La intrahistoria urbanística del barrio del Aeropuerto está plagada de irregulares, dudas, una estafa millonaria y hasta una red de especulación inmobiliaria. Ahora, y con el año electoral asomando, los vecinos ponen sus ya raquíticas esperanzas en los programas de rehabilitación del Consistorio, pero las ayudas no terminan de llegar.
Durante el 2017, la zona se incluyó dentro de las Áreas de Rehabilitación Integral, proyecto cofinanciado por el Consistorio y el Estado. El Plan Vivienda 2013-2016 se prorrogó, entre otros motivos, por la rehabilitación del barrio. Además, la localidad pasó a ser Área Preferente de Impulso a la Regeneración Urbana (Apiru) enmarcándose en el Plan Madrid Recupera (MAD-Re). Los 34 bloques de los que se compone la localidad han solicitado acogerse a este último en primera o segunda convocatoria, pero hasta la fecha el Gobierno municipal no ha notificado a los vecinos si quiera la aprobación de los paquetes de ayuda y no han recibido cuantía económica alguna.
El barrio se crea en 1958 gracias al Plan de Urgencia Social. Los principales motivos de su alumbramiento fueron dos: dar residencia a la gente que trabajaba en el Aeropuerto o en Pegaso, lugares cercanos a la zona, y acoger parte de la gran inmigración interior del país que había en la época. La calidad de construcción de las viviendas era muy pobre, tanto que en 1975 se procedió al derribo de tres bloques. Este se enmarcó en la Ley de Derribo Forzoso vigente en aquellos años. “A los edificios se les hizo un expediente de ruina en el año 73, y en el 74, 75 fueron demolidos. La demolición, evidentemente, pagada a costa de los propietarios”. Así lo cuenta en conversación con Madridiario Paola, abogada representante de varios bloques del barrio del Aeropuerto. Los vecinos se reubicaron en zonas aledañas, pero pasaron de ser propietarios a vivir de alquiler. Este derribo fue, de manera oficial y obviando los pobres inicios de la zona, el pistoletazo de salida a toda una serie de desdichas.
Todas las miradas pasaron a estar puestas en la empresa que se encargó de la construcción de los edificios: inmobiliaria Roiz. La entidad prometió que el barrio volvería a nacer y tendría incluso piscina y cine. Las inversiones del proyecto se realizaron de forma privada, y tras las primeras obras y haber recaudado de 6 a 8 millones de euros, el dueño de la constructora desapareció. “Hubo algún tipo de pufo. Este señor dejó todo empantanado, las calles sin hacer, los edificios sin acabar”, afirma Paola.

A pesar de la estafa, los vecinos intentaron seguir hacia delante, incluso sin ningún tipo de ayuda estatal. Así lo cuenta a este diario José Luis Cañabate, presidente de la Asociación de Vecinos del barrio del Aeropuerto. “Ni Fomento, ni Ayuntamiento. Nunca hubo ayuda. No había más remedio que hacer algo, llovía y te metías en el barro hasta las rodillas. Era tremenda la historia que teníamos, el barrio está para tirar desde que se creó”, explica. Los propietarios de los terrenos acudieron al banco hipotecario que albergó todas las letras de las obras del fugado dueño de Roiz; el dinero sirvió para empezar, poco a poco, a reconstruir. Así, se comenzó a reurbanizar la zona desde las aceras hasta la finalización de los bloques.
Un terreno codiciado por las empresas
Los suelos en los que está edificado el barrio siempre han sido privilegiados. La cercanía al aeropuerto de Barajas propició la necesidad de que las empresas, sobre todo de transporte de mercancías, se asentaran en él. Este motivo acabó ‘encajonando’ a la localidad según Cañabate. “Primero fue el barrio, después vinieron las empresas. Aquí estás en un punto ideal para muchas cosas, y siempre han intentado meter mano para hacer sus negocios”.
Por ello, durante 1980 en adelante, se fraguó una red de especulación inmobiliaria. Las grandes empresas, con el fin de adueñarse de los terrenos, ofrecían un suculento acuerdo a los residentes que consistía en el derribo de sus casas a cambio de una inmediata recolocación en pisos edificados cerca de la zona, con más metros cuadrados y situados en bloques de ocho alturas construidos por las propias entidades a cambio de las escrituras.
