Luis Santiago Ruíz llevaba más de 20 años viviendo en un banco de Madrid. En concreto, pasaba sus días en un banco de la calle Illescas, en el distrito de Aluche. “Realmente la relación que teníamos con él era de amistad”, relata Carlota Romero, una de las trabajadoras del comercio frente al asiento en el que Santiago vivía, quien comenta el sentimiento de vacío y “extrañeza” que ha dejado este hombre sin techo tras su muerte.
“Santiago estaba en la calle, pero no estaba abandonado”
“Santiago estaba en la calle, pero no estaba abandonado”, dice. Es así exactamente como la dependienta describe la situación en la que se encontraba el hombre, de 70 años y quien falleció el 13 de diciembre en el mismo banco que ahora pretende ser para sus vecinos un lugar en el que honrarle. “Estamos pensando en pedir que se ponga una placa conmemorativa donde podamos ir a recordarlo”, cuenta Romero. Para ello, deben ponerse en contacto y solicitarla a la Junta de Distrito, la cual es la encargada de gestionar que la petición sea tramitada en el Ayuntamiento.
Por el momento, sobre este asiento se han depositado en las últimas semanas varios montones de flores y muchas velas, en especial los días después del fallecimiento de Santiago. Todo ocurrió “sin darnos cuenta y muy de repente”, cuenta Romero: una tarde de finales de diciembre, Santiago estaba sentado en el banco y Paloma, la perrita de la que nunca se separaba, comenzó a dar vueltas inquieta al rededor del banco. En un momento dado, se subió sobre el cuerpo de su dueño y comenzó a lamerle la cara, sin respuesta por parte de Santiago.

Fue así como los viandantes que se encontraban en la calle a esas horas se dieron cuenta de que a su “vecino” le pasaba algo, por lo que llamaron a emergencias y, tras más de dos horas tratando de reanimarlo en la misma calle, el personal sanitario informó que Santiago había fallecido a causa de una parada cardio-respiratoria provocada por un ataque al corazón. “Por lo menos nos quedó el consuelo de saber que no había sufrido nada”, cuenta apesadumbrada Carlota Romero.
Asimismo, la dependienta cuenta que “los del barrio nos hemos quedado con la sensación de que no hemos hecho suficiente por él, pero realmente no sé si podíamos hacer más”. Según cuenta, eran muchas las acciones que el vecindario de la calle Illescas hacía por él: “Una de las vecinas le lavaba la ropa todas las semanas, otros le bajaban comida o mantas en invierno, y una de las mujeres que vive en el barrio le cuidaba a la perrita y la alimentaba cuando hacía falta”, relata a Madridiario.
Además, cuenta a este diario que “todas las noches la dueña de uno de los comercios de la calle le guardaba el dinero que tenía para que no le robaran mientras dormía”. Esta trabajadora, después de un tiempo, había comprado para Santiago una hucha en la que antes de cerrar la tienda dejaba su dinero y algunas cosas de valor. “Así él estaba más tranquilo y nosotros sabíamos que no le iban a robar lo poco que tenía”, dice.
Y es que ambas partes se guardaban entre sí. Romero cuenta que Santiago “tenía vigilada la tienda”, y también a ellas, las trabajadoras de la mercería Miss Glinter. “Siempre vigilaba cuando entraba alguien que no le daba buena espina”, recuerda la dependienta, quien reconoce que esta misma actitud la tenía con otros comerciantes del barrio.
Por todo ello, no parece del todo extraño que Santiago no quisiera irse del barrio y de su banco, aunque no deja de ser difícil de creer que el invernal frío de Madrid no le hiciera en alguna ocasión buscar un techo en el que refugiarse. Pero como dice Romero, nunca lo hizo por propia voluntad, en esta ocasión no tenía que ver con las deficiencias y la falta de espacio que existe en las instalaciones de acogida para personas sin hogar en la Comunidad de Madrid.
Y es que en la actualidad el número de personas sin hogar que duermen en las calles de Madrid ha ascendido con respecto al pasado año. El pasado mes de abril se hizo público un informe elaborado por el Samur Social y organizado por el Ayuntamiento de la capital con ayuda de varias ONG que estimó que la pasada campaña de frío se registraron en torno a 2.772 personas sin hogar frente a las 2.059 de hace dos años. De estas, casi 700 viven en la calle.

No sin Paloma
La razón por la que Santiago nunca quiso marcharse es clara: “Vino muchas veces el Samur Social para intentar ayudarle y buscarle otro sitio en el que vivir, pero nunca quiso irse por su perrita”, explica la dependienta al respecto. Algunas personas sin hogar se niegan a acudir a centros de acogida y albergues, una de las razones por las que desde hace poco tiempo el Ayuntamiento de Madrid ha comenzado a habilitar espacios de este tipo que también cuenten con un lugar de refugio para sus mascotas.
Es el caso de los centros 'Juan Luis Vives', 'Puerta Abierta' y 'La Rosa', tres centros de acogida municipales para personas sin hogar situados en Vicálvaro, Carabanchel y Moncloa-Aravaca respectivamente. En ellos, además de contar con equipamiento para la oferta de servicio de comidas, lavandería, podología, peluquería y talleres y terapias ocupacionales, el Consistorio madrileño ha facilitado que las personas sin techo puedan encontrar asimismo refugio para sus compañías animales.

Para el acceso a este tipo de centros acondicionados para animales, las personas sin hogar con mascotas deben tramitar la petición por medio del sistema de Puerta Única de Entrada (PUE), que permite asignar plaza en el centro más adecuado a la situación de la persona y/o de acuerdo a la disponibilidad existente.
Ahora Paloma vive con a misma vecina que la cuidaba de vez en cuando, cuando Santiago no podía. Según relata Carlota Romero, se quedó con ella desde el primer momento, ya que era como una más de barrio. “Santiago estaba en la calle, pero no estaba abandonado”, reitera.