Roma no paga traidores ni el PP, a sus fieles. Ángel Garrido (Madrid, 1964) no encabezará la lista azul para la Comunidad de Madrid el próximo 26 de mayo tras haber levantado una de las mayores crisis institucionales que ha sufrido el partido de Pablo Casado en territorio castizo porque éste ha elegido a Isabel Díaz Ayuso.
Pese a que ha estado en la terna hasta el final, la balanza se ha inclinado hacia la derecha y no hacia el centro, donde siempre ha orbitado altanero el dirigente regional. Así, dentro de cuatro meses finalizará el peregrinaje en la Presidencia del fontanero perfecto, como le definen sus cercanos. Para entonces, Garrido ya habrá alcanzado el año en la Puerta del Sol, un tiempo en el que ha podido aprobar unos Presupuestos, estar en todos los guisos y dar mucho juego con su no-candidatura.
Respecto a su futuro, es una incógnita, toda vez que cuenta con varias opciones encima de la mesa, entre las que se barajan integrarse en la lista para la Asamblea, volver al Ayuntamiento, irse al Congreso de los Diputados o viajar hasta el Parlamento Europeo. No obstante, esto dependerá también de la nueva dirección del PP de Madrid, que está dirigido ahora por una pseudogestora. Quién sabe si dará la batalla para suceder -de verdad- a Cristina Cifuentes como barón popular en la organización.
Plazas difíciles y casi imposibles
Con todo, Garrido podrá presumir de haber salvado al PP en infinidad de veces. Antes de ser presidente del Ejecutivo regional, fue durante años concejal presidente de distritos que han contado con una animadversión innata contra su partido, como son Villa de Vallecas, Latina o Usera. En su periplo municipal -que comenzó en la capital en 1999-, también se puso al frente de Chamberí o Retiro. En 2011 fue nombrado Presidente del Pleno y en los siguientes comicios, Cifuentes le invitó a unirse a un proyecto que ninguno de los dos imaginaron tan corto e intenso.
Cuando ésta fue investida como máxima responsable de la región, Garrido accedió a ser su número dos, su incansable aliado, pues si por algo destacaba Cifuentes que no fuera su personalidad o su coleta, era por aglutinar enemigos por donde fuera. Y en el PP tenía muchos debido a sus ínfulas progresistas.
Completó casi tres cuartos de Legislatura como Consejero de Presidencia y Justicia en los que también actuó como portavoz. Hasta el famoso máster. Una vez estalló el escándalo, su Gobierno se inmiscuyó en una deriva que duró 35 días y que se acabó con la retirada de quien ahora se dice abogada. Por entonces, el PP nacional, con Mariano Rajoy al frente, se debatió entre una serie de nombres entre los que salió él. Y entonces llegó la calma.
La sombra de Cifuentes, aunque alargada, se difuminó en semanas debido a dos cosas: la volatilidad de la política y el buen hacer de su sucesor, que ha casi terminado la labor de la dimitida y que ha logrado dar a la región lo que más valora un vallecano del estilo de Garrido: la estabilidad. Quién sabe si la encontrará fuera de la Real Casa de Correos.