Abdul -nombre ficticio- nació en Bangladesh, en el seno de una familia que atravesaba grandes dificultades económicas. En su adolescencia, viajó a Libia en busca de trabajo para poder ayudar a su familia. No lo consiguió. Fue entonces cuando le surgió la oportunidad de embarcarse en un arriesgado camino a Europa para intentar conseguir una vida mejor. Tenía 16 años.
“Estuve un mes viviendo en la calle"
El desafío se presentaba imponente. Por delante quedaba un largo viaje en barco y autobús con otras 49 personas hacia un lugar del que apenas había oído hablar. Llegó a Madrid sin saber lo que le depararía el futuro y los primeros días no fueron sencillos para él. “Estuve un mes viviendo en la calle, porque no sabía dónde ir”, recuerda de aquella etapa en la que se encontró solo en un país desconocido para él. Tras unas semanas perdido, pudo arreglar su documentación. En ese momento, al ser menor de edad, quedó bajo la tutela del Estado y pasó a vivir en pisos para menores en su misma situación. No obstante, al cumplir los 18 años, la tutela estatal llegó a su fin de forma automática. Reaparecía, de un día para otro, el riesgo a regresar a aquella época de indefensión y soledad que expermientó a su llegada a la capital.
Como Abdul, 196 jóvenes de la Comunidad de Madrid se emanciparon de la tutela estatal al llegar a la mayoría de edad en 2017. De ellos, 163 se encontraban en centros de menores y 33 en acogimiento familiar. Esta quiebra del orden que hasta ese momento rige la vida de estos jóvenes los pone, a veces, en situaciones límite. Por ejemplo, muchos de los tutelados que se encuentran en algún tipo de formación se ven obligados a abandonar sus estudios para trabajar y tratar de subsistir por sus propios medios. En ese tránsito entre vivir bajo el paraguas del Estado y arrancar, sin haberlo elegido y a marchas forzadas, la etapa adulta trabaja la Fundación Amigó que, a través del proyecto Acompañamiento a la Emancipación, proporciona un domicilio y un apoyo a través de tutores para que estos jóvenes puedan emanciparse y construir una vida.
Abdul reside ahora en un piso compartido con otros cuatro jóvenes en una situación similar a la suya, en un barrio del sur madrileño. Además, se ha inscrito en un curso de jardinería y ha conseguido compatibilizar esa formación con un trabajo. “Cada mes intento enviar dinero a mi familia para ayudarles, porque allí no pueden trabajar”, cuenta a Madridiario. Para el bangladesí, la fundación ha supuesto una red salvavidas. “Ellos me cuidan y me ayudan mucho, así que estoy contento. Si necesito algo, siempre me ayudan”, asegura.

El proyecto Acompañamiento a la Emancipación se encuentra financiado por la Comunidad de Madrid y ofrece apoyo a jóvenes extutelados entre los 18 y los 21 años. A través de unas mesas de elección mensual, son seleccionados los perfiles que optarán a las 96 plazas disponibles en la región para estos casos. "La idea es que se trabaje esa emancipación desde los 16 años, hasta los 18, cuando llegan a estos pisos", cuenta a este digital César Gómez, uno de los tutores de la Fundación Amigó.
Querer trabajar o estudiar, condiciones innegociables
Una de las condiciones para poder acceder a una plaza en estos pisos es que los jóvenes se esfuercen por labrarse un futuro. "Una de las cosas obligatorias es que los chicos se encuentren en formación, en busca de trabajo o mantengan el puesto si ya están en activo”, explica Gómez. Sin embargo, reconoce que el proceso siempre implica una dificultad, ya que “no suele ser fácil para ninguno de ellos". La adaptación a la nueva etapa, la ruptura con una cultura o la lengua misma se convierten en obstáculos que obligan a trabajar diariamente.
Se trata de un programa financiado por la Comunidad de Madrid y abarca desde los 18 a los 21 años
En este sentido, los tutores realizan una labor esencial en la creación de una red social del extutelado, se comienza por la integración cultural y social a través de elementos tan básicos como el aprendizaje del español, una carencia de muchos de estos extutelados, que, como Abdul, llegaron a España desde otros países. “Trabajamos en asambleas, leemos con ellos, vemos la tele con ellos... Hablamos siempre en español y también les derivamos a cursos de aprendizaje de lengua española", detalla Gómez. Según cuenta Abdul, desde que se apoya en la fundación ha "conocido a muchos paisanos aquí", con los que puede hablar y sentirse más acompañado.
Otro de los requisitos esenciales para que estos jóvenes puedan optar a los distintos programas de empleo, supone que todos ellos cuenten con la documentación en regla. Además, deben firmar un documento en el que acatan unas normas de convivencia claras en el piso.
En lo que respecta al día a día, Gómez cuenta que “se les ayuda con dinero para comer, para transporte o para medicinas si lo necesitan” hasta que pueden sostenerse económicamente ellos mismos. Esta ayuda queda denominada por la fundación como “medios de vida”.
Aunque intentan que aprendan a vivir de manera autónoma, el tutor explica que cuentan con un teléfono 24 horas que pueden utilizar siempre que lo necesiten. Además, pueden solicitar a la fundación asambleas o tutorías individuales si es necesario.
“Muchos de los chicos que entran eran ‘Menas’"
El tutor asegura que "muchos de los chicos que entran en este programa eran 'Menas' (Menores extranjeros no acompañados) que llegaron a España en circunstancias muy diversas". Además, se dan algunos casos de jóvenes que llegan para tratarse de enfermedades que no se pueden curar en su país y otros que no vienen del extranjero, "pero que no han podido quedarse en casa por varios problemas y han terminado bajo tutela".
En cualquier caso, se plantea esencial que todos ellos estén dispuestos a construir una vida digna y autosuficiente, de la que ellos mismos se pueden ocupar una vez salen de estos pisos de emancipación. La mayoría de edad, ilusionante y simbólica para la mayoría de jóvenes, supone un paso verdaderamente significativo para estos extutelados, que se enfrentan a una situación tan desconocida como, en ocasiones, complicada o traumática. Iniciativas como la de la fundación Amigó ayudan a allanar ese camino.