El 21 de julio de 1870 abría sus puertas uno de los locales más conocidos del Madrid del siglo XIX: el Café Fornos.
Las tertulias en los cafés fueron durante años el pasatiempo favorito de la sociedad madrileña de los siglos XIX y XX. Uno de estos lugares de reunión, quizá el más emblemático, es el Café Fornos, que abrió sus puertas al público el 21 de julio de 1870.
Situado en la esquina de la calle Alcalá con Peligros, este local se convirtió en lugar de peregrinación de escritores, reyes, artistas, políticos e incluso espías –se dice que Margaretha Geertruida Zelle, más conocida como ‘Mata Hari’, fue clienta del establecimiento en alguna ocasión–, además del conocido perro Paco, el can más famoso de Madrid.
Una de las características que hacían destacar al Café Fornos era su decoración. Sus techos pintados y sus famosos cuadros dedicados al té, chocolate, café, licores y helados, junto al exquisito mobiliario, conformaban un agradable espacio que invitaba a quedarse a charlar durante horas.
Dividido en varias zonas, una planta estaba estructurada en pequeños reservados y en otra se encontraba el restaurante, de gran fama por platos como el estofado de cordero, los riñones al jerez, el pepito de ternera y las patatas soufflées como guarnición.
La apertura del Teatro Apolo supuso una inyección de dinero al local, que acogía al público después de las sesiones, además de a otros clientes nocturnos que se aprovechaban de la tardía hora de cierre.
El suicidio de uno de los propietarios el 13 de julio de 1904 marcó el inicio de la decadencia del café, así como la mayor afluencia de personas “de dudosa reputación”. Su cierre definitivo se produjo el 26 de agosto de 1908, pero al poco tiempo resurgiría de sus cenizas convertido en el
Gran Café.