El Museo Arqueológico Nacional, el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) y la empresa Aire Limpio están desarrollando un proyecto pionero que detecta, analiza y trata de paliar el efecto de la contaminación ambiental (en especial, los compuestos orgánicos volátiles o VOC) en los bienes culturales.
"Cuando se renovó el Museo Arqueológico, se instalaron unas vitrinas muy modernas de alta hermeticidad en cuyo interior, al no ventilar, comenzamos a notar
olores extraños", la que habla es
Teresa Gómez, jefa del departamento de Conservación del Museo Arqueológico Nacional.
Esos olores provocaban dolores de cabeza a los trabajadores. Pero, sobre todo, las piezas arqueológicas empezaron a lanzar un SOS. "Empezamos a observar cómo se sulfuraban las platas y cómo los compuestos orgánicos sufrían poco a poco efectos de algún elemento que les afectaba. No sabíamos cómo enfrentar este problema para darle un tratamiento preventivo, hasta que encontramos al Ciemat", continúa la conservadora.
Corría entonces el año 2013. Los técnicos de este centro de investigaciones comenzaron a tomar mediciones. "
Estudiamos los materiales de las vitrinas y determinamos una serie de compuestos que no deberían estar ahí", explica
Benigno Sánchez, jefe de la unidad de Análisis y Tratamiento Fotocatalítico de Contaminantes en Aire del Ciemat. Tras una primera serie de análisis de laboratorio descubrieron una serie de compuestos nocivos para los bienes museísticos:
los compuestos orgánicos volátiles que desprenden productos industriales como las siliconas, los adhesivos, los plásticos o las tintas con que estaban hechas esas vitrinas; pero también, por ejemplo, de las momias, estaban acabando de forma silenciosa con las piezas.
Ambas instituciones consiguieron que el Programa Estatal de Investigación, Desarrollo e Innovación Orientada a los Retos de la Sociedad (
Mineco) financiara un proyecto de investigación interdisciplinar sistemático titulado 'Protección y Conservación del Patrimonio cultural en museos mediante tecnologías innovadoras relacionadas con la calidad del aire' para evitar o paliar el riesgo que supone la contaminación para la conservación de los bienes culturales, así como para los profesionales y los usuarios de los museos. "Empezamos por saber qué contaminantes eran los agresores. Luego vimos cuáles eran los menos peligrosos, y ahora estudiamos cómo interfieren", prosigue Sánchez. Al reabrir el museo en marzo de 2014,
el equipo técnico hizo un seguimiento periódico de la incidencia de los COV, las bacterias y los hongos en varias vitrinas, comparando la contaminación de este aire con el del resto de salas del museo, y con la de la calle. Los resultados se entregaron a la empresa que se encargó de la museografía para que aplicase los primeros cambios en la forma de organizar el museo.

En paralelo a este proceso, se comenzaron a aplicar
tres sistemas de tratamiento para degradar los contaminantes. Así, se aplicó la
filtración del aire, utilizando compresores a modo de 'aspiradoras' de partículas en las vitrinas. También se están implementando ensayos reales de
un sistema de fotocatálisis mediante luz ultravioleta para destruir las moléculas, y de
un sistema de polarización activa mediante el que se crea un campo eléctrico que retiene las partículas y las bacterias en un filtro especial. Los científicos están definiendo cuál de los tres es mejor o si se deben combinar para obtener un sistema más potente de prevención. En este sentido, la empresa Aire Limpio está colaborando en el proyecto construyendo
un prototipo de máquina que filtre los elementos dañinos y, a su vez, se adapte a las necesidades expositivas de un espacio como el que requiere la vitrina de un museo. "Es la primera vez que se hace una intervención de este calado con el patrimonio cultural", explica
Fernando Feldman, director del proyecto y propietario de la empresa. Por el momento, han diseñado una vitrina especial con materiales inocuos como el teflón o el acero inoxidable, así como otros tipos de elementos plásticos y pigmentos menos agresivos, para conservar en perfecto estado la momia guanche que estaba previamente en el Museo Nacional de Antropología.
Museos de toda Europa se han interesado por el trabajo de estos investigadores. "Los museos se preocupan por la luz y la humedad, pero no por los contaminantes y su concentración. El proyecto ha movilizado conciencias en el mundo de la conservación museográfica", termina Gómez.