El 4 de junio de 1958, llegaron a Madrid los restos mortales del poeta Juan Ramón Jiménez y su cónyuge, Zenobia Camprubí. Ambos fueron finalmente enterrados en Huelva tras fallecer en Puerto Rico, donde vivían tras exiliarse con el estallido de la Guerra Civil.
En un día como hoy, el aeropuerto de Barajas recibía a uno de los aviones de la compañía Iberia, mientras una notable cantidad de personas esperaban en la pista. En el interior del aeroplano llegaban los restos mortales del poeta Juan Ramón Jiménez y su cónyuge, Zenobia Camprubí.
Ganador del
Premio Nobel de Literatura dos años antes, Juan Ramón Jiménez había muerto el
29 de mayo de 1958 en Puerto Rico, donde acabó viviendo tras exiliarse de España con el estallido de la Guerra Civil en el año 1936.
Nació el
23 de diciembre de 1881 en el municipio de Moguer, en Huelva. Logró buenos resultados académicamente y pudo obtener el título de Bachiller en Artes para lograr su objetivo de convertirse en pintor. Siguiendo esa vocación, se trasladó a Sevilla en 1896, pero pronto empezó a escribir y a publicar algunos trabajos en distintos periódicos del momento.
Con la llegada del siglo XX, el poeta llegó a Madrid y empezó a publicar
algunos de sus primeros libros. Algunas de esas obras fueron las tituladas como
Estío o
Sonetos Espirituales, pero
Platero y yo fue la obra con la que más quedó identificado.
Personalmente, Juan Ramón Jiménez pudo conocer a personalidades pertenecientes a distintos ámbitos. También pudo relacionarse con diferentes mujeres antes de conocer a
Zenobia Camprubí Aymar, con quien
se casó en 1916. Con ella pasaría el resto de sus días y, aunque murió de un cáncer dos años antes que el poeta, ambos fueron trasladados a España.
Por ello, los restos mortales de la pareja llegaron a Madrid el
4 de junio de 1958, tras morir ambos en la ciudad puertorriqueña de San Juan. A su llegada a España, una multitud de periodistas, personas allegadas y autores reconocidos como
Dámaso Alonso o
Vicente Aleixandre se concentraron en el aeropuerto en el último adiós al poeta y su esposa.
Así, se puso en marcha una caravana de automóviles que transportaron los ataúdes por la
Plaza de Cánovas, el
Paseo de la Castellana o el
Paseo del Prado. Poco después, los restos partieron hacia Moguer, donde la pareja fue finalmente enterrada.