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Profesiones en extinción (I)

Antonio Martínez trabajando en su taller
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Antonio Martínez trabajando en su taller (Foto: Kike Rincón)

Guarnicioneros, una vida cosida en piel

lunes 15 de febrero de 2016, 08:20h
Los guarnicioneros, que tanto protagonismo tuvieron hace años, se enfrentan a un futuro complicado. La crisis, la competencia y los pocos apoyos que reciben, están provocando el declive de un oficio que trabaja de manera totalmente artesanal. En la profesión, que desde hace tiempo comenzó su extinción, todavía quedan artesanos que trabajan el cuero como lo hacían generaciones pasadas. Madridiario ha visitado una Guarnicionería.

En una de las esquinas de la plaza Donoso, muy cerca de la avenida de Asturias y en pleno barrio de la Ventilla, encontramos un negocio centenario de los pocos que ya quedan en Madrid. Con tan solo abrir la puerta, se respira ese olor tan característico de las pieles curtidas, algunas originales y otras, modeladas por las manos de la familia García, artesanos guarnicioneros de los auténticos. Tres generaciones han conservado este oficio centenario en el que trabajan como hacía Desiderio García en su momento. "Lo hemos ido aprendiendo unos de otros", relata Antonio Martínez, uno de los empleados que comparte la profesión en este negocio junto a Fernando y Alberto, nietos del fundador.

Antonio Martínez en su tallerEstos guarnicioneros trabajan de manera totalmente artesanal con plantillas, cuchillo de media luna, tijeras y "otros aparejos muy simpáticos", explica Antonio mientras nos enseña sus herramientas colocadas cuidadosamente en estanterías y tableros. Las pieles, que les llegan de las tenerías ya curtidas y teñidas, las reciben enteras tras el despiece. Y en esta guarnicionería las van cortando según las necesidades del encargo para después ser cosidas.

Desde que nació la empresa, se han ido especializando en hípica, decoración y restauración de pieles de mesas, sillas u otros objetos. El deporte ecuestre ha sido uno de sus principales reclamos y aunque la crisis ha provocado el cese paulatino de los encargos de sillas para practicarlo, continúan realizando importantes obras maestras. "Tuvimos que restaurar una montura árabe y otra mexicana que tenía los apliques en plata", recuerda con cariño Antonio. Además, han trabajado con monturas de artillería de principios del siglo XX y alemanas correspondientes al periodo de la Primera y Segunda Guerra Mundial. "Recuerdo con agrado una jineta española del siglo XVIII. Uno ya pierde el cálculo de todo lo hecho a lo largo de tantos años", reconoce.

Muestra de sillas de montar a caballoEste oficio, difícil de aprender, pero que se consigue "con mucha práctica" ha ocupado gran parte de la vida de Antonio y de la familia García. "Hay que dedicarle muchas horas porque es un trabajo muy artesanal", asegura. Aún así, este guarnicionero no se arrepiente del tiempo empleado para conseguir creaciones tan diversas. "De un trozo de cuero puedes sacar algo realmente bello", añade convencido del buen trabajo que se realiza en este oficio. Diseños propios en sillas, que si se mantienen unos mínimos cuidados como no exponerlas a fuentes de calor o frío, explica, pueden durar unos 40 años; revisteros de piel, bolsos, sofás, maletas, botas y accesorios también forman parte del amplio abanico de encargos que reciben. Otro de los trabajos que consumió gran parte del tiempo Antonio fueron las sillas de los escaños del Congreso y el Senado que realizó hace años y que todavía siguen allí. El Banco de España y el Ministerio de Defensa también cuenta con algunas de las creaciones de la familia García.

Aún dedicándole al oficio muchas horas de esfuerzo y dedicación, la profesión "está en crisis". Así lo cree Antonio desde hace ya años. La crisis ha provocado que la gente realice menos encargos y la competencia se ha vuelto más dura para estos artesanos. Aunque el producto que venden tiene todas las garantía por los materiales usados y su mano de obra, los productos llegados de China, India o Pakistán presentan precios muchos más bajos y contra eso "no se puede competir". Pero si pueden ofrecer, explica "mayor calidad" porque esos productos, asegura, se estropean más pronto y "cuesta más la reparación que lo que ha supuesto el precio inicial". Para afrontar esta etapa de recortes y, que les ha afectado como a la gran mayoría de profesiones artesanales, tuvieron que bajar precios pero no tanto como les gustaría porque el "material es muy caro", explica. Y es que un pequeño pedazo de piel suele costar unos 100 euros y si se tienen que adquirir piezas enteras para sillas de montar, por ejemplo, los precios no bajan de 600 euros.

Antonio Martínez posa en su taller de guarnicioneríaGeneraciones de artesanos del cuero que luchan contra un futuro que no pinta nada bien para ellos. No quieren desaparecer y luchan contra este mal pronóstico aunque Antonio presiente que este oficio se puede extinguir. No hay apenas relevo generacional ni apoyos que les ayude a seguir adelante. Una situación que deja pocos guarnicioneros artesanos en la Comunidad de Madrid. Y los que quedan, malviven y se enfrentan a una crisis que no termina para ellos.

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