Nueva entrega de la serie de reportajes El Madrid Social: RSC y Fundaciones, extraídos del octavo libro de la serie Foro Madrid Debate.
Pensar en Unicef y en el Tercer Mundo se presenta como un tándem difícil de disociar, pero el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia trabaja con igual ahínco en países desarrollados. Es más, en la Comunidad de Madrid su presencia se ha consolidado como el garante de una infancia plena en valores y derechos en una región donde cerca del 30 por ciento de los niños vive en riesgo de pobreza o exclusión social.
Con sus proyectos, este organismo dependiente de la ONU persigue situar esta etapa vital en el centro de las políticas públicas de los gobiernos, además de fomentar una oferta educativa inclusiva y de acceso universal. Aquí no excava pozos, pero sí rescata a los más pequeños del agujero de la desigualdad, del que deben salir para asumir el liderazgo de abanderar una sociedad más libre e igualitaria. La cara B de Unicef en Madrid: inclusión frente a la pobreza.

La infancia convive con la vulnerabilidad asociada a ella y esta relación no entiende de factores temporales ni espaciales. Combatirla en todas sus vertientes es competencia de los gobiernos, pero en decenas de países la capacidad o la voluntad de estos no alcanza para garantizar una niñez plena en derechos.
Y allí donde no llegan las autoridades nacionales se despliegan las instituciones o entidades sociales internacionales, que cubren un vacío propiciado por la falta de recursos o un desestructurado orden de prioridades.
En este ecosistema de organizaciones que velan por la protección de los niños resulta ineludible el esfuerzo de Unicef, que trabaja desde hace más de siete décadas por y para los más pequeños.
El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia comenzó su andadura en 1946 para dar respuesta al entorno de hambruna e insalubridad que la Segunda Guerra Mundial había sembrado por Europa. Más tarde, cuando el Viejo Continente daba señales de recuperación progresiva, la ONU le transfirió el mandato de trabajar por los derechos de los niños y niñas en todo el mundo, y expandió así su área de actuación al conjunto del globo.

Por ello, se ha constituido como el principal organismo humanitario y de desarrollo dedicado al fomento y la defensa de los derechos contemplados en la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), su marco de referencia. Una tarea galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 1965, por su labor ‘en pro de la promoción de la confraternidad entre naciones’, y con el Premio Príncipe de Asturias 2006 a la Concordia, por su contribución a la ‘mejora de la salud y las condiciones de vida de millones de niños’.
Sus programas globales se articulan a partir de una labor en red con los distintos agentes habilitados en los más de 150 países y territorios en los que opera. Porque además de la asociación popular de Unicef con proyectos en entornos subdesarrollados, donde los esfuerzos se focalizan en excavar pozos o proveer de las vacunas más imprescindibles, esta organización está también presente en naciones desarrolladas, como es el caso de España.
Unicef surgió en 1946 para dar respuesta a la hambruna y la insalubridad de la Europa de posguerra
Aquí aparcan la lucha por la supervivencia, pero emprenden otra por el acceso equitativo y universal de los niños a los servicios garantizados por las leyes constitucionales. Estamos ante la cara B de la institución, proyectos menos visibles pero igual de necesarios en los que los más de 429.000 socios con los que cuenta en España depositan su energía e ilusión.
En concreto, en la Comunidad de Madrid, alrededor de 84.000 socios invierten sus recursos en facilitar una infancia digna a los escolares de forma altruista. Entre los ejes principales de actividad del Comité madrileño de la organización se erige la Educación, pues la enseñanza en derechos es inherente a la filosofía de Naciones Unidas.
Por ello, colaboran con las administraciones públicas y con los propios centros para que se implementen iniciativas dirigidas a formar ciudadanos conscientes de las problemáticas globales. Además, desde esta organización ponen especial ímpetu en que se disfrute de un ambiente inclusivo donde no se discrimine por cuestiones de discapacidad, género o condición socioeconómica.

