www.madridiario.es

El Coliseum y el Nuevo Apolo cumplen 90 años

Por MDO
viernes 05 de agosto de 2022, 09:48h

El año 1932 fue bueno para el teatro madrileño, aunque la prensa habló frecuentemente de crisis. Como siempre. Ese año se inauguraron en la Capital dos de los grandes teatros que siguen levantando el telón cada temporada: el Coliseum de la Gran Vía y el Nuevo Apolo de Tirso de Molina. Ambos con dos singularidades: el Coliseum se abrió primero como cine y el actual Nuevo Apolo se llamaba entonces teatro del Progreso. Ese era también el nombre de la actual plaza de Tirso de Molina. Por esas casualidades, ambos recintos se abrieron el mismo día y año.

Teatro Coliseum

Este grandioso recinto fue una empresa personal del maestro Jacinto Guerrero, ayudado por su hermano Inocencio, que se empeñó en levantar un teatro al final de la entonces inacabada Gran Vía. Sus amigos le hicieron bromas afirmando que: “Don Jacinto se ha vuelto loco y está construyendo un teatro en provincias”. El formidable edificio fue proyectado por Pedro Muguruza y Casto Fernández Shaw. La primera piedra se colocó el 2 de mayo de 1931. Entonces se anunció un aforo de 1.700 localidades. Se terminó en poco más de un año.

Todo en el edificio es grandioso, comenzando por el inmenso vestíbulo. Sus dimensiones se deben a que la mitad de la manzana, con fachada a la Gran Vía, es un edificio de viviendas. En él habitó Concha Piquer. El teatro está en la parte trasera.

El 22 de noviembre de 1932 el gran cine Palacio de la Música había sufrido un incendio que obligó a cerrarlo para reparar los daños. Era propiedad de la poderosa empresa S.A.G.E. No queriendo suspender las proyecciones, arrendó el recién terminado Coliseum y así se inauguró el 10 de diciembre con la película Champs, de King Vidor.

El Coliseum no levantó el telón para el teatro hasta el 10 de febrero de 1933 y Guerrero cedió el escenario a la competencia, porque se inauguró con la zarzuela Katiuska, del maestro Sorozábal. La interpretaron Enriqueta Serrano (esposa del compositor) y Pablo Hertogs. Pero, claro, teniendo su propio teatro, no iba a desaprovechar la oportunidad de estrenar allí su producciones. En los siguientes diez años estrenó más de veinte espectáculos, todos ellos grandes revistas como ¡Hip, hip, hurra!, Allo Hollywood, Colores y barro o La calle 43. Jacinto Guerrero falleció en 1951.

En diciembre de 1940 ya volvió el cine a este recinto y lo haría de manera continuada a partir de 1944. El teatro volvió al empezar el siglo XXI. El 23 de febrero de 2000 se estrenó el espectáculo Snow Show. En los primeros años aún se intentó hacer teatro de verso, como el debut de Ángela Molina con El graduado, pero los empresarios tenían claro que era un recinto para grandes musicales. Y llegaron Rent, My fair lady, Mamma mía, Sonrisas y lágrimas, Víctor, Victoria, Hoy no me puedo levantar, Anastasia… Junto con su vecino Lope de Vega propiciaron que la Gran Vía madrileña se haya convertido en una de las capitales europeas del género musical. Ambos teatros son, actualmente, propiedad de la productora Stage.

Teatro del Progreso

Los hermanos Patuel, últimos empresarios del teatro Apolo de la calle Alcalá, había decidido levantar un nuevo teatro tras el derribo en 1929 de la vieja catedral del género chico. En 1930 adquirieron los terrenos en la céntrica plaza del Progreso, aunque la existencia de tres edificios de viviendas retrasó el comienzo de las obras. El proyecto es obra de los arquitectos Urosa y Saavedra Fajardo.

Les costó tres años pero el 10 de diciembre de 1932 el teatro del Progreso levantó el telón con La verbena de la Paloma y La revoltosa, un claro homenaje al desaparecido Apolo. La cantaron, entre otros, Jesús Navarro, Angelita Durán y Manuel Alares. Conservó el nombre de Progreso hasta el año 1987, si bien su historia fue perdiendo brillo a lo largo de medio siglo.

A partir de 1940, tras la muerte de Ramón Patuel, se pasó al cine y así estuvo durante casi cincuenta años, con alguna experiencia fallida de recuperar el teatro. Actualmente tiene un aforo de unos 1.100 espectadores. En la planta del sótano existe otro gran local que fue la discoteca Yulia y, más tarde, salón para banquetes de bodas. Ha acabado siendo la sede de las populares Medias Puri.

Don José Tamayo se empeñó en resucitar el Apolo para el género musical creando mala conciencia en el entonces BBV, banco heredero del que derribó el teatro de Alcalá. Y la jugada le salió bien, porque recibió una jugosa subvención para remozar el viejo Progreso y rebautizarlo. Esta vez la apertura se hizo la famosa Antología de la Zarzuela, versión 1988, ya que el telón se levantó el 17 de diciembre de 1987. En los años siguientes remozaría el espectáculo lírico pero, también, se apuntó un gran éxito al conseguir el estreno en España de Los miserables, para lo que tuvo que hacer una considerable obra en el escenario. Plácido Domingo participó en la empresa y el musical se estrenó el 16 de septiembre de 1992. Desde entonces este teatro es uno de los mejores en circuito de musicales. En su escenario debutó Raphael como protagonista del género con Jekyll and Hyde. Por allí pasaron Golfos de Roma, Cantando bajo la lluvia, ¡Cómeme el coco, negro!, West side story, Chicago o Mayumaná. La propiedad del enorme edificio cambió de manos. En 1984, con el apoyo del Ministerio de Cultura, lo arrendó el productor Manuel Collado. Durante varias temporadas, ya en el siglo XXI, estuvo arrendado a la empresa Summum Music. En octubre de 2018 la empresa SOMproduce, con el desaparecido José María Cámara al frente, hizo público que había comprado el Nuevo Apolo, siendo sus actuales propietarios.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios