La iglesia que se abre en la confluencia de la calle Bailén, la Vía de San Francisco y la Carrera de San Francisco, no es la primera sino
la cuarta que se levanta en ese mismo solar. La primera, según cuenta la tradición, se levantó sobre el terreno que se le ofreció al mismo San Francisco de Asís cuando en 1214 pasó por Madrid en su peregrinaje a Santiago de Compostela. Posteriormente se levantó un eremitorio al que llamaron cuarto viexo que tenía una fuente, considerada milagrosa, y una ermita dedicada a la Virgen, y la tercera se levantó en el siglo XIV, primero con el nombre de Jesús y María, y más tarde, de San Francisco, ya que así era como se le conocía en Madrid.
Fue este templo de estilo gótico el que alcanzó el sobrenombre de 'el grande' gracias a las donaciones de las familias nobles madrileñas que, como los
Ruy González del Clavijo, Zapata, Luján, Luzón Vargas y Ramírez fundaron capillas para ser enterrados en ellas lo que hizo que el edificio ocupara una extensión mayor que la del convento de San Francisco de Paula que se levantaba en la carrera de San Jerónimo.
Por fin, en el siglo XVIII la orden franciscana acometió la construcción del actual templo. El 8 de noviembre de 1761 se colocó la primera piedra del edificio que, inicialmente, iba a ser proyectado por Ventura Rodríguez pero que, finalmente, se encargó a
Francisco Cabezas, un franciscano que levantó la base del edificio y que paró cuando un dictamen de la Academia de Bellas Artes indicó que los muros construidos no iban a poder sustentar la inmensa
cúpula de 33 metros proyectada. Retomó la obra
Antonio Pló que logró cerrar la cúpula en 1770, aunque no la concluyó por falta de dinero. Entre 1776 y 1784 se acometieron las obras que finalizaron el templo bajo la dirección, primero, de
Francisco Sabatini, ayudado por
Miguel Fernández. Con todo, sorprende que cuando Carlos III asistió a la misa de inauguración celebrada el 6 de diciembre de 1784 solo hubieran pasado
23 años desde la iniciación de las obras.
La construcción fue costeada por la
Obra Pía de los Santos Lugares, una singular institución cuya relación con los franciscanos viene de antiguo. La orden franciscana , protegida por los reyes de Nápoles y Aragón, se estableció en Jerusalén en 1219 para cuidar los Santos Lugares. Inicialmente, hubo comisarios en distintos países para captar los donativos pero, finalmente, se decidió crear una institución para gestionar y administrar los donativos de toda la Cristiandad y atender los gastos que exigían la conservación, reparación y recuperación de los santos lugares y el sustento de los peregrinos y de los frailes franciscanos encargados del culto.
La Obra Pía, que fue reorganizada por Carlos III en 1772, pasaría a depender del Estado en 1837 a raíz de que se acordara la supresión de las órdenes religiosas en España. La institución quedó entonces bajo la dependencia del ministerio de Hacienda del que pasaría al de
Asuntos Exteriores. Hoy, el ministro José Manuel García- Margallo ocupa la presidencia de la Obra, en tanto la vicepresidencia le corresponde al rector de San Francisco el Grande.
De aquella basílica, levantada con los fondos de la Obra Pía, hoy ha desaparecido la parte del convento que ocupaba el ala sur, ocupada por una
dalieda abierta en 2007 sobre los terrenos que compró el Ayuntamiento, ya que los franciscanos no necesitaban ya un edificio tan grande como el que se había construido en el siglo XVIII cuando vivían 150 religiosos. "Hoy tan solo vivimos aquí ocho y, de ellos, dos están yendo y viniendo a Tierra Santa", dice
Jesús España, rector de la basílica.
Y es que allí, em Tierra Santa, hay unos 300 franciscanos de todas las nacionalidades. "Su misión no es sólo
cuidar de los Santos Lugares como el Santo Sepulcro o la basílica de la Natividad o mantener la facultad de Estudios Bíblicos de Jerusalén; también hacemos una
labor social en colegios y hospitales atendiendo no solo a cristianos a judíos y árabes y participamos en algunas
excavaciones para lo que la orden tiene hasta arqueólogos que se ocupan de dirigir los trabajos antes de que se acometa una obra en aquellas zonas con interés religioso. Lamentablemente, esta labor ahora se ha hecho más difícil a causa de la situación que se vive en la zona", reconoce España.
Del mantenimiento de la basílica de San Francisco se ocupa, por tanto, la Obra Pía, reconocida por ley en 1940 como una
institución autónoma con personalidad jurídica y patrimonio propios cuyo fin es cooperar religiosa y humanitariamente y difundir la cultura de España entre los pueblos del Mediterráneo y Oriente. De hecho, San Francisco es su inmueble más importante, y el que se lleva la parte del león de los gastos. "Obtenemos nuestros ingresos de lo que producen varios fondos financieros, del alquiler de los edificios que posee la Obra Pía, de la venta de algún terreno y de las entradas para visitar la basílica", dice
Gabriel Ferrán, director de relaciones con la Santa Sede y de la Obra Pía, institución que posee media docena de edificios y una decena de parcelas.
"Con ello abordamos el mantenimiento del edificio, cuyo
principal problema es el agua. Se han cambiado las cubiertas pero aún tenemos pendiente la restauración de algunas capillas afectadas por la humedad y el saneamiento de la fachada que da a la dalieda", añade Ferrán. Y eso que
en 2001 terminó la última gran reforma acometida en el templo que supuso la presencia de
andamios durante 29 años y que, por su envergadura, ayudó a costear el Ministerio de Cultura.
