Los poderes han intentado e intentan denigrar el feminismo como algo trasnochado, casposo, y pasado de moda. Pero el feminismo es una ideología transversal, y mientras la precariedad siga teniendo rostro de mujer, mientras sean asesinadas día a día mujeres por la barbarie machista, mientras la mujer siga siendo cosificada en publicidad y medios de comunicación, el feminismo existirá y será imprescindible. Han sido siglos de patriarcado y los tics machistas son muy difíciles de extirpar, por lo que la pedagogía sigue siendo imprescindible.
Es evidente que hombres y mujeres somos diferentes. El objetivo es que hombres y mujeres gocen de los mismos derechos, algo aún muy lejano en nuestro país. Los datos del paro registrado lo demuestran. El pasado mes de mayo las mujeres ya suponían el 57,3 por ciento del paro registrado, con una brecha de género de casi 15 puntos, según los datos oficiales. Casi dos millones de mujeres engrosan las listas del paro, setecientas mil más que hace diez años. Es decir, casi veinte puntos porcentuales más.
Es indudable que la precariedad laboral tiene rostro de mujer. Las mujeres de la región de Madrid tienen trabajos más precarios que los hombres. Las mujeres padecen pobreza laboral, están abocadas a la exclusión social. Entre las mujeres trabajadoras, la brecha salarial supone más de 6.000 euros frente a los salarios masculinos, las mujeres empiezan a sufrir más accidentes in itinere que los hombres por el estrés laboral y familiar que padecen.
Hay que combatir las permanentes argucias empresariales que promueven las medias jornadas laborales de las mujeres; hay que pelear para que las mujeres no tengan que abandonar el mercado laboral cuando son madres. Esa temporalidad y esas excedencias propician nuevos contratos precarios para otras mujeres, con lo que entramos en un bucle interminable de inseguridades laborales feminizadas.
Es esta una de las grandes preocupaciones de CCOO de Madrid, una región en la que no existen programas para combatir la violencia de género, cuando este capítulo debería ser recogido de una manera estelar. Violencia que también se da en el marco laboral y que intentamos combatir a través de la negociación colectiva, los convenios y los planes de igualdad. También en este sentido, la reforma laboral supone una rémora que hay que eliminar más pronto que tarde.
Es en este escenario de la violencia de género en el que nos situamos, hace ya tiempo, a la cabeza de la reivindicación de un Pacto de Estado contra la violencia machista. Un pacto que, evidentemente, requiere de un presupuesto para poder ser ejecutado con resultados. No hablamos de una declaración de intenciones sino de tomar medidas contundentes y atacar el problema desde la raíz, esto es, la educación.
Cada día vemos, también entre las izquierdas, actitudes que dan alas al machismo. Respetar a la mujer, y también enseñar a la mujer a respetarse, es una tarea que debe comenzar en la escuela. La educación en colegios e institutos para acabar con la violencia física y psicológica es fundamental; pero también para generar conciencia crítica frente a esos medios de comunicación, películas, series televisivas o publicidad que nos machacan permanente con mensajes machistas, a veces disfrazados de igualdad.
Por todo ello es imprescindible la labor de las secretarías de Mujer que conforman las Comisiones Obreras, trabajando muchas veces desde el puro voluntarismo. Las mujeres concienciadas de CCOO nos enseñan que el sindicato debe participar de las acciones globales del movimiento feminista, que en el sindicalismo, el feminismo es imprescindible para cambiar las cosas.
Nos enseñan que la unidad, la complicidad entre mujeres, la sororidad es imprescindible en un mundo banal y repleto de intereses económicos y también partidistas.
Jaime Cedrún
Secretario general de CCOO de Madrid