La radiografía del sistema educativo madrileño deja entrever una situación de la infancia que motiva la acción de Unicef en la comunidad autónoma. Según el indicador AROPE (At-Risk-Of Poverty and Exclusion), en 2016 más de 343.000 niños (el 29 por ciento) vivían en riesgo de pobreza o exclusión social y más de 67.000 residían en hogares con privación material severa, datos que empujan a Madrid a la cabeza en la tasa de la desigualdad infantil nacional, junto con Canarias.
Fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz, en 1965, y con el Premio Príncipe de Asturias, en 2006
Para reducir estas cifras, Naciones Unidas busca aliados tanto en el sector público como en el privado. En el primer caso, persigue que el Ejecutivo autonómico y los locales sitúen a los niños en el centro de sus políticas. En el segundo, diseñan alianzas corporativas con distintas empresas cuyo músculo económico permite financiar proyectos en territorio patrio o en el extranjero.
Más del 18 por ciento de la población madrileña la constituyen menores de edad, 1.186.028 niños y adolescentes —según datos de 2017 del Instituto Nacional de Estadística (INE)— beneficiarios potenciales de las propuestas de la ONU para garantizarles una formación de calidad. En pro de tal aspiración, Unicef cuenta con dos proyectos en curso en la Comunidad de Madrid, además de un tercero en el que la solidaridad de la región revierte en el continente africano, todos ellos coordinados por el Comité de Madrid.
Centros Referentes
A través de esta iniciativa, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia reconoce a aquellos centros cuya guía educativa se plantea desde la perspectiva de situar esta etapa vital y los derechos de los más pequeños en una posición destacada de la vida escolar. Asimismo, distingue a los espacios formativos que promueven la inclusión, la equidad y la construcción de un entorno protector para los niños.
Para obtener dicho reconocimiento, el proyecto educativo del centro debe mencionar la Convención sobre los Derechos del Niño y su programación general anual tiene que reflejar que el colegio celebra el Día de la Infancia y otras fechas relacionadas, como el Día Escolar de la Paz y la No Violencia (30 de enero) o el Día Mundial del Agua (22 de marzo). Además, al menos un educador acreditará poseer una formación especializada en Educación en derechos.

El programa otorga especial importancia a la participación infantil, es decir, a la implicación de las niñas y niños en ambientes donde se sientan parte de un grupo y cooperen por objetivos comunes, de forma que respeten y consideren las aportaciones individuales. Para ello, los propios centros escolares deben impulsar la creación de comisiones de convivencia, grupos de alumnos mediadores, comisiones de huerto, patio o comedor o incluso un periódico o radio escolar.
Del mismo modo, la protección de los alumnos se presenta como prioritaria. En este sentido, se exige la tenencia de protocolos de maltrato familiar, acoso escolar y abuso o agresión sexual siempre actualizados. Por otro lado, se valora que los centros realicen actividades como la prevención de hábitos como el tabaquismo, el fomento de rutinas de alimentación saludable, el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), las redes sociales o la educación vial, entre otras.
Ocho centros educativos de la región han sido acreditados como Referentes en Educación de Derechos de la Infancia
Unicef también evalúa el clima escolar, entendido como la comunicación de las escuelas o colegios con las familias y otros grupos de interés, así como la implicación de estos en el proceso formativo de los niños. Todo ello conforma un compendio de factores que Naciones Unidas, distintas autoridades educativas y expertos en análisis de candidaturas de estas características miden para determinar si un espacio entra a formar parte de los Centros Referentes en Educación de Derechos de la Infancia y la Ciudadanía Global.
En total, ocho centros educativos madrileños cuentan con este reconocimiento de Unicef: el CEIP Magerit (Parla), el CEIP Federico García Lorca (Leganés), la escuela infantil El Bosque Encantado (Madrid), el CEE Ponce de León (Madrid) y los colegios Alameda de Osuna (Madrid), Alarcón (Pozuelo de Alarcón), Joyfe (Madrid) y Mirabal (Boadilla del Monte).
Ciudades Amigas de la Infancia
Los gobiernos locales se ven inmersos en una maraña de obligaciones en las que conjugar los intereses y necesidades de todos los agentes participantes de la comunidad se antoja complicado. El cometido de Unicef se centra entonces en que la voz de los niños no se pierda, que sus prioridades y preocupaciones sean escuchadas y constituyan una parte integral de las políticas públicas de cada núcleo poblacional.
En la Comunidad de Madrid hay 17 municipios con el sello ‘Ciudad Amiga de la Infancia’ de Unicef
El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia lidera la iniciativa ‘Ciudades Amigas de la Infancia’ en más de 30 países, un paraguas bajo el que cobijan a las corporaciones municipales para que no desistan en su compromiso con los derechos infantiles. Así, conecta a los ayuntamientos con organizaciones de la sociedad civil, el mundo académico, los medios de comunicación y, por supuesto, los niños para gestar ciudades acogedoras en las que ningún pequeño habitante se encuentre desplazado por su origen étnico, religión, identidad de género o capacidades físicas o intelectuales.
Amparados por este proyecto, los escolares pueden entablar un diálogo directo con los dirigentes de su barrio o comunidad y expresarles de forma cercana sus inquietudes o sugerencias. A tal fin se celebran plenos y audiencias para interactuar con los políticos en su entorno local, pero también a mayor escala, como congresos internacionales o intercambios en los que los niños aportan su punto de vista en cuestiones que les atañen de forma directa o indirecta.

