Es el primer mercado de valores de España con 125 empresas cotizadas y
más de 3.000 sociedades de inversión de capital variable. Está
integrada desde 2002 en el holding Bolsas y Mercados Españoles (BME) que, de media, negocia al mes unos 50.000 millones y cada día es centro de atención
de millones de inversores españoles y extranjeros. Pero, hoy, nada de esto se
siente al recorrer el palacio de la Bolsa de Madrid, un edificio
levantado en 1893 en pleno centro de Madrid que se ha convertido en un auténtico
museo de las finanzas.
Fue José I, el hermano de Napoleón Bonaparte, quien trajo la Bolsa a Madrid, pero hasta 1831 no comenzó a funcionar. Aunque en España fue una novedad, la Bolsa ya llevaba más de 200 años funcionando en Ámsterdam donde había tomado el nombre de la casa de la familia Van der Buërse, ante la que en el siglo XIV hacían sus transacciones los comerciantes de Brujas. Hoy, sobre los escudos que rodean la galería superior del parquet de la Sala de Contratación de la Bolsa de Madrid unos bolsitos dorados recuerdan aquellos orígenes.
Aunque el decreto de creación calificó la Bolsa de "manantial fecundo y perenne de la prosperidad", no parece que la sociedad española se sintiera muy volcada a invertir en Bolsa -el término 'jugar' es radicalmente rechazado por los inversionistas que se niegan a asimilar la Bolsa a un casino- pues hasta 1893, la Bolsa de Madrid fue posiblemente una de las instituciones madrileñas que más sedes recorrió. "En total tuvo once emplazamientos diferentes entre los que hubo iglesias y conventos, el circo ecuestre de Paúl de la calle Barquillo, la casa de la Aduana en la plazuela de la Leña -luego denominada calle de la Bolsa- y ocupó hasta casas particulares", afirma Miguel Maldonado, uno de los mayores expertos en este edificio que lleva 17 años trabajando en Marketing institucional y Desarrollo de Mercados de
BME.
En 1878, por fin, se decidió construir una sede permanente para la Bolsa. Para ello se eligieron unos terrenos del Estado que habían ocupado las caballerizas del palacio del Retiro y que, posteriormente habían servido para levantar el teatro El Dorado. Las obras no empezaron, sin embargo, hasta 1885 con proyecto del arquitecto Enrique María de Repullés que se inspiró en el edificio de la Bolsa de Viena y que presentó su proyecto con el lema "La paz protege a España y al comercio", frase que se puede ver actualmente en el techo del Salón de Cotizaciones.
Tras ocho años de obras, el edificio fue terminado. "El presupuesto inicial fue de 1.250.000 pesetas que se cubrió mediante una emisión de obligaciones. Cuando se agotó el dinero volvieron a hacer otra emisión, de forma que, al final, se gastaron casi 2,8 millones de pesetas. En 1921, el Gobierno liquidó estas emisiones por las que no se pagaba intereses y el edificio pasó a Patrimonio", indica Maldonado.
Enrique María de Repullés y Vargas, hijo de un agente de cambio y bolsa, intentó reducir la tensión que esta actividad generaba utilizando vidrio en el techo sujeto por guías de hierro para aguantar su peso, en vez de madera como se hacía hasta entonces, para lo cual utilizó las innovaciones aplicadas en la torre Eiffel.
Por fin, el 7 de mayo de 1893, bajo la presidencia de la reina María Cristina de Habsburgo, madre de Alfonso XIII, el palacio de la Bolsa abrió sus puertas.
Desde entonces, los visitantes que no conocen el edificio se quedan sorprendidos al entrar en el Salón de Contratación, al que Repullés dio forma basilical de acuerdo a su función de templo de la economía. Este recinto fue el auténtico epicentro de la Bolsa hasta hace cuatro años cuando se decidió eliminar los 'corros' alrededor de los cuales -de ahí su nombre- se colocaban los corredores de bolsa para gritar "tomo", "doy" y "vale" con los que compraban, vendían o aceptaban una operación.
Estrés y confusiónA pesar de sus buenas ideas, Repullés no logró tranquilizar a los corredores, a la vista de la cantidad de quemaduras de cigarrillos aplastados con el pie que se aprecia sobre las maderas traídas en el siglo XIX de las colonias españolas con los que se hizo el parquet de la Bolsa. Y es que el funcionamiento de la Bolsa siempre ha levantado tensiones. Ya en 1688 José de la Vega escribió en Ámsterdam un libro sobre la Bolsa -un ejemplar de esta edición se expone en la primera planta del palacio de la plaza de la Lealtad- en el que narra las conversaciones entre un filósofo, un mercader y un accionista con un título muy clarificador de lo que para el autor era esta actividad: "Confusión de confusiones".
