Este miércoles se cumplen 99 años de la inauguración del primer tramo del metro, que iba desde Cuatro Caminos hasta Sol. Entonces, fue Alfonso XIII, amante de la idea de construir el suburbano, quien cortó una cinta en un día lleno de anécdotas: una foto que fue retocada, una placa que no contaba la verdad y unas señoritas con rosas.
Todos los gobiernos que han pasado por la Puerta del Sol han definido a Metro de Madrid como la 'joya de la corona' de la Comunidad, y no es para menos: el suburbano es una gran suma de kilómetros de vías de trenes que transportan, de forma cotidiana, a centenares de miles de personas que, este miércoles, está de aniversario.
Tal día como hoy hace 99 años, el Rey Alfonso XIII inauguró el primer tramo del suburbano ideado por Antonio González Echarte, Carlos Mendoza y Miguel Otamendi, en un acto lleno de anécdotas que hoy recuerda con júbilo Luis María González Valdeabero.
Responsable de Andén 0, departamento que gestiona todos los museos de Metro de Madrid, lleva tres décadas y media trabajando en Metro, tiempo suficiente para conocer los entresijos de lo que pasó el 17 de octubre de 1919 en las vías que conectan Cuatro Caminos y Sol.
En una conversación con Madridiario, González recuerda que la idea inicial fue adquirida por Carlos Mendoza cuando viajó con su mujer a París en su luna de miel. Al volver, convenció a González Echarte y juntos fueron en búsqueda del “mejor ingeniero de Madrid”. Y tal y como lo pidieron, en la Escuela de Ingenieros lo tuvieron claro: Miguel Otamendi.
Así, en 1917 los tres, “que querían dejar claro que era un proyecto compartido”, consiguieron primero la licencia para la construcción y, después, el dinero. Entonces, el Banco de Vizcaya puso cuatro millones de pesetas -con la condición de que ellos pusieran dos millones y medio-, a los que se terminaron sumando un millón del Rey y más dinero de sus afines.
Con todo, el suburbano tardó apenas dos años en construirse hasta llegar al ansiado día por Alfonso ‘el Africano’. “Era un día lluvioso y, para calentar a los asistentes, se repartió aguardiente”, explica el responsable de Andén 0.
Junto al monarca y sin billete, autoridades eclesiásticas y borbónicas -como la duquesa de Talavera o la Infanta Isabel-, se subieron en Cuatro Caminos y fueron haciendo una pausa en las paradas que tocaba: Ríos Rosas, Chamberí (donde varias mujeres con mantillas blancas les entregaron ramos de flores a las acompañantes del Rey), Tribunal y Gran Vía. Así, hasta llegar a Sol, donde Alfonso XIII descubrió una placa hoy perdida en la que también nombraban a su mujer, que no acudió al encontrarse indispuesta.
Pero esa no fue la única mentira piadosa: la famosa foto de la inauguración está ‘photosopeada’. Según cuenta González, en la foto original el Rey salía con los ojos cerrados y no estaba uno de los ingenieros en primera fila, así que al soberano le pusieron los ojos de un ayudante y a Antonio González Echarte le ‘movieron’.
Otra gran paradoja de la inauguración es que ese día solo fue ‘real’. Las siguientes dos semanas, el metro estuvo cerrado para realizar las últimas pruebas y los ciudadanos pudieron inaugurarlo el 31 de ese mismo mes, aunque no con todas las estaciones disponibles: se fueron abriendo a lo largo de los días. Cabe añadir que la primera jornada, Metro vendió 56.220 billetes a 15 céntimos, por lo que se recaudaron más de 8.000 pesetas. Además, por cada vía pasaba un tren cada seis minutos y los dos coches disponibles contaban con capacidad de hasta 100 personas.
También es curiosa la gran apuesta que la ciudad hizo por el nuevo transporte: la primera ampliación ya estaba construyéndose el día de la inauguración. En 1921 el tren ya llegaba hasta Atocha y, en 1923, se prolongó hasta Vallecas. La segunda línea comenzó a funcionar un año después, cuando los Reyes -esta vez sí en pareja- abrieron también la Nave de Motores de Pacífico.

Cabreo entre los madrileños: “Se nos acabó la excusa”
Entre otras muchas anécdotas, Luis María González también recuerda dos con especial gracia. Como siempre que esta ciudad avanza en algún sentido, hay alguien que se cabrea. Y el metro no iba a ser menos. Eso sí, por un curioso motivo: la falta de excusas. “Los madrileños se enfadaron cuando se inauguró porque decían que con ese transporte ya no podían poner excusas para llegar tarde a los sitios”, cuenta.
Además, el trabajador de Metro también rememora cómo Otamendi jugó con los plazos de construcción. En un cartel puesto al principio de la obra, se anunciaba a bombo y platillo la fecha de inauguración. Preguntado sobre qué haría si no la cumplía, el ingeniero decía que, como la fecha estaba pintada, si llovía y se borraba, no la repondría en caso de no cumplir con sus presagios.