Alberto Delgado Cebrián tiene un árbol genealógico que impresiona. Casi tanto como su currículo profesional en el ejercicio del periodismo en todos los medios. Cuando ya ha pasado la barrera de los ochenta años, se ha decidido a publicar Memorias (apresuradas) de un periodista de la Transición (Ediciones El Forastero, 2020). Es de los pocos supervivientes de las primeras generaciones de cronistas parlamentarios durante esa época apasionante de la política española. Aunque comenzó su andadura periodística con apenas dieciocho años, logró una gran popularidad gracias a los telediarios, donde era conocido como ‘el de las Cortes’. De reseñar las sesiones de las cámaras, pasó a ser el presentador del telediario de las nueve de la noche:
--Yo llegué a TVE gracias a que Adolfo Suárez fue nombrado director general de la misma. Él designó a Rafael Ramos Losada para dirigir los informativos y, finalmente, éste me ofreció entrar en televisión. Yo no había trabajado en ese medio hasta entonces. Mi trabajo de aquella época estaba en la agencia PYRESA. A su director, Jaime Capmany, no le gustó nada que quisiera probar suerte. Además, me pagaban 35.000 pesetas. Todo acabó arreglándose gracias a que la agencia se quedaba con 5.000 pesetas de ese sueldo. Claro que ese ‘traspaso’ no duró mucho.
La otra pasión -que le viene de familia- del señor Delgado es el teatro y el cine. Su rama paterna arranca en la legendaria Balbina Valverde, su bisabuela, primera actriz del teatro Lara durante treinta temporadas consecutivas. Falleció en 1910. Su hija, Julia de Lara, se casó con el polifacético Sinesio Delgado, periodista, dramaturgo, empresario teatral y uno de los fundadores de la actual SGAE, cuando solo era la Sociedad de Autores Españoles. Y con su hijo Fernando Delgado entró el cine en la familia. Habiendo comenzado como actor, se convirtió en uno de los pioneros del cine mudo español, filmando películas como Pitusín, Currito de la Cruz o ¡Viva Madrid, que es mi pueblo. Uno de sus cinco hijos, Luis María Delgado, sería uno de los grandes profesionales de la pantalla en el siglo XX. Otro de sus hijos, Alberto, tiró por el camino de la información. Aunque nunca pudo desligarse de la escena, entre otras razones porque su padrino fue el famoso actor Alberto Romea. Como escribe en uno de los capítulos de sus memorias:
--Mi relación con el teatro ha sido muy intensa en mi infancia y juventud y en esta última etapa de mi vida, casi inexistente. El teatro ha sido y es para mí algo mágico, producto más del sueño que de la realidad.
Aunque a lo largo del libro traza numerosos apuntes de esta relación y de sus familiares artistas, parece evidente que se quedará por escribir la gran historia de Balbina Valverde, de su hermano Joaquín y de su sobrino ‘Quinito’ Valverde. Los dos últimos, compositores de numerosas partituras populares:
--De la rama de Joaquín Valverde, el hermano de mi bisabuela, apenas quedan descendientes. Y estos conocen muy poco de la historia de sus antepasados. Y eso que Joaquín -en colaboración con Chueca- compuso zarzuelas como La Gran Vía, Cádiz o El año pasado por agua. Su hijo, Quinito Valverde, logró triunfar en París y en Broadway en las primeras décadas del siglo XX. Murió con cuarenta y tres años en un accidente ocurrido en México. No tuvo descendientes. Así que reconstruir la historia de estos tres personajes de la escena española y del género chico, va a ser muy difícil.
Hoy solo Alfonso Delgado, uno de los nueve hijos de Luis María, sigue en el mundo del espectáculo como actor.
Alberto es el último de los bisnietos de Balbina y de los hijos de Fernando Delgado, que vive. Por eso el testimonio de estas memorias es impagable para los amantes del teatro y del periodismo. Y se siente orgulloso porque su bisabuela, su abuelo y su padre, tienen calles dedicadas en Madrid.