Dentro de una semana, el 23 de marzo, llegará a la Gran Vía uno de los musicales más esperados de las últimas temporadas: Aladdin. La nueva producción de la Disney aterriza en el teatro Coliseum para rivalizar con el casi eterno Rey León, instalado en la acera de enfrente desde hace doce años. El nuevo musical aspira a conquistar al mismo tipo de público que llena la otra oferta de Disney.
La transformación del clásico cuento oriental Aladino y la lámpara maravillosa en un espectáculo musical ha sido avalada, hasta el momento, por más de catorce millones de espectadores en todo el mundo. Actualmente, hay cuatro producciones en la escena internacional. Como en otros títulos, el montaje que se estrena en Madrid sigue al pie de la letra las características de su matriz. En Broadway lleva representándose desde 2014, cuando se estrenó en el New Amsterdam Theatre, propiedad de la productora. Es un bellísimo teatro construido a principio del siglo XX y que merece por sí una visita, independientemente de lo que se represente.
Ya en 1992 la factoría Disney rodó las aventuras de este ladronzuelo simpático en versión animada, con banda sonora de Alan Menken. En su primera temporada de exhibición logró superar los quinientos millones de dólares de recaudación en todo el mundo. Veinte años después comenzó a gestarse la versión escénica a la vista de los buenos resultados que habían obtenido aventuras similares como La bella y la bestia y El rey león.
Recrear en vivo el fastuoso mundo de la ficticia Àgrabah era un reto al que pocos creativos podían resistirse. Aladino transita desde un bullicioso zoco árabe a la fastuosa cueva del tesoro. No falta una princesa, Jasmine, rodeada de lujo oriental. El público debe sentirse fascinado desde que se levanta el telón y a ello contribuyen el extraordinario vestuario diseñado por Gregg Barnes y la escenografía de Bob Crowey. Alan Menken compuso también la música para la escena, con letras y libreto de Tim Rice, Howard Ashman y Chad Beguelin. La partitura tiene algunos homenajes a espectáculos anteriores y uno muy particular a la legendaria Calle 42. La puesta en escena madrileña ha estado supervisada en todo momento por el equipo creativo original, con Alejandro de los Santos como director de escena residente.
Como habitual en este tipo de espectáculos, a las pruebas de selección de intérpretes se presentaron cientos de artistas del género musical. Finalmente, fueron elegidos para los principales personajes, Jana Gómez (la Anastasia de hace varias temporadas), Roc Bernadí, al que solo habíamos visto en Madrid en La jaula de las locas y que da vida a Aladdin, y David Comrie. Este último artista, que se dio a conocer como Mufasa en El rey león, es la pieza más comprometida del reparto. Da vida al genio, un personaje desmesurado, que debe hacerse simpático desde el primer momento y que tiene un arduo trabajo como actor y cantante. Otros treinta actores, cantantes y bailarines participan en la representación. En el foso hay una orquesta de diez profesores dirigida por Xavier Torras. Levantar el telón cada tarde requiere el trabajo de 140 personas, entre artistas y técnicos.
Aladino vuelve a enamorarse la princesa Jasmine, a pesar de su diferencia social. Juntos emprenden una huía mágica, siempre con la sombra del genio de la lámpara, dispuesto a hacer realidad los deseos de su liberador. Y no falta una alfombra voladora que contribuye a que la magia, en todos los sentidos, vuelva a brillar en la Gran Vía madrileña.