El 11 de septiembre de 1904 fue el primer domingo en el que estuvo prohibido trabajar para respetar la Ley de descanso dominical.
Prohibido trabajar: el 11 de septiembre de 1904 fue el primer domingo en el que, por ley, se impedía acudir a los puestos de trabajo -salvo contadas excepciones- para cumplir con la Ley del descanso dominical, aprobada en el Congreso de los diputados en diciembreo de 1903 y promulgada en marzo del año siguiente. Aunque basada en la elección de este día en un precepto religioso -el día de descanso para la Iglesia católica-, se considera hoy uno de los hitos en la lucha por los derechos de los trabajadores, a pesar también de que en aquel momento hubo quien se levantó en su contra, incluso entre las clases obreras.
Durante el siglo XIX se habían abolido todas las normas medievales que imponían el descanso para el domingo sobre una base religiosa. De esta manera, durante ese siglo se hizo habitual que los trabajadores tuvieran jornadas de sol a sol sin descanso alguno. Fue el Gobierno de Antonio Maura el que recuperó el reposo en domingo, con una ley promulgada en marzo de 1904 que prohibía trabajar ese dia de la semana a la mayoría de los obreros, incluídos periodistas, empleados públicos y dueños de comercio o tenderos, entre otros. Sí podían acudir a sus puestos de trabajo los empleados de tabernas, corridas de toros, minería, siderurgia o de cualquier trabajo relacionado con el espectáculo (teatro, cine...), que recibían a cambio cualquier otro día libre a lo largo de la semana, pero siempre respetando una jornada de descanso semanal.
La normativa recibió loas y críticas casi a partes iguales. En el sector crítico, claro, la patronal, que veía como un día a la semana se paralizaba la producción y, sin embargo, debía abonar los mismos salarios que cuando sus trabajadores no tenían derecho -y deber- al descanso. Tampoco gustó a algunos dentro de la propia clase orbrera, especialmente a aquellos que cobraran por hora y no podían permitirse una jornada sin ingresos.
De otro lado, la ley recibió los aplausos del por entonces presidente del PSOE y de UGT, Pablo Iglesias, además de contar con el beneplácito de la Iglesia, que veía en ella una forma de recuperar fieles en las misas de los domingos. Nada más lejos de lo que realmente ocurrió. Ese día libre, y con la libertad de las tabernas para sí ofrecer sus servicios ese día, lo que se llenaron fueron los bares y no las parroquias. De hecho, hubo algún ciudadano de a pie que se manifestó, precisamente por ese motivo, en contra de la nueva ley, como la señora que firmó esta carta al director en el diario El Imparcial:
"Mi marido es oficial de panadería y trabajo por su turno desde las siete de la tarde hasta las nueve de la mañana del día siguiente, claro que durante la noche tenía dos horas de descanso para comer y fumar; y cuando llegaba a casa, descansaba de sus fatigas, saliendo por la tarde hacia su trabajo, atendido bien por mí y por mis hijos. No negaré a usted que siendo un oficio tan penoso, mi marido se bebía durante la noche, una botella de vino, pero fuera de su trabajo siempre estaba con nosotros y el domingo lo pasábamos juntos haciendo algún extraordinario. Como ahora mi marido no trabaja los domingos, sale a las doce de la noche del sábado de la panadería, se reúne con sus amigos desde bien temprano y ya no le vemos por todo el día, gastándose lo que nos hace falta para vivir. Esto es lo que me ha traído a esta casa, llena de paz y gloria, la ley del descanso dominical".
No fue la única queja. De hecho, aumentaron los casos de intoxicación etílica y alocholismo, por lo que se intentó buscar una solución política, como la propuesta por el PSOE de obligar a cerrar las tabernas los domingos, una idea que no prosperó.