Cualquier estación del año es atractiva para visitar el Real Jardín Botánico, pero si hay una cita obligada es la que corresponde al encuentro del otoño. Coloridos árboles cubren de magia este jardín visitable con distintas tonalidades: ocres, cobrizos, dorados, purpúreos tiñen las hojas en un espectáculo sin igual para luego tapizar los senderos con esas mismas hojas coloristas y aromáticas.
El Real Jardín Botánico de Madrid es una enciclopedia viviente abierta a quien quiera descubrir sus tesoros vegetales. Con una colección de más de 5 000 ejemplares, el jardín es un referente para la investigación y el conocimiento de la Botánica, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Este jardín botánico se distribuye en tres terrazas escalonadas, plantas de América y del Pacífico, además de plantas europeas y actualmente es un centro fundamental en el estudio, la conservación y protección, la educación, la difusión y la divulgación de la biodiversidad vegetal que se encuentra en el Paseo del Prado, junto al Museo del Prado.
Los precedentes del actual Real Jardín Botánico de Madrid se deben a Fernando VI que encargó por Real Orden de 17 de octubre de 1755 la instalación de un pequeño jardín en el soto de Migas Calientes, situado en el camino de El Pardo junto al río Manzanares. En esta etapa las actividades científicas se intensificaron con la presencia de boticarios, médicos y cirujanos como José Arcadio de Hortega, Joan Minuart i Parets o José Quer y Martínez y con el apoyo de nobles como el Marqués de la Ensenada. Se inicia la Botánica como nueva ciencia. Quer reunió 2000 especies a través de sus viajes por la Península Ibérica e Italia. También a este Jardín venían a parar todas las especies de las colonias americanas tras haberse aclimatado en jardines como el de la Orotava en Tenerife.

A partir de 1774, Carlos III dio instrucciones para ubicar el Jardín Botánico en su actual emplazamiento del paseo del Prado, tras decidir el monarca el traslado del existente en el soto de Migas Calientes.
Varios fueron los personajes que participaron en el proyecto como el botánico Miguel Barnades Mainader, discípulo de la Escuela Botánica de Montpellier, botánico y médico de la Real Fábrica de San Fernando, o Casimiro Gómez Ortega, botánico, médico, farmacéutico y primer catedrático del Real Jardín Botánico que organizó el jardín en tres terrazas escalonadas -plantas de América y del Pacífico, además de plantas europeas- con la ayuda del ingeniero Tadeo López. Y de forma destacada el arquitecto Francisco Sabatini, que fue el encargado de trazar los primeros planos del Botánico en las once hectáreas elegidas, y Juan de Villanueva, al que debemos también el Museo del Prado, el Observatorio Astronómico, y que preparó el RJB en distintas terrazas con jardines en forma de cuarteles cuadrados, siguiendo un trazado ortogonal y rematados en las esquinas con fuentes circulares, levantó un pabellón para invernadero, semillero, herbario, biblioteca y aula de botánica, además de proyectar la Puerta Real, de corte clásico con columnas dóricas y frontón, principal acceso desde el Paseo del Prado al recinto, que fue vallado con una verja de hierro hecha en Tolosa. Hoy el acceso al jardín se hace desde la plaza de Murillo a través del segundo acceso que levantó Villanueva. La inauguración se llevó a cabo en 1781.
El mismo año de su creación tuvo lugar la primera expedición científica española a América, en la que intervino Pedro Loffling, discípulo de Carl von Linné. El médico Celestino Mutis por orden de Carlos III fue el director en la Expedición a Nueva Granada (1783) de las que legó una espléndida colección de láminas.
El jardín se convirtió en receptor de los envíos de las expediciones científicas que auspició La Corona. Entre el siglo XVIII y XIX participó en varias expediciones:
*Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada (Colombia) con el botánico Jose Celestino Mutis.
*Expedición Botánica del Virreinato de Perú con los botánicos Hipólito Ruiz y Jose Antonio Pavón.
*Real Expedición Botánica a Nueva España (Mexico).con los botánicos Martin Sessé y José Mariano Mociño.
*Expedición alrededor del mundo con Alejandro Malaespina. Comisión Científica del Pacífico.