La rehabilitación realizada logró devolver la luminosidad a este templo que resume la historia de España de los siglos XIX y XX. Ocupado por los franceses en 1808, José Bonaparte quiso instalar allí las Cortes y fue convertido en
Panteón Nacional en 1837, destino que no fue efectivo hasta que en 1869 comenzó el traslado de los restos de hasta
14 personajes de la Historia de España: Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán; Garcilaso de la Vega; Juan de Mena; Ambrosio Morales; Alonso de Ercilla; Pedro Pablo Abarca, conde de Aranda; Andrés Laguna; Federico Gravina; Juan de Lanuza; Francisco Quevedo; Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada; Ventura Rodríguez, Juan de Villanueva y Pedro Calderón de la Barca cuyo coche fúnebre fue el primer vehículo en atravesar, en 1874, el recién inaugurado viaducto de la calle Bailén.
Este primer intento serio de crear un panteón nacional duró poco, pues, cinco años después, los restos de estos personajes fueron reclamados por sus familiares o sus poblaciones de origen, lo que hizo que el templo cerrara sus puertas hasta que en 1881
Antonio Cánovas del Castillo, entonces presidente del Gobierno, decidió hacer de San Francisco el monumento artístico que es hoy. Fue entonces cuando se colocaron las 19 campanas (fabricadas en la casa londinense Warner & sons), las seis estatuas de la fachada neoclásica, las siete puertas de nogal del pórtico, las vidrieras de la cúpula de la casa Mayer de Múnich, las estatuas, las verjas, los lienzos, los altares... , es decir todo lo que hace de San Francisco un templo del siglo XIX a pesar de haber sido construido cien años antes.
Hay, sin embargo, testimonios artísticos del XVIII como el lienzo de la Inmaculada Concepción de
Mariano Salvador Maella que preside la capilla de San Antonio, o el dedicado a San Bernardino de Siena predicando ante Alfonso V, realizado por
Goya que preside la capilla de este santo. Hay incluso alguno anterior como la
virgen del Olvido, que da nombre a la capilla y que es llamada así por una pequeña imagen de madera de la Virgen que, colocada en una vidriera bajo el coro, fue 'olvidada' hasta que en 1639 se halló durante unas obras. Pero si hay un espacio que impresiona al visitante es la
rotonda, la gran nave circular central, flanqueada por las seis capillas laterales y la capilla mayor, que tiene la misma circunferencia que la cúpula que se levanta sobre ella a
42,90 metros de altura en su punto central.
Una gran pinacoteca religiosa
Repasar las firmas de las obras expuesta en estas seis capillas sería como hacer un listado de los artistas españoles de los siglos XVIII y XIX: Casto Plasencia, Francisco Jover, Martínez Cubells, José del Castillo, Moreno Carbonero, Eugenio Oliva, Menéndez Pidal, González Velázquez, Gregorio Ferro.... En la capilla mayor, destacan las pinturas murales de Manuel Domínguez y Alejandro Ferrant dedicadas a escenas de la vida de San Francisco y al origen del jubileo de la
Porciúncula, nombre de la capilla donde se creó la orden franciscana y que hoy forma parte de la basílica de Asís, dedicada como San Francisco el Grande a Nuestra Señora de los Ángeles.
Pero no acaba ahí la colección pictórica pues el templo cuenta con unas galerías a las que llama precisamente
"la Pinacoteca" en la que se muestran hasta 51 cuadros, la mayor parte de gran formato, cedidos algunos de ellos por el museo del Prado y firmados por autores como Gaspar Crayer, Vicente Carducci, Antonio Carnicero, Alonso Cano o Lucas Jordán. "Vamos a cerrar precisamente esas salas que forman la pinacoteca para poder restaurar paredes, mejorar la iluminación y colocar los lienzos por orden ya que todos están referidos a escenas de la vida de San Francisco, por lo que podemos representar la vida del santo desde su nacimiento hasta su muerte", dice Ferrán.También hay cuadros en la
sala capitular, la
antesacristía, la
sacristía y el
coro. Por tener pintado, hasta uno de los dos órganos que se ven en el coro es falso pues, de cerca, se comprueba que es un lienzo en el que se han reproducido los tubos del instrumento.
Pero no solo hay pintura. La rotonda está bordeada por
doce grandes estatuas en mármol blanco de los apóstoles; en la capilla mayor, flanqueada por
dos púlpitos diseñados por Amador de los Ríos, se pueden ver las estatuas de los
cuatro evangelistas y los 26 asientos de la sillería renacentista procedente del monasterio segoviano de
Santa María del Parral, la más importante que queda después de que fuera devuelta la
sillería de El Paular que se encontraba en el coro.
Tras la restauración de 1881, la basílica fue abierta al culto pero a cargo de un cabildo de sacerdotes. "Afortunadamente, el padre Juan Rodríguez Legísima, que era franciscano, se empeñó en conseguir la devolución de la iglesia. Hasta estudió Derecho. Al final, lo consiguió", apunta el rector. Los franciscanos volvieron así a ocuparse del templo desde 1927. Durante la guerra civil, la basílica fue convertida por el gobierno de la República en
almacén del patrimonio artístico incautado para preservarlo del pillaje. "Lo curioso es que la cripta que está bajo la rotonda fue convertido en polvorín", dice el rector de la basílica.
"Luego Franco vino muchas veces a actos religiosos. Era
la iglesia del Régimen", dice España. "Él se sentaba en la rotonda y los guardias armados que le protegían se ponían en las mismas ventanas desde donde, en los siglos XVIII y XIX, los reyes seguían las ceremonias religiosas". Hoy el templo se convierte, de vez en cuando, en escenario artístico donde celebrar conciertos. Un destino más acorde a la riqueza de esta basílica circular.
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