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TAL DÍA COMO HOY

 Fue Diego Mazquiarán, el "Fortuna", el que al encontrarse al toro en la Gran Vía, decidió matarlo con el abrigo puesto.
Fue Diego Mazquiarán, el "Fortuna", el que al encontrarse al toro en la Gran Vía, decidió matarlo con el abrigo puesto.

Cuando la Gran Vía se convirtió en una plaza de toros

Por MDO
miércoles 23 de enero de 2019, 08:06h
El 23 de enero de 1928, los vecinos y transeúntes de la Gran Vía se convirtieron sin comerlo ni beberlo en espectadores de una corrida de toros protagonizada por el diestro ‘Fortuna’, que lidió a un toro que desde las ocho de la mañana llevaba sembrando el caos por las calles de Madrid.

Un toro bravo desmandado. Una mujer herida gravemente. Siguen los revolcones y cogidas. Pánico en el mercado de San Ildefonso. El bicho en la Gran Vía. El diestro «Fortuna» se las entiende con el bicho. «Fortuna», previa buena faena, despacha el toro. Así resumía ABC en la entradilla de su crónica uno de los hechos más curiosos que han ocurrido en la capital.

El 23 de enero de 1928, un toro “negro, grande y desarrollado de pitones”, como así fue descrito, y una vaca se salieron de su camino mientras eran conducidos por el camino de Extremadura. El vaquero fue incapaz de controlarles, por lo que se sembró el pánico por las calles del centro de Madrid.

Los dos animales emprendieron su paseo por la Cuesta de San Vicente hasta llegar a Plaza de España, donde allí se encontraron a algunos “toreros” que trataron de lidiarles sin éxito. Este paseo turístico por el centro de Madrid continuó por la calle Conde de Toreno y Leganitos, donde se llevaron por delante a una mujer de 66 años. La señora, al no poder correr para guarecerse, fue volteada por la res y trasladada en estado grave a la Casa de Socorro con múltiples contusiones.

Tras dejar a su paso a unos cuantos heridos más, el toro y la vaca decidieron hacer un alto en el camino y tomar un piscolabis en el Mercado de San Ildefonso ante la atónita mirada de los comerciantes, que observaban como las reses se alimentaban con sus hortalizas y destrozaban sus cuidados puestos.

Tras esta parada para reponer fuerzas, el toro decidió seguir su camino y aterrorizar a los viandantes de la Gran Vía, sin saber que esa elección sería la que le llevaría a la muerte.

Una plaza de toros improvisada

Mientras el toro atormentaba a los paseantes y seguía dejando más heridos tras sus pasos, se dio la casualidad de encontrarse allí Diego Mazquiarán ‘Fortuna’, el que sería su verdugo.

El torero caminaba junto a su esposa esa mañana por la Gran Vía y al ver semejante esperpento decidió lidiar al animal para poner fin al caos desatado. El diestro pidió a un joven que condujese hasta su casa, donde guarda sus espadas, para que le trajese una y así poder rematar la faena.

En cuanto tuvo el instrumento, la Gran Vía se convirtió en una plaza de toros y los viandantes y vecinos, como si en el tendido estuvieran, fueron el público de esta espontánea corrida. Tras varios pases y un par de estoques –en el que un policía salió herido–, ‘Fortuna’ remató la faena.

La res cayó sobre los adoquines y el torero, entre una gran ovación, fue trasladado en hombros hasta un café de la calle Alcalá, y varias personas recorrieron los comercios de alrededor pidiendo firmas para otorgarle la cruz de Beneficencia por salvar del caos a los vecinos de Madrid.
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