Si yo fuera Pedro Sánchez me aseguraría que todas las humillaciones públicas hacia mi persona, los desprecios constantes cuestionando mi valía política, y el insulto en forma de verborrea osada hacia todo un partido centenario no quedasen en nada.
Esta semana el rey Felipe ha convocado otra nueva ronda de consultas para ver si ocurre lo que no parece que vaya a pasar. Felipe VI no debe salir de su asombro por la inédita situación y la mala predisposición de los políticos españoles a ponerse de acuerdo, sin olvidar en ese proceso, que deben ser hombres con altura de estado y responsabilidad de esfuerzo. Pero si yo fuera Pedro Sánchez escucharía un poco más allá y dejaría de tender mano ni oídos de una santa vez a quien tanto le ha ninguneado, a quien tanto le ha negado una abstención, a quien sin tener nada o poco con lo que jugar, se la ha jugado.
Cabe recordar que la alcaldía de Madrid ha sido un regalo, codiciado por todos, que el Partido Socialista madrileño, como en muchos otros sitios de España, ha sido el dador del gran presente para quienes hoy parecen despreciar su candidatura a presidente del gobierno de España, los mismos que le han negado la mayor de manera repetida, diaria y públicamente.
A día de hoy Antonio Miguel Carmona es quien debiera ocuparse y preocuparse de que tanto desprecio público no quede impune. Él, como responsable que es, debe analizar a quién mantiene en su partido socialista dándoles su apoyo; viendo en qué y cómo se nos va el dinero madrileño; como por ejemplo las casas sociales, que estaban destinadas a familias con necesidad, hoy ya sean 400 las que han caído en manos de okupas, a los que supongo que, como ya ocurre en Barcelona, costeamos agua y electricidad con dinero público, mientras las calles de Madrid parecen cada vez más un estercolero generalizado. O se amplían los ingresos destinados a redes sociales y campañas de marketing de imagen (ya saben ustedes que la imagen propia lo es todo, para parecer ser lo que no se es). A muchos nos gustaría conocer el dato real sobre el número de contratos menores de 18.000 euros que ha firmado en el marco del consistorio madrileño de Carmena desde que ocupa la alcaldía; pero si yo fuera Pedro Sánchez si que le cuestionaría a sus responsables políticos de Madrid sobre este peliagudo asunto. Porque una cosa es predicar con soflamas y otra bien distinta es dar trigo, que aquí trigo a los ciudadanos o la mejoría para estos, se ha visto poco.
Y ya que estamos en materia, falta haría que alguien se preocupara de cómo está el firme de muchísimas calles del centro de Madrid, por las que pagamos un impuesto de circulación, donde te dejas las ruedas de tanto agujero infame que hay por doquier, mientras el dinero de los contribuyentes se destina a absurdos múltiples, como cambiar las bicicletas por otras costosísimas invisibles que no necesitamos, o financiando internacionales asuntos absurdos.
Si yo fuera Pedro Sánchez me preocuparía de quiénes son mis verdaderos compañeros de travesía, quiénes le han dado un voto de confianza sin pedir mas que programa político y no prebendas en forma de asientos, poder y con ese poder tanto desvarío de ansia política.
Si yo fuera Pedro Sánchez Castejón miraría mucho con quién quiero asociarme a futuro, y aún más a presente, aunque se vaya uno de Feria de Abril y todo el monte parezca orégano; porque como dice un viejo escrito tan antiguo como la Biblia, “las malas asociaciones echan a perder los hábitos útiles”, aunque en esto de la política de nuestro país hoy hemos perdido el pudor y parece que todo vale; pero no todo debiera valer, ya que, a pesar de las campañas machacantes de descrédito y mala intención por parte de partes interesadas, los ciudadanos tienen ojos y ven, tienen inteligencia y entienden, y a veces desde la calle no se comprende que se trague tanto a cambio de una paga o un sillón, que, aun siendo el más deseado, no vale la dignidad de un hombre.
Pero… yo no soy Pedro Sánchez.