948 y el Ayuntamiento de Madrid se benefició del usufructo hasta registrar la finca a su nombre en 1970. Un año más tarde, la Casa de Campo amplió en 400 hectáreas su extensión, que en la actualidad alcanza las 1.698 en una parcela declarada Bien de Interés Cultural en la categoría de Sitio Histórico en 2010.