El 25 de septiembre de 1850, se demolía la casa de Tócame Roque, que taponaba la salida de la calle Barquillo.
“¡Esto parece la casa de Tócame Roque!”
Esta expresión de la cultura popular madrileña es utilizada para explicar una situación de complicada convivencia.
La casa de Tócame Roque era una corrala con barandillas de madera abiertas a un gran patio de vecinos, tan populoso, que se terminó conociendo como un lugar donde todo era barullo y cada uno hacía lo que le venia en gana. Este barullo hacía que la convivencia familiar fuera casi pública, haciendo que los vecinos se enterasen de todo.
De esta incómoda situación en la que la vida privada no existe, surgen las leyendas sobre el origen del nombre del inmueble. La leyenda, recogida por Fernández de los Ríos en su Guía de Madrid, afirma que la casa fue heredada por dos hermanos, Juan y Roque, que no se pusieron de acuerdo en nada. Ambos discutían pretendiendo que la herencia les correspondía por entero. Así, Juan le decía a Roque: "Tócame, Roque". y Roque contestaba: "La casa tócame a mí, Juan". Y como la disputa duró años, la casa se quedó con ese nombre: Tócame Roque.
Escenario de historias y sainetes
Desde el siglo XVIII, perteneció a Martín Hercé, y posteriormente al Conde de Polentinos, que la mejoró y la amplió hasta su derribo, que fue ordenado en pleno municipal de 23 de agosto de 1849 justificado con el fin de dar salida a la calle de Barquillo y encontrarse con la que es Fernando VI. Pero sus vecinos se atrincheraron e impidieron la actuación municipal.
El 25 de septiembre de 1850 salieron de ella las últimas 50 familias y se derribó. Fue tal el alboroto que el diario La Época escribió sobre el suceso: "La última batalla de los vecinos de la casa de Tócame Roque ha sido de las más ruidosas. Los inquilinos de la memorable huronera se han defendido como unos héroes antes de capitular con el casero y de resignarse a salir con los trastos al arroyo. Jamás se vio propietario alguno en aprieto tal para obligar a sus contribuyentes a hacer un mutis".
Con el derribo de la casa, se iba uno de los símbolos madrileños, cuyo recuerdo quedaría en la memoria de los ciudadanos y en la literatura, ya que en este alocado edificio se ambientó, entre otras obras, el sainete de Don Ramón de la Cruz llamado por su autor La Petra y la Juana o El Buen Casero y que se conoce popularmente como La Casa de Tócame Roque, y la novela Tócame Roque de Ortega Frías.
El Ayuntamiento de Madrid, en 1991, colocó una placa conmemorativa en el histórico emplazamiento de la vivienda.