Cuenta el anecdotario de la
Guerra Civil que, tras el paso por Pinto de la
furia anticlerical durante los primeros días de la contienda, un soldado se hizo con los restos que quedaron del Cristo del Calvario y
los escondió en un pajar. La imagen había sido
mutilada, destrozada a
hachazos, herida en pecho y cabeza.
Con el final del conflicto, la talla fue recompuesta, pero en el pueblo se instaló la
duda de que esa fuera realmente la escultura original. El rumor de que los fragmentos del verdadero crucificado seguían enterrados en algún lugar bajo el suelo de la localidad no había cesado nunca, como reconocen desde la propia
Diócesis de Getafe. Los más optimistas, de hecho, no le echaban más de cien años a la talla que rezaban. Era, en el mejor de los casos, del
XIX. O eso pensaban hasta hace sólo unos días.
"La misión original era quitar la pintura de
2004", una restauración ciertamente mal hecha que "se estaba poniendo
verde", explica a
Madridiario Esther Moreno, encargada junto a su hermana
Laura de la recuperación. "Sin embargo, en el proceso de limpieza para recuperar el aspecto de posguerra empezaron a salir varias
policromías muy antiguas", apunta la ubetense.
De tanto besoTodo empezó con un
detalle. Labio a labio, la devota tradición del
besapiés había ido dejando al descubierto
una coloración de otra época. Las expertas repararon en esa diferencia e iniciaron una
cata para ver qué había ahí, al pie de la cruz. Hallaron hasta tres
repintados más con sus correspondientes
estucos, uno de
posguerra, uno con un craquelado indicador del siglo
XVIII y,
en la zona del paño de pureza,
la joya de la corona: un pan de oro que sólo fue tendencia durante el
XVI. La imagen, según esta nueva estimación, tiene, al menos, cuatro siglos de historia.
De la noche a la mañana, la datación de estas dos restauradoras ha regalado un hallazgo histórico para Pinto y para una de sus advocaciones más populares entre la comunidad católica,
cuya hermandad, fundada en 1714, hoy alcanza el millar de miembros.Entre las curiosidades descubiertas por estas hermanas -que con esta han realizado su primera intervención en
Madrid en una carrera a caballo entre
Jaén y
Granada-, se ha podido comprobar que, inicialmente, la imagen era más expresiva y tenía la
boca y los ojos más abiertos. Tampoco es de escayola, como se pensaba en el municipio, sino de madera de
conífera. "Algunos fragmentos, como en la parte de atrás, sí son modernos y se pusieron para recomponer la figura tras el ataque", reconoce Moreno.
Ahora, tras
tres meses de "trabajo permanente", el cristo ha recuperado el tono
que todos los vecinos recordaban y luce, siempre silencioso aunque con más fuerza que nunca, su genuina solera.