El 14 de mayo de 1886, el geólogo ribereño Francisco Quiroga y Rodríguez desembarcaba en Río de Oro (Sáhara Occidental) junto a Julio Cervera y Felipe Rizzo para llevar a cabo la primera expedición científica europea en esa zona.
Hubo un tiempo en el que se decía que España era el imperio en el que nunca se ponía el sol. El gran número de colonias y protectorados españoles se extendía por todo el mundo. Tras la Conferencia de Berlín de 1884 en la que se delimitaron las fronteras de las colonias africanas, España contaba con el territorio del Sáhara Occidental, Guinea Ecuatorial y varias zonas de Marruecos.
La región del Sáhara contaba con dos ‘provincias’: Saguia el Hamra y Río de Oro, donde el 14 de mayo de 1886 se llevó a cabo la primera expedición científica española. Ese día, desembarcaron en Dajla –nombre árabe del territorio– Julio Cervera, capitán de ingenieros, Felipe Rizzo, intérprete de la Comandancia General de Ceuta, y Francisco Quiroga, geólogo procedente de Aranjuez y miembro del Museo de Ciencias Naturales de Madrid.
Perteneciente a la Institución Libre de Enseñanza, este doctor en Farmacia y Ciencias Naturales fue un avanzado en su tiempo dentro del campo de la geología y mineralogía y compaginó en su vida las expediciones científicas con la docencia.
Su conocimiento en este campo fue lo que le llevó a acompañar a Cervera y a Rizzo a Río de Oro, donde el objetivo era conocer los recursos de la región y entablar un primer contacto con las tribus del desierto.
El viaje no fue un camino de rosas y es que los tres aventureros sufrieron numerosas desgracias como el deterioro de los materiales de investigación, momentos de tensión con los guías locales, calor insoportable con temperaturas que alcanzaban los 62° centígrados, tormentas de arena…
Incluso Quiroga cayó enfermo, pero eso no impidió que recogiese en su cuaderno de notas todos los elementos topográficos y geológicos que caracterizaban el territorio y con los que se completó un exhaustivo trabajo con profesionales del Museo de Ciencias Naturales de Madrid.
Tras llevar a cabo los diversos trámites políticos con el sultán Ahmed uld Mohamed uld el Aidda –entre ellos la firma de la Carta de Protectorado para España sobre el territorio Adrar el-Tmarr–, regresaron a España desembarcando el 18 de agosto en Tenerife, poniendo fin así a la primera aventura científico-colonial.