Es el caso del Encuentro Estatal de Consejos de Participación Infantil y Adolescente, en el que se dan cita chicos de entre 10 y 17 años llegados de toda la geografía española que representan a más de 800.000 niños del conjunto del territorio nacional.
En mayo de 2018, más de 200 participantes se reunieron en Oviedo en tres jornadas de convivencia que aprovecharon para elaborar un manifiesto en el que presentaron sus propuestas de mejora en aspectos de la sociedad que les preocupan, como el ciberbullying, el uso nocivo de las redes sociales, la tolerancia a las distintas identidades, el abrazo a la diversidad, la Educación, la igualdad de género, el cambio climático o el modelo de cuidados.
En la región, un total de 17 municipios llevan impreso el sello de ‘Ciudad Amiga de la Infancia’: Alcalá de Henares, Alcobendas, Alcorcón, Arganda del Rey, Arroyomolinos, Collado Villalba, El Boalo-Cerceda-Mataelpino, Fuenlabrada, Manzanares El Real, Meco, San Sebastián de Los Reyes, Leganés, Daganzo de Arriba, Humanes, Madrid, Mancomunidad de Servicios Sociales Mejorada-Velilla, Navacerrada, Rivas-Vaciamadrid y Torrelodones. Todos ellos ostentan el título por un periodo total de dos cursos escolares y pueden optar a renovarlo transcurrido ese bienio.
‘Multiplica por la Infancia’

En decenas de países, el acceso universal a la Educación se vislumbra como una utopía. No obstante, aunque la lucha por la supervivencia se imponga con preponderancia por razones obvias, Unicef no renuncia a otras tareas como escolarizar a los niños para que en un futuro atesoren las herramientas básicas para intentar que se respeten sus libertades, un poder que otorga el conocimiento.
La movilización de recursos económicos en favor de la construcción de escuelas en África constituye la razón de ser del programa ‘Multiplica por la Infancia’, diseñado para las pequeñas y medianas empresas, las asociaciones profesionales y otros colectivos vinculados al sector privado en los países desarrollados.
El proyecto nació en 2004 promocionado por Unicef en colaboración con la Fundación Nelson Mandela y la Fundación Peter Krämer. Su alianza ha supuesto la creación de espacios seguros en los que los niños aprenden, juegan y se evaden de la esfera de pobreza y precariedad en la que conviven a diario. Además de combatir el analfabetismo y ofrecerles una Educación de calidad, estas escuelas están provistas del agua, la alimentación y las instalaciones sanitarias que requieren para completar así un crecimiento tanto físico como intelectual con garantías.
Hasta el momento, Angola, Burkina Faso, Etiopía, Guinea-Bissau, Madagascar, Malawi, Malí, Mozambique, Níger, Ruanda, Sierra Leona, Sudáfrica y Zimbabue se han beneficiado de los fondos recaudados en compañías de todo el mundo que participan como entidades colaboradoras o aliadas, muchas de ellas madrileñas. Como contraprestación, las firmas cooperantes reciben un diploma de reconocimiento y un justificante de ingreso que pueden canjear por una deducción fiscal.

Por un futuro igualitario
En sus 73 años de vida, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia no solo no ha dejado de prestar servicio en aquellas áreas de especial vulnerabilidad, sino que ha ampliado su perímetro de actuación y se ha embarcado en nuevos proyectos con la misma ambición que en su comienzo.
Empresas madrileñas colaboran con el programa ‘Multiplica por la Infancia’ para la construcción de escuelas en África
El respaldo de la ONU resulta irremplazable, pero sin la contribución de sus socios, donantes y voluntarios su labor se restringiría de forma notoria. Unicef Comité Español captó más de 90 millones de euros en 2017 y, tal como indica su Memoria de Actividades de dicho año, destinó el 72,3 por ciento de esta cantidad a sus programas dentro y fuera de España.
La concienciación se torna clave para revertir esta tendencia. Por ello, el Comité de Madrid elaboró en 2018 el informe ‘Los derechos de la infancia y la adolescencia en la Comunidad de Madrid. Agenda 2030’, donde esboza las líneas a seguir para reforzar el sistema de protección de los niños a través de la promoción del acogimiento familiar, el fortalecimiento del enfoque preventivo o la atención específica de aquellos que presentan necesidades especiales, con la Educación inclusiva en el centro de todas las políticas.

Lo cierto es que las vicisitudes cotidianas no abstraen de prestar la atención que merece la sociedad que heredarán las generaciones venideras. Cimentar un futuro igualitario y pleno en derechos y libertades es tarea del presente y se encuentra relacionado de forma estrecha con los valores que reciben los niños.
La Educación no se reduce a la adquisición de conocimiento, sino a desarrollar un pensamiento crítico, a la par que brinda voz para defender los intereses individuales y colectivos y empodera a los ciudadanos para plantar cara a las situaciones de injusticia o desigualdad. Estas consignas son inherentes a Unicef, que no cesa en su empeño por imprimirlas a pequeños y mayores. Queda un largo camino por recorrer, pero el Fondo de Naciones Unidas no escatimará en movilización y dedicación por aquellos a los que desde 1946 arropa con mimo: los niños.