En el cementerio de Santa María una sencilla tumba recuerda a una de las actrices más populares en Madrid durante cincuenta años: Loreto Prado. A la cabecera de la sepultura, una cruz de mediano tamaño, rodeada por una corona de laurel, muestra un medallón con la efigie de la actriz. La erosión ha ido desdibujando el perfil, gráfica metáfora de cómo el tiempo difumina el recuerdo de quienes fueron un día famosos. Sobre la losa, una sencilla inscripción: Loreto Prado. Genial y popular actriz. 25 de mayo de 1943.
Originalmente se grabaron en la piedra unos versos que escribió Pilar Millán Astray, la autora de La tonta del bote. El tiempo los ha borrado pero gracias al archivo del cementerio, los hemos recuperado:
“Esta piadosa flor, que el pecho mío, brinda de hinojos a tu eterno sueño, no se marchitará, yo te lo fío; las lágrimas del pueblo madrileño, serán, Loreto, su mejor rocío.”
La genial Loreto, como la llamaron los periodistas a lo largo de toda su carrera. Incluyo una foto del monumento a su memoria que se alza en la plaza de Chamberí. Esa hermosa escultura de Benlliure estaba pensada para presidir el mausoleo. Al final se decidió utilizarla como monumento.

Loreto Prado era madrileña, nacida en una familia acomodada, que perdió su bienestar cuando falleció el padre y apareció la ruina. La joven Loreto y su hermana Araceli encontraron en el teatro un medio de ganarse la vida y de ayudar a su madre. Fue en un teatrito veraniego desmontable, el Felipe de la plaza de la Cibeles, donde Loreto comenzó a destacar. Pero aún tendría que patearse unas cuantas ciudades antes de consolidarse como una de las reinas del teatro por horas. Menuda, vivaracha, con una larguísima melena y una extraordinaria capacidad de engatusar al público, Loreto acabó siendo la figura más taquillera de los géneros populares. En el teatro Maravillas comenzó en la temporada de 1896 una unión que solo se rompería con la muerte. Allí coincidió con otro actor madrileño, Enrique Chicote, algo más joven que ella y ya breado en los escenarios. Loreto y Chicote fueron una marca teatral. También formaron, fuera del teatro, una pareja con una relación no muy bien definida. Aunque estuvieron juntos hasta la muerte de Loreto, nunca contrajeron matrimonio.
Se especializaron en el género chico, las obritas cortas con ilustraciones musicales. Primero en el teatro Romea de la calle Carretas, después en el Maravillas y, sobre todo, en el Cómico de Maestro Victoria, hicieron las delicias de los madrileños y de los visitantes. Aquellos que llegaban a la Capital tenía como deber ir a ver a la Loreto, hiciera lo que hiciera.
Para ellos escribieron y compusieron los autores más famosos de estas décadas. Y no pocos de ellos debieron su popularidad a que Loreto y Chicote les estrenaron sus obras. En casi todas las reseñas sobre su trabajo se afirma que llevaron en repertorio unas dos mil obras. La cantidad es un tanto exagerada pero sí tenemos documentado que estrenaron más de quinientas. Entre ellas se encuentran Gente menuda, Alma de Dios, La venganza de la Petra, La casa de Quirós…

Empresarios de su propia compañía, y casi siempre de los teatros en los que actuaban, reunieron a su alrededor a una serie de intérpretes que permanecieron fieles a la pareja durante décadas. Pero también trabajaron con ellos recordados actores como Milagros Leal, Salvador Soler Marí, Carola Fernán Gómez, Francisco Melgares o Fernando Fernández de Córdoba. Desde principio del otoño hasta avanzada la primavera, hacían temporada en Madrid. Después emprendían gira veraniega por las principales capitales. Nunca salieron de España.
Estando actuando en Sevilla, en mayo de 1943, Loreto sufrió un desvanecimiento en escena que hizo presagiar su final. Aunque se repuso unos días más tarde y pudo hacer algunas funciones en esa ciudad, regresó a Madrid para intentar reponerse. La muerte le llegó el 25 de junio de ese año. Su eterno compañero, Chicote, contrajo matrimonio después con la actriz Carmen Solís y sobrevivió, retirado de la escena, hasta el año 1958. Fue enterrado en La Almudena. El Ayuntamiento de Madrid les había dedicado una calle en el barrio de Malasaña en enero de 1936.
Loreto Prado
Sacramental de Santa María
Patio de la Visitación