27 de enero de 2021
El 4 de febrero de 2006,
el presidente de Gobierno, Jose Luís Rodríguez Zapatero, inauguraba en
el hoy aeropuerto Adolfo Suarez Madrid-Barajas, mucho más que un
conjunto de cuatro edificios englobados bajo el nombre de Nueva Terminal
Aérea en cuya construcción se habían invertido 6.200 millones de euros.
Abría las puertas de "una verdadera ciudad" tal como la califica
Antonio Lamela, cofundador junto a su hijo Carlos del Estudio Lamela
que, en colaboración de Richard Rogers Partnership, ganó en 1997 el
concurso público para diseñar la T4. Una ciudad en la que trabajan
30.000 personas y por la que transitan cada día 150.000 viajeros,
ganadora de premios internacionales de arquitectura e ingeniería y
considerada una de las mejores terminales aéreas del mundo.
El cuartel general
del Ejército, instalado en el palacio de Buenavista, no solo es la suma
de un palacio dieciochesco decorado con tapices y cuadros de pintores
como Goya, Van Loo, Madrazo o Vicente López, y un edificio administrativo
ubicado en plena plaza de Cibeles en el que trabajan 3.000 personas,
sino que es, sin duda, el principal escenario de la Historia militar de
España de los dos últimos siglos, un período en el que el poder militar
jugó un papel trascendental.
Sorprende, en este mundo
financiero tan convulso, la tranquilidad que se respira dentro del
edificio del Banco de España. Ni el trasiego de la calle Alcalá, la
plaza de Cibeles o el paseo del Prado que circundan este inmueble, que
ostenta el título de ser el que tiene el IBI más alto de España, ni la
prima de riesgo o los rescates bancarios parecen capaces de penetrar
estas paredes donde trabajadores y visitantes parecen hablar en
murmullos, como intimidados por un escenario más próximo a un palacio
que a un centro de decisiones económicas.
El Cerralbo no es solo un vasto museo donde se pueden encontrar desde florines a relojes pasando por armaduras, cuadros, piezas arqueológicas, esculturas o dibujos. Es una casa-museo a la que en los últimos años se ha querido devolver la imagen que tenía en 1922 cuando pasó al patrimonio del Estado.
El actual Congreso de los Diputados no tiene nada que ver con el que
se abrió solemnemente aquel 31 de octubre de 1850 con la asistencia de
la reina Isabel II. Aquel pequeño edificio (12.400 metros cuadrados
edificados) se ha convertido 164 años después en un importante complejo formado por
cinco edificios con 73.000 metros repartidos a ambos lados de la carrera
de San Jerónimo. No obstante, sigue siendo el edificio del siglo XIX el
que concita todas las miradas; no solo por su riqueza artística e
histórica sino también porque en él los 350 diputados elegidos por los
españoles se ocupan de debatir y aprobar las leyes.
Un palacete de principios del siglo XX, situado en la confluencia de las calles Serrano, López de Hoyos y Claudio Coello, guarda la colección privada más importante con que cuenta la capital: 12.500 obras de arte y 20.000 libros y manuscritos que fueron reunidos por el editor y millonario José Lázaro Galdiano, en sus viajes por Europa y Estados Unidos. La singularidad de la construcción -ejemplo de una arquitectura prácticamente desaparecida en Madrid- y la riqueza de una colección, que su fundador legó a su muerte al Estado español, obligan al visitante a repartir su atención entre el continente y el contenido.
Salir por su Puerta Grande tras haber cortado dos orejas es el sueño de
cualquier torero, aunque en la historia de la plaza no llegan a 170
quienes lo han conseguido. Dicen que es entonces cuando los diestros,
obligados a ir inclinados a hombros de sus seguidores, descubren los
artesonados neomudéjares que puso el arquitecto José Espeliús cuando
diseñó este coso con el único objeto de hacer de Las Ventas una auténtica plaza monumental con cabida para 23.000 espectadores.
Unir dos edificios levantados con casi 250 años de
diferencia no es usual y suele no cuajar. Pero este no es el caso del
antiguo Hospital General de Atocha. Atrás queda un largo pasado como
establecimiento hospitalario, la seria amenaza de demolición que sufrió a
finales de los años sesenta del siglo XX y la impresionante ampliación a
que fue sometido el viejo edificio de Hermosilla y Sabatini cuando en
el año 2000 se acometió el proyecto de Jean Nouvel. Hoy, los dos edificios del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía 'dialogan' al tiempo que albergan el mejor arte español actual.
Madridiario ha visitado estos meses algunos de los edificios más singulares y representativos de Madrid. A través de estos reportajes, los lectores pueden adentrarse en su historia, arquitectura y detalles menos conocidos.
Es
conocido como "el edificio de las cuadrigas", sobre todo después de que
Alex de la Iglesia pendiera a Carmen Maura de una reproducción de las
patas de sus caballos, pero, salvo los antiguos clientes del BBVA y de
quienes acuden hoy a la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del
Territorio de la Comunidad que ocupa el inmueble como inquilina, pocos
conocen un edificio que lleva la firma de artistas bilbaínos en todos
sus elementos, desde el primer sillar hasta el casco de los aurigas que
contemplan los tejados de Madrid.
