En aquella sesión del Congreso de los diputados el PCE y el PSOE votaron que sí. En el grupo de la Alianza Popular (AP) de Manuel Fraga, más tarde refundada en el actual PP, hubo tres abstenciones y cinco votos en contra. Así se votó la Constitución de 1978 en aquella jornada histórica, y para la historia quedará quién voto qué. Y en la hemeroteca aparecen las declaraciones del momento.
Hoy, desde ese PP refundido y sus socios se viene utilizando con desprecio el término “comunistas” de una manera que recuerda a los tiempos de Franco en que se aseguraba que tenían cuernos y rabo, pero comunistas, socialistas, sindicatos de clase, asociaciones vecinales, estudiantes…, el tejido social responsablemente tensionado fue quien trajo la Constitución a España.
Por eso desde las Comisiones Obreras vivimos con orgullo el 6 de diciembre y sus actos conmemorativos, porque fuimos protagonistas fundamentales en empujar la ruptura que supuso la Carta Magna. Fueron miles de huelgas y movilizaciones sociolaborales las que alentaron el final de aquel fascismo español encarnado en la dictadura de Franco, incluso después de muerto el dictador.
El destino ha querido que el 41 aniversario de la Constitución coincida con tiempo de debates e intento de acuerdos para conformar un Gobierno de progreso en España. Pero también con la celebración en Madrid de la COP25 (vigesimoquinta Conferencia de las Partes, Conference Of The Parties ) para ejecutar medidas frente a la emergencia climática mundial. A nivel regional ya se han contabilizado cien días del Gobierno de coalición entre PP y Ciudadanos con el apoyo ultraderechista de Vox.
Evidentemente mucho han cambiado las cosas en España. Incluso mucho han cambiado algunas personas que ahora se afanan en defender la Constitución aunque la votaran en contra. Y al revés. En aquel referéndum constitucional, Cataluña votó masivamente a favor de la Carta Magna (90,5 por ciento), sólo por detrás de Canarias (91,9 por ciento) y Murcia (90,8 por ciento).
Tal como el pasado día 2, en la Casa de Correos, expresaba en su discurso la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, “la Constitución tiene que obedecer a los sentimientos del pueblo” y los sentimiento, los intereses de la España de 1978 no son los mismos que en la actualidad. Así, para las Comisiones Obreras de Madrid, conmemorar la Constitución es también reivindicar.
Por eso, a la presidenta le faltó una parte fundamental de su discurso. Y es que para construir España, para construir la patria española que es la de los derechos, necesitamos luchar contra la pobreza, por la igualdad. Necesitamos situar al país en un sistema productivo sostenible que sea capaz de garantizar el futuro de las españolas y los españoles. No basta con que se nos llene la boca de palabras como “Patria”, Constitución”, “España”…, sino que debemos plantear una esperanza de futuro, de cómo vamos a lograr recuperar nuevamente la cohesión territorial de España o cómo vamos a resolver los problemas sociales, que es la mayor lacra que padece nuestro país en estos. No hacerlo como hacen las derechas, hace que su constitucionalismo sea de “pacotilla”
España es un ser vivo que se hace desde la igualdad, Por tanto, aunque soy el primero en conmemorar y valorar la Constitución, creo que la sociedad ha evolucionado. .No es un libro sagrado, es un instrumento que debe estar engrasado y para protegerlo habría que retocarlo, reformarlo. Los retos de futuro y presente deben abordarse sin esconder la cabeza. España es evidente que somos un país plural, con diferentes identidades y sentimientos. El “problema” territorial debe solucionarse con palabras dialogadas y para plasmar soluciones en negro sobre blanco. Asimismo habría que reforzar determinados derechos constitucionales como fundamentales. Al igual que la enseñanza es un derecho fundamental constitucional, debería serlo también la sanidad, la vivienda, dependencia…
Pero hay múltiples asuntos a los que la Constitución debe dar respuesta. Por ejemplo, estos días estamos viviendo una gran carga informativa sobre la emergencia climática. La cuestión es que “lo climático” no existe en nuestra Carta Magna. El problema es que el desarrollo en España de las acciones y estrategias de la UE necesitan una previa calificación y encaje en los títulos competenciales más afines: medio ambiente, territorio, energía, urbanismo…, y la Constitución no da respuesta a esta situación.
El consenso no es una meta, es un medio para lograr y ejecutar acuerdos, incluso los cambios constitucionales necesarios. El actual clima político, con la irrupción de una ultraderecha rebosante de testosterona cuartelara, no parece propicio para alcanzar mínimos acuerdos. Pero es necesario sembrar y levantar puentes.
Mientras finalizo estas líneas estamos conmemorando el décimo aniversario de la muerte de Jordi Solé Turá, uno de los principales padres de la Constitución, un comunista, un humanista antifranquista que padeció el exilio. Un hombre que insistía en afirmar, en catalán y castellano, que hay que hablar, que las palabras nunca se acaban, que la violencia nunca puede ocupar el lugar de las palabras. Algo en línea con aquella anécdota de Marcelino Camacho cuando espetó a alguien que quería terminar un debate con el hispano “y punto”: “compañero, en Comisiones Obreras no existe el punto, sino el punto y coma”.