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Un corral de comedias en el siglo XXI
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(Foto: Antonio Castro)

Un corral de comedias en el siglo XXI

jueves 10 de agosto de 2017, 18:07h
A partir del próximo 24 de agosto, los madrileños contarán con un corral de comedias como los del Siglo de Oro español, ubicado en la Cuesta de Moyano bajo el nombre Corral de Cervantes.

El próximo 24 de agosto se abrirá en la Cuesta de Moyano un corral de comedias al estilo de los del Siglo de Oro. Allí se desarrollará, hasta el 24 de septiembre, una fiesta cervantina. La Fundación Siglo de Oro organiza y promueve esta iniciativa con el patrocinio de Idea y Junta de Castilla-La Mancha, y la colaboración del Distrito de Retiro del Ayuntamiento de Madrid, Asociación Cuesta de Moyano, Smedia, The Numen Studio, Placement Comunicación y Real Jardín Botánico.

Durante este mes se ofrecerán ocho espectáculos diferentes con tres representaciones diarias. Los títulos previstos son ‘Los espejos del Quijote’, ‘Mujeres y criados’, ‘A nadie se le dio veneno en la risa’, ‘La Calderona’, ‘Y el sueños, sueños son’ y ‘El coloquio de los perros’. El bautizado como Corral Cervantes tendrá un aforo de 250 localidades. En torno al mismo habrá otras actividades gastronómicas y artesanales.

Así eran los corrales

Madrid tuvo varios corrales de comedias en el final del siglo XVI y durante el XVII: el de Burguillos, el de Cristóbal de la Puente, el de la Pacheca... Finalizando el siglo XVI solo quedaron dos: el de la Cruz y el del Príncipe. Sobre el segundo se levantó el actual teatro Español.

Acudir a los corrales era la diversión favorita de los madrileños. Como eran a cielo abierto, las funciones comenzaban a las dos de la tarde en invierno y a la cuatro en verano. El público podría estar hasta cuatro horas en el recinto porque la velada tenía muchas partes. Era obligada la loa, se representaba una comedia principal y, en los intermedios, entremeses. Se solía finalizar con baile.

Al empezar a hacerse teatro en recintos cerrados, los actores y escritores pudieron comenzar a tener unos ingresos regulares, salidos de las taquillas. Mientras actuaron en plazas y atrios, su recompensa dependía de la generosidad o disponibilidad de los espectadores.

La distribución del corral señalaba las clases sociales. Al fondo del mismo se levantaba el tablado, con vestuarios. A esa zona entonces se la conocía como ‘el teatro’. Delante del escenario se colocaban las lunetas o bancos corridos, que se pagan aparte. Detrás de ellos, y siempre en el patio, se colocaba de pie el resto del público. Las mujeres estaban totalmente separadas de los hombres. Ellas disponían de una recinto elevado conocido como la ‘cazuela de las mujeres’, con entrada independiente de los hombres. Los balcones y huecos de las casas que delimitaban el corral eran alquilados como ‘aposentos’, lo que hoy serían los palcos. Allí se colocaban los poderosos y los que querían asistir con discreción a las veladas. Los espectadores disponían de las ‘alojerías’, unos establecimientos situados debajo de la cazuela, donde se despachaba comida y bebida. Los altercados eran constantes, sobre todo por la presencia de los mosqueteros, grupo organizado de reventadores de las funciones si llegaba el caso.

Los corrales de la Cruz (abierto en 1579) y el del Príncipe (1583) comenzaron siendo propiedad de las cofradías de la Pasión y de la Soledad, que obtuvieron el privilegio de Felipe II para sufragar con los beneficios los hospitales y centros de asistencia. Pero en 1615, ante el poco provecho que les sacaban, el Rey ordenó que el municipio madrileño se hiciera cargo de ellos. El corral del Príncipe, con sucesivas transformaciones, ha llegado hasta nuestros días y sigue siendo propiedad municipal. El de la Cruz, que estaba en la calle del mismo nombre, se derribó en agosto de 1859.

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