Madrid alberga desde el año 1934 el templo mundial del toreo, la Plaza de las Ventas. Sin embargo, antes de que comenzaran los festejos taurinos en este coso, existieron en la capital varios espacios portátiles pintados color albero en los que se fraguó la tradición taurina en la capital.
La primera plaza de toros de Madrid fue montada en 1739 frente a la futura calle de Velázquez. Cuatro años después de su inauguración fue sustituida por un nuevo coso, también de madera y portátil, que se levantó junto a la Puerta de Alcalá, a la altura de Serrano y Claudio Coello.
En terrenos donde se ubicaba el antiguo Quemadero de la Inquisición, se construyó esta plaza con capacidad para unos 10.000 espectadores. El 12 de diciembre de 1748 acogió su último paseíllo para dar paso a la que sería la primera plaza de toros estable de la capital. A tal efecto, la antigua estructura de madera fue recubierta con una pared de cal y canto, aunque se mantuvo el tendido original.
Su transformación fue obra del renombrado arquitecto autóctono, Ventura Rodríguez y los 85.000 escudos necesarios para su construcción los aportó el propio Fernando VI. El ensanche de la capital fue el motivo de su derribo en 1870, tras más de 120 años de trayectoria en los que se lidiaron 2548 corridas.
Donde un día se celebraron los festejos populares más castizos, hoy se asienta el barrio de Salamanca.