En la primera mitad del siglo XIX el jardín botánico se convirtió en el semillero de casi todos los países europeos, alcanzando una valiosa y notable reputación científica, se realizaron numerosos y variados manuales e inventarios y se atendieron gran cantidad de pedidos de semillas de otros jardines botánicos. Desde entonces el jardín fue visitado durante la primavera y el verano por la alta sociedad y entre sus usos científicos estaba proporcionar gratuitamente plantas medicinales a las personas necesitadas.
En 1939 pasó a depender del CSIC y tres años después fue declarado Jardín Artístico. En 1947 el jardín fue declarado Monumento Nacional y entre 1980 y 1981 fue objeto de algunas reformas, encargándose el arquitecto Antonio Fernández Alba de la remodelación del pabellón, y el arquitecto Guillermo Sánchez Gil junto al paisajista Leandro Silva de devolver a los jardines su trazado original en niveles aterrazados.
En 1992 se aprueba el Catálogo Regional de especies amenazadas de Fauna y Flora silvestres y se crea la categoría de Árboles Singulares de la Comunidad de Madrid (art. 2 del Decreto 18/1992, de 26 de marzo, del Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid) donde se definen como Árboles Singulares: “los ejemplares de flora que por características extraordinarias, por su rareza, excelencia de porte, edad, tamaño, significado histórico, cultural o científica, constituyen un patrimonio merecedor de especial protección por parte de la Administración”.
Comienza nuestro paseo por el Real Jardín Botánico con el árbol singular más antiguo
Ciprés común. Cupressus sempervirens. Familia Cupressaceae.
El “Abuelo” del RJB está incluido en el Catálogo de Árboles Singulares de la Comunidad de Madrid. Originario del mediterráneo oriental este ejemplar fue plantado durante el periodo de realización de las obras del Jardín (1774 -1781), bajo la dirección del botánico Casimiro Gómez Ortega. Con más de 240 años, 32m. de alto y 1’34 de diámetro, está situado en la terraza del Plano de la Flor, junto a la escalera cuyos escalones fueron necesarios romper para permitir que crecieran sus raíces.
Árbol de hoja perenne caracterizado por sus hojas reducidas a escamas y por su porte columnar; tiene una corteza delgada de color pardo grisáceo, con largas fisuras longitudinales que no se exfolian.
El ciprés común es una especie muy longeva que puede llegar a vivir 2.000 años y excepcionalmente alcanzar los 35 metros de altura, su madera es compacta, duradera, aromática y soporta bien la elevada humedad.
De alta y afilada copa, el ciprés es un árbol rodeado de múltiples leyendas, simboliza la unión entre el cielo y la tierra por su porte elevado y se ha considerado un símbolo funerario; está unido tradicionalmente a los cementerios, los cristianos lo asociaban a la inmortalidad y al sufrimiento, su elegante estampa hace de centinela en los camposantos para ayudar a elegir el camino adecuado de las ánimas hacia el más allá. Es uno de los árboles más mencionados en la Biblia, donde se afirma que el arca de Noé fue construida con madera de ciprés. También es citado en otras antiguas culturas como la griega, fenicia, romana y egipcia.

La madera del ciprés se utiliza en ebanistería fina, carpintería, construcción, escultura y en ocasiones en la fabricación de instrumentos musicales, en concreto, la
guitarra flamenca en que la caja confiere un sonido característico. En la antigüedad, por su firmeza y longevidad, junto con su gran resistencia a la humedad, se utilizó en la construcción de barcos como la flota del Éufrates en la campaña de Alejandro Magno y/o en la realización de los sarcófagos egipcios, como el sarcófago del faraón Tutankamón.
Además, las hojas y frutos, aportan propiedades medicinales para la salud y la belleza, son beneficiosos para el tratamiento de las alteraciones del sistema renal (infecciones urinarias), del sistema digestivo (úlceras, diarreas) y del sistema respiratorio (bronquitis, asma).
Aunque el Cupressus sempervirens es un árbol muy resistente, también sufre los efectos de algunas pestes o afecciones, por ejemplo el llamado “Cáncer de ciprés” (enfermedad que ataca a los cipreses a través de insectos que introducen hongos en la corteza provocando que las ramas se sequen y las hojas se caigan y que se desarrolla en zonas con climas húmedos). También es atacado por plagas de pulgones o de escarabajos de la corteza.
Continuamos nuestro paseo por el Real Jardín Botánico con el árbol singular más alto
Olmo del Cáucaso. Zelkova carpinifolia. Familia Ulmaceae.
De majestuoso porte, este Olmo del Cáucaso tiene el honor de ser el árbol más alto del RJB, con 40 metros de altura y 185 años de antigüedad; está incluido en el Catálogo de Árboles Singulares de Madrid. Podría ser llamada “La Abuela” del RJB.
Árbol caducifolio de crecimiento lento y longevo que puede alcanzar más de 40 m. debido a que desarrolla ramas muy largas desde su base. Es nativo de los bosques de las montañas del Cáucaso: Georgia, Turquía, Irán, Armenia y Azerbaiyán y crece en ambientes templados y húmedos; la especie fue introducida en Europa en el siglo XVIII. Tiene un gran valor ornamental. Es una especie poco extendida en nuestra península.

El tronco es de corteza lisa, grisácea con las ramas erguidas hacia arriba, las hojas son simples, alternas con bordes dentados parecidas a las del Carpe, de ahí su nombre específico “carpinifolia”. El color es verde intenso, que se torna rojizo en otoño.
La copa es muy densa, sus abundantes ramas, que brotan de un mismo punto, son flexibles, verticales, ascendentes y muy alargadas. Árbol monoico con disposición de las flores masculinas en la base y las femeninas en la parte superior sobre las axilas de las hojas, fruto drupáceo, pequeño e irregular.
La madera es de buena calidad, dura y compacta y se utiliza en construcción de vigas y travesaños, en carpintería, en ebanistería y en fabricación de instrumentos musicales.
El ritmo de las estaciones revela la belleza de este hermoso árbol, Zelkova carpinifolia, como se aprecia en las imágenes adjuntas en distintas estaciones del año.