Es la segunda pinacoteca del país y, sin embargo, es la gran desconocida por un público que no sabe que este palacio, al inicio de la calle Alcalá, guarda un impresionante tesoro histórico y artístico. Todo en su interior se sale de los límites normales, como su colección permanente, con cuadros de Goya (nada menos que 13), Arcimboldo, Zurbarán, Ribera, el Greco, Rubens, Vicente López, Madrazo, Sorolla, Vázquez Díaz, Juan Gris o Picasso; su colección de escultura; sus 15.000 dibujos o las 8.200 planchas de la Calcografía Nacional. Hoy, 261 años después de su creación, la Academia busca fórmulas de financiación que le permitan mantener este impresionante legado.
Fue el primer rascacielos de Europa y, debido a la cota que ocupa, sus 89,30 metros de altura lo mantienen aún entre los más visibles desde el exterior de la capital. Su historia está ligada al desarrollo de las tecnologías pues la Compañía Telefónica Nacional de España fue la primera en dar servicio a todo el territorio español, pero también a los avances sociales ya que fue la primera en contratar solo a mujeres como operadoras. Y también está ligada a la historia de Madrid pues, durante la guerra civil, tuvo un gran protagonismo al ser puesto de observación de la Junta de Defensa de Madrid, oficina del servicio de censura republicano y diana habitual de la artillería franquista.
Fue
construido dentro del gran complejo palaciego del Retiro pero Felipe IV
no le dio ningún uso por lo que hubo que esperar al reinado de su hijo
Carlos II para que el edificio entrara en la historia como Salón de
embajadores y se encargara al artista napolitano Luca Giordano la
inmensa bóveda que, en los siglos siguientes, iba a salvar el inmueble
de la piqueta. Hoy, este salón -que, junto al cercano Salón de Reinos,
es lo único que queda de aquel palacio- se ha convertido en una
biblioteca especializada en la que los lectores pueden alternar la
lectura con la contemplación, en paredes y techo, de la obra de este
artista napolitano.
Pocos de los visitantes del museo Naval en el paseo del Prado, saben
que el Cuartel General de la Armada, donde se ubica este espacio
expositivo, tiene dos caras; una conocida, que se ve en las grandes
vitrinas de las salas de exposiciones, y la menos conocida cuya
construcción, precisamente, estuvo condicionada por el deseo de
reproducir, al milímetro, cuatro salas del palacio de Godoy, en Bailén
esquina a plaza de la Marina Española. Gracias a ello, se consiguió
trasladar desde la carpintería hasta las pinturas del techo pasando por
los bronces o las escayolas de despachos como el de Manuel Godoy.
Tiene la cúpula más grande de España y la cuarta de Europa, tras la de
la basílica de San Pedro y el panteón de Agripa, ambos en Roma, y Santa
María del Fiore, en Florencia. Ha sido iglesia, hospital, polvorín,
almacén de objetos religiosos, panteón nacional y museo mientras el
convento era utilizado como cuartel y prisión militar. Es desde 1962,
basílica y desde 1980 monumento nacional. Su riqueza artística
impresiona con lienzos de Goya, Maella, Moreno Carbonero, Muñoz Degrain,
Ferrant, González Velázquez... Y, sin embargo, San Francisco el Grande
es tan solo visitada por 10.000 personas al año.
Es el primer mercado de valores de España con 125 empresas cotizadas y
más de 3.000 sociedades de inversión de capital variable. Está
integrada desde 2002 en el holding Bolsas y Mercados Españoles (BME) que, de media, negocia al mes unos 50.000 millones y cada día es centro de atención
de millones de inversores españoles y extranjeros. Pero, hoy, nada de esto se
siente al recorrer el palacio de la Bolsa de Madrid, un edificio
levantado en 1893 en pleno centro de Madrid que se ha convertido en un auténtico
museo de las finanzas.
El
Senado no tiene su sede en un edificio, sino en dos, uno del siglo XVI y
otro del XX. Dos inmuebles que dan a calles diferentes ?plaza de la
Marina Española y Bailén?, que cuentan con su correspondiente salón de sesiones y que, a su importancia como escenario histórico del
parlamentarismo español, suman un valor artístico que, de hecho,
convierten ambos edificios en un museo del arte español de los siglos
XIX y XX, visitado por 25.000 personas cada año.
Su arquitectura neomudéjar ha sido escenario de películas, conciertos de pop, rock y música clásica, proyecciones, exposiciones, representaciones teatrales, cursos o charlas. Cada año se celebran casi 2.500 actividades y pasan más de medio millón de personas. Matadero Madrid está hoy, sorprendentemente más vivo que cuando en 1924 se convirtió en el principal centro de distribución cárnica de una capital que llevaba 400 años sufriendo las incomodidades derivada del sacrificio de animales.
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