El proyecto Distrito Castellana Norte se ha presentado como uno de los grandes proyectos urbanísticos de los últimos años,
después de dos décadas en las que los inversores -representados en estos momentos en un 75 por ciento por el BBVA y en un 25 por ciento por Constructora San José- han peleado por transformar el último oasis sin urbanizar del norte de la ciudad. Supone
la ampliación del Paseo de la Castellana en 3,7 kilómetros, la urbanización de tres millones de metros cuadrados, la creación de 132 manzanas y de decenas de edificios de entre 10 y 35 alturas, el s
oterramiento de las vías de la estación Chamartín, la creación de nuevas estaciones de Metro, la implantación de nuevos sistemas de transporte como el autobús 'rápido', la
solución definitiva del Nudo Norte, y la construcción de 16.000 viviendas y numerosos espacios de terciario y equipamientos.
Promotores y administraciones tienen hasta finales de 2016 para suscribir o dar carpetazo definitivo al proyecto para estos terrenos. Actualmente, el plan urbanístico cuenta con los
informes técnicos positivos de 48 entidades públicas y privadas, y han asumido las recomendaciones de estos organismos por valor de 103 millones de euros.
Sin embargo,
el 'hoy' del ámbito es mucho menos brillante y pone de manifiesto la necesidad de una intervención de calado.
La zona sufre un elevado grado de deterioro que afecta a los vecinos, los empresarios y los trabajadores que hacen vida en la zona. Desde la fachada trasera de la estación de Chamartín, un haz de vías ferroviarias rompe el diálogo urbano entre la Castellana y Arturo Soria, constreñido a dos oscuros y peligrosos pasos subterráneos que no responden a las necesidades de transversalidad que piden los vecinos de ambos márgenes.
Cerca de allí,
la colonia de San Cristóbal, a pesar de ser un hermoso ejemplo arquitectónico de vivienda obrera, obra de Secundino Zuazo, adolece de estar en
una especie de 'isla' urbana sin servicios básicos y con una vía (Mauricio Legendre) abandonada y sin posibilidad de hacer intervenciones de trascendencia por la presencia subterránea de las principales arterias de la traída de aguas a Madrid. Frente con frente con este espacio vecinal, los 300.000 metros cuadrados de las cocheras de la EMT sufren una importante contaminación de suelos sobre la que es necesario actuar.
El tráfico sufre colapsos a distintos niveles. Desde el urbano, pues es
la confluencia de la A-1, M-607, M-30 y Paseo de la Castellana convierten este espacio en uno de los más complicados de la ciudad; al más meramente de barrio, con
la estrangulación de coches que sufre perennemente la zona a la altura del puente de Mauricio Legendre y, en el otro lado, el aislamiento de Las Tablas del núcleo central de la capital. La puerta de entrada al barrio de Fuencarral está jalonada de
industria abandonada o casi abandonada y parcelas deterioradas en las que los vertidos incontrolados están afectados a las barriadas de la zona, tal y como denuncian los vecinos.
La calle Llano Castellano, antes gran vía de conexión norte sur desde la M-40, sufre el
deterioro de los descampados, de los aparcamientos y los asentamientos ilegales. Y, de ahí, se desemboca en
el polígono de Malmea, cuya industria es víctima desde 2003 del bloqueo burocrático a las peticiones de licencias de sus empresarios por estar emplazados en suelos a la espera de desarrollo de proyecto, cuyo frenazo supuso congelar en el tiempo el desarrollo de esta zona de desarrollo económico. Eso sin contar las
calles sin aceras, las montañas de escombros, la caótica señalización de tráfico, las infraestructuras abandonadas que generan una degradación urbanística y la inexistencia de una ordenación del aparcamiento en la zona. En el pequeño cerro desde el que se domina esta degradación, subsiste como puede
la parroquia de San Roque, vecina de las ruinas de su homóloga de Nuestra Señora de Lourdes, ambas víctimas del abandono y los saqueos. Cuanto más se avanza, se hacen más evidentes el olvido de la zona, el surgimiento de hasta cinco emplazamientos chabolistas y las malas condiciones de las parcelas abandonadas (contaminación, incendios, vertidos, edificaciones a medio construir...), a solo un kilómetro en línea recta de la Plaza de Castilla.