Para llegar a la jornada laboral de ocho horas tal y como la conocemos, los luchadores del siglo XX se manifestaron hasta la saciedad para conseguir la tan ansiada reducción de las horas diarias de trabajo –la huelga conocida como ‘La Canadiense’ duró casi 50 días en Cataluña y, ante la presión, el Gobierno aceptó a instaurar la jornada de ocho horas–.
El 4 de abril de 1919 se promulgó el decreto por el que se establecieron las ocho horas laborables, siendo pioneros en el mundo, y dejando atrás la jornada de 12 horas. Pero desde la promulgación tuvo que pasar medio año para que los trabajadores lo viesen aplicado a su día a día.
El 9 de octubre, hace 99 años, se produjo la primera jornada laboral de ocho horas. Con ella llegaría la mejora de la calidad de vida de todos los trabajadores, con una mayor facilidad para conciliar la vida laboral y personal, más tiempo de ocio y con una gran repercusión en la salud.
Más tarde, en los años 30, la Organización Internacional del Trabajo volvió a la carga para pedir la reducción de 48 a 40 horas por semana, pero con la sombra de la Guerra Civil acechando, la medida se retrasó.