Entre la calle Espoz y Mina y la calle de la Victoria, en pleno barrio de Sol, se alzaba el pequeño París madrileño. Pero antes de ser refugio de los irreductibles franceses, en este lugar se encontraba el Convento de Nuestra Señora de la Victoria. Aquel famoso convento, con su huerto y tahona, fue derribado en 1843, sus terrenos los adquirió Manuel Matheu, un inversor madrileño que quiso crear un boulevard imitando las galerías parisinas de la época.
La calle peatonal se convirtió en punto de referencia comercial y gastronómico, puesto que entre las muchas tiendas que abrieron en el boulevard, también abrieron dos cafés regentados por franceses exiliados de ideologías completamente opuestas:
El Café de París, punto de reunión de monárquicos y conservadores, y el Café de Francia, frecuentado por republicanos.
Estos dos cafés fueron los primeros locales en colocar terrazas como las de París, una costumbre muy mal vista por los madrileños de la época, ¡quién lo iba a decir!
Con el tiempo estos cafés desaparecieron y las terrazas perduraron, olvidándose de sus orígenes franceses. Ahora en el paseo de Matheu abunda la sangría y la paella.