Los acuerdos no tuvieron éxito porque el Ayuntamiento cambiaba la calificación de los terrenos, que pasaban de ser urbanizables a terciarios. “El Ayuntamiento ha sido el que ha impedido la evolución normal del barrio. Es así, nunca ha dejado hacer nada, no estoy contando ningún secreto”, concluye el presidente de la asociación.
Gallardón, la crisis y Ahora Madrid
El barrio entró en el nuevo siglo de igual manera que dejó el anterior, en un lamentable estado. En el 2003, con la llegada a la Alcaldía de Alberto Ruiz-Gallardón, el Ayuntamiento propuso entonces un acuerdo con la asociación de vecinos que se basó en hacer un nuevo barrio con una metodología muy simple: tirar edificios y construirlos en la misma zona. En este proyecto, el Gobierno municipal se apropiaba de tal cantidad de espacio para zonas dotacionales que la localidad quedaba reducida a pocos metros cuadrados de terrenos para los residentes y “con muchas carencias. Era una trampa muy simple. Por ejemplo, se obligaba a construir una plaza de garaje por cada edificio que saliera nuevo, y en el proyecto la vendían aparte y si no la alquilaban a un tercero”, aclara Cañabate. Además, el cien por cien de vecinos tenía que estar de acuerdo con el plan y esa cifra nunca se llegó a alcanzar.

En 2008 aterrizó con fuerza en España la crisis económica y la zona volvió a quedar en el olvido. Tras casi una década, Ahora Madrid irrumpió en el panorama político. En 2015 se hizo con la Alcaldía de Madrid, un año antes del nombramiento de José Luis Cañabate como presidente de la Asociación.
En un primer acercamiento, el nuevo ejecutivo del distrito dejó claro -aun con la petición expresa de los vecinos de lo contrario- que no se derruiría ninguno de los bloques. Ni el número 335, situado en la calle Garganchón y declarado en ruina. Eliminada esta opción, el Ayuntamiento comenzó a trabajar junto con la asociación en un nuevo plan de rehabilitación.
Cerca de 1800 madrileños no pueden esperar más
En 2016, el Gobierno municipal desarrolló una estrategia de recuperación urbana que pasó por que el barrio tuviera la posibilidad de acceder a numerosos paquetes de ayuda. El 20 de septiembre, se anunció en el Boletín Oficial del Estado (BOE) el Plan Parcial de Reforma del Barrio del Aeropuerto, cuyos objetivos eran “posibilitar la remodelación del ámbito mediante el realojo de las viviendas existentes e implantar usos adecuados a la proximidad del aeropuerto Madrid-Barajas”.
Los vecinos presentaron al proyecto cinco alegaciones. La primera reclamaba un mecanismo por el cual los vecinos participaran en la ejecución del plan no solo como ejecutores sino como garantes del cumplimiento. La segunda pedía una acción inmediata respecto al edificio 335 de la calle Garganchón, imposible de rehabilitar, que pasara por la construcción de nuevos pisos para las 12 familias que en él viven sin que se viera afectado el derecho de propiedad de los residentes. La tercera solicitaba que se especificaran las mejoras necesarias en infraestructuras, redes públicas de abastecimiento de agua, accesos, luz o asfaltado, así como la reestructuración de los aparcamientos existentes. La penúltima reclamaba el establecimiento de las vicisitudes de las acciones que el Canal de Isabel II pretendía realizar en el barrio; y la quinta y última, que el Ayuntamiento determinara un plazo de comienzo de ejecución del Plan Parcial.
Ahora Madrid no dio respuesta. Pasaron los meses y las obras se asentaron en la zona, pero atañaban a la construcción de oficinas y no a la necesaria rehabilitación. En una de ellas, Paola explica que “se hizo un socavón que desplazó el edificio. Se desplazó física y arquitectónicamente, se movió”.
Entró en juego un factor que hasta la fecha había pasado desapercibido: la composición del terreno. Las edificaciones se encuentran sobre suelos formados por arcilla, lo que significa que son sensibles a las vibraciones. Los bloques tienen movilidad como tal. “Ha habido una negligencia por parte del Ayuntamiento que ha realizado una serie de obras sin ningún tipo de vigilancia sobre las mismas”, añade la abogada representante de la asociación.
Según los últimos datos poblacionales del barrio, 1784 personas habitan en él. Más de 180 comprendidas entre 0 y 9 años y 350 con 60 años o más. Unas 12 familias viven en el bloque 335 temiendo que algún día, debido al movimiento del terreno, el techo pueda ceder.
Tras casi 60 años,
el barrio del Aeropuerto no puede esperar más.