Estos menores, casi todos rumanos de etnia gitana, no saben qué hacer los días de 'no cole'. A veces, buscan maderas en un contenedor de obras ubicado en la entrada del asentamiento, cazan conejos, juegan al fútbol o al escondite. Los recursos en este poblado chabolista son inexistentes.
La lentitud de las administraciones públicas de Madrid a la hora de intervenir con la población infantil del poblado ha llevado a un grupo de voluntarios a buscar soluciones por su cuenta para crear una escuela infantil los fines de semana.
Reclaman al Ayuntamiento y la Comunidad que busquen soluciones para profesionalizar esta escuela. "Ahora solo estamos voluntarios. Esto necesita un profesional experto en la materia y, además, que pueda organizar a los voluntarios", cuenta Paco Pascual, voluntario del Gallinero.
Este proyecto nació en 2004, cuando comenzó a poblarse el Gallinero. La idea de estos voluntarios es que esta 'ludoteca' pueda ampliarse a la épocas de vacaciones con la ayuda de las instituciones. "Hemos intentado que la Comunidad, el Ayuntamiento, la parroquia, Cáritas o alguna asociación más potente se hiciese cargo de este escuela infantil, pero nada. Han venido obispos, políticos, asociaciones y todos dicen: "pobres niños, pobres niños", pero aquí nadie hace nada", exclama Pascual. "Esto hay que tratarlo como una emergencia social. En los campamentos de refugiados lo primero que hacen allí es una escuela y aquí aún no lo han planteado", añade. Paco Pascual se reunirá el mes que viene con la delegada de Equidad, Derechos Sociales y Empleo de Madrid, Marta Higueras, para tratar este tema.
Estos niños necesitan una "base ética", aseguran los voluntarios. Son niños que viven al día. No comen a sus horas, no duermen a sus horas… Como decía Robert Fulghum en uno de sus artículos, 'Todo lo que realmente necesitamos saber en la vida se aprende en el parvulario'. Compártelo todo. Juega limpio. No le pegues a la gente. Vuelve a poner las cosas donde las encontraste. Limpia tu propia suciedad. No cojas lo que no es tuyo. Di que lo sientes cuando molestes a alguien. Lávate las manos antes de comer. Vive una vida equilibrada. Aprende a agradecer. Estas normas entre otras son las que Paco Pascual quiere trasmitir a los niños del Gallinero. "No se necesita más en la vida. Y esto o lo aprendes en el jardín de infancia o no lo aprendes", insiste Pascual.
Cada sábado y domingo unos 15 voluntarios, todos universitarios, llegan al poblado entorno a las 11 y 30 de la mañana recogiendo a los niños para que vayan a la escuela infantil. Muchos los esperan allí. Deseando poder jugar un rato y desayunar lo que estos voluntarios llevan cada día. Los mayores juegan al fútbol o a rugby, que se practica en un campo a la entrada del poblado. "Necesitan unas normas para llegar a la sociedad y poder adaptarse. Vienen de la 'jungla' como así decirlo, y es imposible, que sean personas 'normales' si son incapaces de seguir unas normas. Esto se consigue a base de educación”, cuenta Juan, un voluntario.
Todo el mobiliario, los juguetes, cuentos, puzles etc., lo aportan los voluntarios. Además, de la escuela infantil destinada a los niños de 0 a 6 años intervienen con los adolescentes del poblado. “Queremos plantear sesiones con los más mayores para explicarles como somos nosotros, nuestra vida universitaria, que conozca otras expectativas que no sean las de pedir o robar”, explica Juan. Es impactante escuchar a niños menores de seis años que de mayor quieren ser ladrones. No son todos. Algunos, como Rebeca de 9 años quieren ser médico o profesor. Una motivación que es posible gracias al trabajo que realiza Paco y todo su equipo de voluntarios cada fin de semana. "Trabajo para que los niños del Gallinero puedan acabar los estudios”, explica Paco. “Ver a niños y niñas del Gallinero pidiendo en Madrid para mí es un fracaso”, concluye.