En medio de tantas declaraciones y noticias sobre Cataluña las noticias locales de Madrid están pasando más desapercibidas de lo que es habitual por lo que no se ha dado suficiente importancia a la aprobación la semana pasada por parte de la Junta de Gobierno del Ayuntamiento de la capital del llamado Plan A de Calidad del Aire y Cambio Climático. La aprobación se ha realizado una vez estudiadas las 244 alegaciones presentadas, un número que me parece exiguo a la vista de lo que para esta ciudad va a suponer su aplicación. Quizás se deba a que se sigue pensando que, en realidad, las 30 medidas del plan son fuegos de artificio y que el equipo de Carmena no será capaz de llevarlas a cabo. Espero que quienes piensan así esta vez se equivoquen.
De todas las medidas aprobadas destacaría el Área Central Cero Emisiones, cuyos límites coinciden nada menos que con los que tuvo Madrid hasta el ensanche de 1860. Su aplicación está prevista para el primer semestre del próximo año y en este sentido me sumo a quienes plantean que debería entrar en funcionamiento al inicio del periodo fijado y no al final como sostienen algunos de los que pretenden postergar la medida en la confianza de que pase algo que permita guardarla en un cajón. De acometerla al inicio podría unirse a las medidas navideñas que ya se anuncian para la Gran Vía y, lo más importante, permitiría testar los efectos y corregir los fallos, que los habrá, durante el año y medio que restaría hasta las elecciones municipales de mayo de 2019.
Hace casi treinta años Izquierda Unida defendía casi en solitario la necesidad de cerrar al tráfico justo el mismo área central que ahora se establece, aunque entonces aquello sonó a cánticos celestiales. Hoy, con otras circunstancias políticas y mucha más sensibilidad ante los efectos nocivos de la contaminación, la propuesta ya no causa tanto estupor aunque comprendo que para quienes están acostumbrados al imperio del coche suene muy fuerte que se vaya a limitar el acceso en coche al área delimitada por los bulevares, el Prado, las rondas, Bailén y Princesa; que vayan a ser cerradas al tráfico de paso calles como Gran Vía, San Bernardo, Alcalá desde Cibeles a Sol, Atocha o Mayor; que en esta zona se vayan a convertir las plazas azules del SER en verdes; que se vayan a ampliar aceras y crear carriles bici y que solo se vaya a permitir el acceso a transportes públicos, residentes, propietarios de un negocio o de una plaza de garaje, usuarios de aparcamientos de uso público y a vehículos comerciales, cero emisiones o con distintivo de movilidad reducida.
Madrid, en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado sufrió un enorme destrozo urbanístico que se llevó por delante bulevares, amplias aceras, plazas y arbolado ante la necesidad de abrir aparcamientos subterráneos, levantar antiestéticos excalestric, pasos elevados y subterráneos, habilitar plazas de estacionamiento y hacer más fluida la circulación de un parque automovilístico en crecimiento fulgurante. Ha llegado la hora de acabar con una situación que perjudica gravemente a los madrileños en su salud e impide a los ciudadanos recuperar su valioso casco central como ya lo han logrado muchas ciudades españolas y europeas.