Cuando en julio de 1989 se decidió traspasar los valores de renta variable a un nuevo sistema electrónico, los 'corros' presenciales perdieron su primitivo uso. Durante muchos años, la costumbre fue que los corredores se reunieran durante un tiempo improrrogable de 10 minutos, para negociar las acciones de las compañías de un sector, para, acabado ese tiempo, empezar el 'baile' de acciones de otro sector económico. Todas estas operaciones se hacían en la parte central del Salón de Contratación, precisamente en el parquet delimitado por unas barandillas, razón por la que al público que se apoyaba en ellas para seguir las operaciones se les llamaba 'barandilleros', lo mismo que a los que observaban el parquet desde la galería de la primera planta se les denominaba "fisgones".
Muchas de estas operaciones se cerraban previamente paseando por el Salón de Pasos Perdidos, situado en la primera planta que contaba con una mullida alfombra para que estos paseos no molestaran la actividad del parquet y que ahora, al no ser necesaria, ha sido retirada. Está este salón decorado con tres grandes lámparas, una cristalera original en la que se pueden apreciar cinco impactos de bala , posiblemente de calibre 22, hechos desde el interior -único daño que sufrió el edificio durante la guerra civil, periodo en el que permaneció cerrado- y representaciones en las paredes de un caduceo, como símbolo del comercio, formado por dos serpientes -la oferta y la demanda- separados por un palo -el báculo de Mercurio que simboliza la toma de decisiones- en medio de los cuernos de la Fortuna, la rueda representativa de la Industria y el ancla, el remo y el arpón que, cuando se creó el edificio, eran símbolos del avance que suponía la navegación. También se pueden ver algunos símbolos masones en la parte superior de los ventanales.
Quienes querían tener una reunión más privada accedían al saloncito de fumadores anexo presidido por dos retratos de Alfonso XIII firmados en 1910 por J. del Val. No fue este, sin embargo, el artista que recibió el encargo principal de decorar el palacio sino Luis Taberner quien decoró el techo de este salón, al igual que el del Salón de Cotizar -los hilos del telégrafo unen las figuras que simbolizan los cinco continentes- y las pinturas del Salón de Contratación donde se representaron los escudos con figuras alegóricas de las provincias con mayor peso económico, además de los de Filipinas y Cuba. De la parte escultórica se ocupó el artista madrileño Francisco Molineli y junto al parquet se levantó una columna con un reloj y un barómetro. "Hace unos años, al encargado del mantenimiento se le cayó el barómetro y se estropeó. Se decidió dejarlo como estaba", dice Maldonado. Desde entonces el tiempo en la Bolsa es siempre 'Variable'...como las cotizaciones.
Arreglar desajustesEste sistema a gritos tenía sus fallos, por lo que cuando se creó la Bolsa se dedicó una de las salas principales, el Salón de Cotizar, prácticamente desconocido para los madrileños, a resolver los conflictos que se daban a diario. "Desde que se abrió el edificio en 1893, los agentes se reunían en esta sala al término de las sesiones. En la presidencia se sentaban el síndico y la junta sindical y se repasaban todas las operaciones realizadas. Si había algún desajuste se arreglaba allí entre los agentes y el síndico. A continuación se levantaba acta de las operaciones y se entregaba a la Prensa para que informaran al público", dice Maldonado. Hoy el salón de Cotizar apenas se usa. El recinto, en el que destacan su mobiliario original, su gran reloj, sus 78 pupitres para los agentes, sus cuadros de todos los síndicos y presidentes de la Bolsa desde 1910 y la escribanía de plata de la presidencia, es utilizada por algunas escuelas de negocios o facultades para entregar sus diplomas y cuando se recibe la visita de algún ministro o embajador extranjero.
También hoy el parquet es un espacio prácticamente muerto: algunos accionistas nostálgicos, algunos miembros de sociedades y, sobre todo, sets de televisión que informan de la marcha de la Bolsa con el ticker electrónico de valores como fondo. "El ticker no responde en realidad a las operaciones que se producen porque, si así fuera, no daría tiempo a verlo. Hay que tener en cuenta que en una sesión pueden cambiar de mano más de diez millones de acciones de cada una de las empresas grandes", asegura Maldonado.
Otra de las perlas de este palacio es la biblioteca pequeña -la grande se utiliza como sala de reuniones- que cuenta con 25.000 registros y 12.000 volúmenes, entre ellos la biblioteca regalada por el síndico José Antonio Torrente a finales del siglo XX. Especializada en temas jurídicos, fiscales, bursátiles y económicos, esta biblioteca es visitada por investigadores y estudiantes. Entre sus 'tesoros', cuenta con un original del plano de Madrid de Espinosa de los Monteros de 1769 y los boletines de cotizaciones de la Bolsa desde 1832.
La visita al edificio, que realizan cada año unas 10.000 personas, termina donde empezó: en su magnífica fachada de 66 metros en la que destaca sus relieves del Comercio, la Industria, la Agricultura y la Navegación, su pórtico con columnas de orden corintio y su escalinata, que cierran este lado de la plaza de la Lealtad, presidida por el monumento levantado en honor a los mártires en la independencia española que fue convertido en 1985 en monumento a los muertos por España.No en vano en los muros del edificio de caballerizas donde hoy se levanta la Bolsa cayeron fusilados algunos de los españoles que aquel Dos de Mayo de 1808 se levantaron contra el ejército francés que había invadido España.
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