Este martes se cumplen 34 años de la inauguración del centro comercial La Vaguada, un proyecto que provocó una amplia contestación vecinal a mediados de los setenta y que, una vez consolidado, cambió por completo el concepto de ocio y compras de los madrileños.
Ya forma parte inconfundible del paisaje urbano del norte de Madrid, pero hubo un barrio del Pilar pre-Vaguada que peleó para que el proyecto se adaptase a las necesidades de la zona. Este martes, unos días después de que los promotores de aquel primer centro comercial del Madrid moderno dieran a luz a su segunda criatura en la ciudad -el Plaza Río 2, con también no pocas trabas hasta obtener luz verde y cambio de Ayuntamiento por el camino incluido-, se cumplen 34 años de la inauguración de La Vaguada.
Fue el 24 de octubre de 1983. El por entonces alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, acudía a la inauguración del Centro Comercial Madrid 2 La Vaguada, un proyecto que arrancaba casi una década antes y que se encontró con la oposición vecinal en sus orígenes.
En 1973, la constructora Banús vendió a La Henin unos terrenos en el barrio del Pilar en los que la firma francesa proyectó la construcción de un gran centro comercial, el primero en Madrid de un concepto multisectorial ahora normalizado pero que suponía una verdadera innovación en el momento, importada de Estados Unidos y que pretendía revolucionar el ocio de los madrileños, proponiendo una manera de comprar, pasear, ir al cine o cenar en un mismo recinto enorme y cerrado.
Sin embargo, el complejo contó con el rechazo de los vecinos del barrio, que demandaban la necesidad de zonas verdes y otras dotaciones en la zona. A partir del año 74, el movimiento vecinal se aglutinó en torno a la asociación La Vaguada es Nuestra, que sumó además el apoyo de pequeños comercios de toda la capital que veían en el nacimiento de estas macrosuperficies el principio de su declive.
La renegociación del Gobierno de Tierno Galván
La llegada al Gobierno municipal del socialista Tierno Galván con el apoyo del PCE en las primeras elecciones democráticas tras la dictadura, en 1979, puso el proyecto entre interrogantes y llenó de optimismo a los vecinos que se oponían a su desarrollo, ya que el nuevo alcalde se había mostrado favorable en campaña a destinar los terrenos a una gran zona verde que actuara como pulmón verde el ya por entonces congestionado barrio del Pilar.
Sin embargo, una vez al frente del Consistorio, el primer alcalde del Madrid democrático reconoció que la concesión de la licencia a la empresa francesa por parte de la anterior Corporación Municipal restringía las posibilidades de maniobra. La anulación del proyecto supondría el pago de indemnizaciones millonarias a los promotores -de hasta 300.000 millones de pesetas, según informaron los medios de la época-, por lo que se optó por renegociar algunos extremos del proyecto para limar las asperezas iniciales de los vecinos. Así, el centro comercial ofrecería 56 puestos de trabajo a parados de la zona y, dentro de las parcelas que se iban a destinar al complejo, se construiría un centro cultural, una biblioteca, una piscina municipal, un centro de saldu y un parque.
Con este acuerdo en zona tibia, arrancaron las obras al inicio de 1983, unos trabajos que los vecinos llegaron a intentar paralizar enfrentándose a los vigilantes jurados con el resutlado de siete heridos y decenas de personas en la comisaría. A pesar de la presión vecinal, a finales de octubre de 1983 se abrió al público con la visita del propio Tierno Galván. Las protestas fueron poco a poco diluyéndose y los residentes del barrio terminaron acudiendo en masa a La Vaguada, que recibe unos 30 millones de visitas anuales.
Diseño 'manriquista'
La polémica volvió décadas después a La Vaguada, cuando dos de los rasgos que la habían hecho más amable a la vista de los críticos se vieron amenazados: el diseño de César Manrique y la Plaza de los Artesanos.

El edificio original de La Vaguada fue diseñado por el arquitecto canario César Manrique, que dio al conjunto las claves de su estilo integrador de ambientes naturales dentro del edifcio: zonas de descanso con cascadas y fuentes y entrada de luz natural desde el techo. La idea, según el propio Manrique, era la de dar "solución a la barbaridad urbanística que supone este cinturón de hormigón", en referencia al proyecto de ampliación de la M-30 que en los ochenta también enfrentó a los vecinos de El Pilar con los responsables de la ordenación urbanística madrileña. Por eso, cuando se planteó su reforma, ya fallecido el arquitecto, la Fundación César Manrique se puso en posición de batalla.
La modernización del espacio eliminó algunos elementos propios de la arquitectura 'manriquista', como las cascadas, que generaban humedades, y las zonas de descanso, que estaban hechas con cuarcita recubierta de cera y resbalaban, según la dirección de La Vaguada; sí se mantuvieron otras de las características de obra de Manrique, como las jardineras de la entrada y las velas del techo.
La Plaza de los Artesanos
Por otro lado, desde su inauguración, había funcionado en el corazón del centro comercial la llamada Plaza de los Artesanos. Durante 22 años, artesanos de diversos gremios ofrecieron allí sus artículos y trabajaron bajo la mirada de los viandantes, un guiño al comercio tradicional y al pequeño comercio, que logró un espacio reservado en el nuevo y arrollador concepto de consumo. Sin embargo, el descenso del número de artesanos
Hasta 2005, se mantuvo una zona llamada Plaza de los Artesanos en la que durante 22 años artesanos de diversos gremios ofrecían sus artículos y trabajaban bajo la mirada de los viandantes. En ese año, la propiedad del centro comercial decidió destinar ese espacio a otro uso y no renovar el contrato a los poco más de una decena de negocios -de los 30 que se abrieron en el 83- de cerámica, textil y otras artesanías que quedaban en la plaza.
Nueva reforma
Con la proliferación de centros comerciales dentro y fuera de la ciudad, La Vaguada se echó años encima de golpe: algunos comercios bajaron el cierre, las tiendas más punteras no contemplaban el complejo del barrio del Pilar dentro de sus planes y el propio aspecto del centro quedó envejecido. Por eso, en 2008 se proyectó un lavado de cara, que incluía el cambio del logotipo, el acortamiento del nombre -del oficil Centro Comercial Madrid 2 La Vaguada, al popular La Vaguada- y una pequeña reforma que añadía una marquesina del acceso principal, entre otros cambios.