El 13 de agosto de 1829 se producía en la Iglesia de San Sebastián, en la calle Atocha de Madrid, el enlace de dos jóvenes que, ilusionados en aquel día, no sabían que su matrimonio iba a ser desdichado.
Un joven Mariano José de Larra se casaba hace hoy 190 años con Josefa Wetoret, más conocida como Pepita. Ambos tenían 20 años y emprendían en este día una aventura juntos que no llegaría a durar mucho.
El duque de Frías, don Manuel Bretón de los Herreros, y don Inocencio Chico fueron los testigos de una boda que los padres de Pepita –personas de clase media-alta de la sociedad madrileña– desaprobaban, ya que intuían que no iba a tener mucho futuro.
Las infidelidades minaron la unión
Dos años después de casarse con Pepita y de haber formado una familia con ella –tuvieron tres hijos–, Dolores apareció en la vida de Larra. Casada con Manuel María Cambronero, Dolores era una sevillana morena, de gran belleza e interesada en la literatura, algo que a Josefa no le interesaba mucho.
Los encuentros furtivos de los amantes pronto comenzaron a ser la comidilla de todo Madrid, sobre todo porque el escritor se dedicaba a pregonar sus encuentros con Dolores a todos sus amigos.
Corazón roto
Fue Josefina la que puso fin a la farsa que era su matrimonio. Encontró una carta que Dolores había escrito a Mariano José y, despechada, decidió remitírsela a Cambronero, el marido de Dolores.
Fue en 1834 cuando ambos matrimonios cesaron. Larra pensó que ello había sido la solución a sus problemas, hasta que se encontró con el rechazo de su amante.
Dolores, tras ser desterrada por su marido, decidió alejarse de Larra. Este la persiguió por toda la Península hasta que ella, cansada de reencuentros, peleas y reconciliaciones decide poner fin a la relación tóxica que tenía con el periodista.
En 1837 decide volver con Cambronero, que trabajaba en Filipinas en un puesto bien remunerado. Antes de partir, Dolores pide a Larra que se vean para pedirle las cartas comprometidas que le escribió en antaño.
Larra malinterpretó la quedada, ya que creyó que su amante iba a pedirle que volviesen juntos. Engalanó la casa, compró flores y se sorprendió cuando Dolores llegó con una amiga para, solo, recoger las cartas de amor e informarle que se iba a Filipinas con su marido.
De nada le sirvió suplicarle y, cuando ella abandonó el piso, Mariano José de Larra se suicidó de un disparo, desolado por haber perdido al amor de su vida. El destino de Dolores no fue mejor, puesto que el barco en el que viajaba a Manila naufragó sin dejar supervivientes.
Por otro lado, Pepita Wetoret consiguió después del suicidio de su exmarido sacar adelante a sus hijos gracias a las ayudas que amigos de Larra le aportaban, pero tuvo que vivir con el peso de no haber sido nunca la amada de Mariano José de Larra.