"Aún recuerdo ese aroma a café y vainilla que nos llevó a mi madre y a mí, con los ojos cerrados a las puertas de aquel establecimiento recientemente inaugurado en la mismísima Puerta del Sol..." ('La Mallorquina', Pablo Somoza, 2018).
Así comienza el relato de un trabajador de la emblemática pastelería La Mallorquina y que toma vida en una novela escrita en primera persona a través de Vicente, el protagonista de la historia. Y al igual que este personaje y su creador Pablo Somoza, cientos de persona acuden, cada día, guiados por el aroma o tentados por las delicias que tras el escaparate invitan a cruzar la puerta de uno de los establecimientos centenarios de Madrid.

"En la actualidad no es frecuente encontrarse con comercios centenarios en Madrid por el problema de las rentas antiguas", asegura el autor del libro La Mallorquina. Y cada uno de ellos guardan infinidad de relatos que "merecen ser recordados". Pablo Somoza se refiere no solo a la vida interior de esos locales, sino a lo que han visto y vivido inmersos en la historia de la ciudad: "Deberían tener un cuaderno de bitácora". Esta fue una de las razones que le llevaron a escribir esta novela histórica, para contar cómo era Madrid y cómo ha evolucionado desde 1984, cuando tres socios de origen mallorquín, Balaguer, Coll y Ripoll fundan la emblemática pastelería.
En los inicios estaba ubicada en la calle Jacometrezo, años después de trasladó al "mejor esquinazo" de Madrid, en plena Puerta del Sol: "Entré a trabajar en 1981 con 16 años a través de un amigo. En esa época había mucho paro y se empleaba a la gente muy pronto". 37 años han pasado y todavía recuerda cómo era La Mallorquina en aquella época: "Era más humano el trato. Todos se conocían y el centro era como un barrio. Ahora ya no vive casi nadie aquí, el turismo es el que manda y en la pastelería llevamos un ritmo tan frenético que no da tiempo ni a conversar. Sin embargo, continúa ofreciendo la misma calidad que en sus inicios".

Monarquías, dos dictaduras, la Segunda República, la crisis y la llegada de la guerra entre hermanos. Crónicas que asolaron la Puerta del Sol y que convirtieron este escenario en uno de los principales escenarios del país. Momentos históricos y tramas políticas encuentran hueco en esta novela. Como el altercado que se vivió en su salón entre Alfonso XIII y Mateo Morral. "Quien le iba a decir que Morral sería el que tirara la bomba en la calle Mayor". Un atentado que dejó 20 muertos y un centenar de heridos en un día, el 31 de mayo de 1906, que parecía feliz, por su enlace, para los monarcas Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg –bisabuelos del actual Rey Felipe VI- aunque salvaron la vida por un fallo del explosivo.
"Aquí no hace falta Internet. Te tomas un café y contemplas la vida"
Reflejar la historia del momento y endulzar los momentos amargos que desde La Mallorquina, Vicente -su protagonista-, fue testigo, ha sido el objetivo desde el principio. "Atentados, las torturas de la DGS, las bañeras con agua congelada o las palizas con las toallas mojadas para no dejar marca", detalla Somoza, figuran en el libro: "Todo ha pasado y de alguna manera, lo reflejo". Eso ocurrió hace muchos años pero en las últimas décadas, la pastelería no ha quedado exenta de tramas políticas gestadas en su interior. Como el encuentro que mantuvo y grabó el comisario José Villarejo con el expresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González en el 2011, en presencia de otro policía. Una conversación grabada de manera oculta en el salón de la planta superior de la pastelería. "Gran parte de los momentos más sonados se viven aquí y en algunas ocasiones, uno mismo es testigo de ello".

Tomar un café, sin prisas, en su salón invita a observar el transcurso de la vida en el centro de Madrid: "Un espectador en primera fila testigo de acontecimientos de toda índole". Pero no todo son apaños políticos, ajustes de cuentas y reyes destronados. Desde esta casa centenaria también se ha vivido el sentir popular del 15-M o el dolor sin límites de los atentados del 11-M, entre algunos de los acontecimientos más recientes. Acontecimientos, algunos amargos, que buscan y encuentran su vía de salida entre los renglones escritos por Pablo Somoza.
"Endulzo los momentos amargos de la historia"
Ni que decir tiene la innumerable lista de personalidades que han visitado La Mallorquina, algunos de ellos asiduos e incondicionales de sus humeantes cafés y palmeras de chocolate -las mejores del mundo según una publicación gourmet de París-. Algunos clientes, desde los clásicos tertulianos del salón como Rubén Darío, José Echegaray, Francisco Silvela, Gómez de la Serna, Benito Pérez Galdós, Pío Baroja o Juan Ramón Jiménez, pasaban de manera habitual por aquí. "Incluso se conserva un mantel en el que el premio Nobel de Literatura, Juan Ramón Jiménez, anotó unos pensamientos", recuerda Somoza. Y más recientes: "Los independentistas de Cataluña, los astilleros, los mineros de Asturias, políticos como Trinidad Jiménez y Felipe González. Incluso Cristina Cifuentes hasta que dimitió".
Alcaldes, ministros, reyes y toda la "fauna política y cultural" desfilaban y lo siguen haciendo por sus pasillos encandilados por sus productos: "Ángela Molina y Juan diego Botto también han frecuentado el local".

Ensaimadas, croissants, palmeras y napolitanas, si hablamos del dulce, y hojaldres, embutidos y huevo hilado, atraen a cientos de visitantes. Y quienes descubren sus bombones no quieren otros, ¿por qué será?: "El mejor chocolate, hojaldre y la buena mano viven aquí". Confesión de un amante de la escritura, de la buena pastelería y de su profesión, aunque más distante y fría con el público por el ritmo incesante y exigente que requiere su trabajo al frente de la barra. "Y que siga muchos años más", confiesa el autor. Ya tiene en mente un nuevo libro en el que seguirá contando miles de anécdotas y recuerdos de este punto de encuentro centenario. Un lugar con voz propia que es merecedor de un famoso dicho popular: 'De Madrid al cielo...pero pasando por La Mallorquina'.