Entrevista al exdefensor del menor de la Comunidad de Madrid, Javier Urra, que publica Déjale Crecer o tu hijo en vez un árbol fuerte será un bonsái.
El psicólogo y exdefensor del menor en la Comunidad de Madrid, Javier Urra, presenta este jueves su nuevo libro, Déjale Crecer o tu hijo en vez un árbol fuerte será un bonsái, una guía para padres que parte de la experiencia del autor, tanto profesional (más de tres décadas de trabajo en la Fiscalía, además de su labor como defensor del menor y su gestión de centros de menores) como personal (es padre y abuelo por partida doble). “No soy un teórico”, ha asegurado Urra en una entrevista con Madridiario, en la que ha aportado las claves para proteger a los hijos sin sobreprotegerlos y evitar convertirse en un ‘padre curling’.
Después de publicar El pequeño dictador -del que se vendieron más de 300.000 ejemplares- y El pequeño dictador crece, en Déjale Crecer sigue planteando la necesidad de poner normas y límites en la educación de los hijos.
¿Por qué necesitan los padres hoy por hoy un libro como este?
España es un país que, junto con Italia, tiene la menor natalidad del mundo: 1,12. Viene de una antigua dictadura y eso parece que nos incita a pensar que a los niños no hay que ponerles normas ni límites, sino dejarles hacer. Además, España tiene padres que generalmente son mayores, muchos son familias monoparentales y a menudo con un gran sentimiento de culpabilidad. No estoy diciendo que sean culpables, sino que tienen, especialmente las madres, un terrible sentimiento de culpabilidad porque salen a trabajar y poco tiempo con los hijos o tienen la percepción de que están poco tiempo con los hijos. Entones se piensa que para un rato que se pasa con ellos, no se va a estar discutiendo o sancionando, y se les deja hacer. El resultado son, por un lado, niños que se acostumbran al ‘primero yo y luego yo’ y que se hacen un poco dictadores, tiranos. Y, por otro, madres y padres que se pueden llamar ‘dron’, porque sobrevuelan a sus hijos constantemente, o ‘curling’, porque van allanando su camino.
¿Qué caracteriza a este tipo de padres?
Son padres que en seguida llevan a sus hijos al pediatra o llaman inmediatamente a un psicólogo, padres que se ven obligados a ser súper padres, que quieren arropar en todo momento a sus hijos e incluso, y lo digo con todo el respeto del mundo, comprar su cariño, dejándose chantajear.
Padres sobreprotectores…
Sí. Y yo creo que es un error. Si un niño se cae en la calle, lo que hay que hacer es mirarle y que se levante, sin darle tanta importancia. Un niño con ocho años tiene que ir a un campamento, para que sepa lo que es la soledad, la austeridad, para que se ponga en el lugar del otro, para que comparta, para que mire las estrellas. Un niño con nueve o diez años tiene que ir a un hospital, ver a otros niños muy enfermos y decirles la verdad, que algunos de esos niños van a morir. Un niño, desde muy corta edad, tiene que dar besos a la abuelita que a lo mejor tiene Alzhéimer… Estas son las vacunas contra el egoísmo, el narcisismo, el primero yo y luego yo.
¿Suavizar o matizar las partes más feas de la realidad es contraproducente?
A los niños hay que fortalecerlos, educarlos en la duda; enseñares que la vida a veces una maravilla, que otras veces es gozosa, asombrosa, aburrida y otras veces te abofetea. Que la vida no es justa.
En el año 2020, la segunda enfermedad más grave del mundo, solo por detrás de las cardiovasculares, será la depresión. Hay que pensar qué está pasando en la sociedad. Igual que relacionamos los problemas de alergias o asma con la contaminación, hay que ver si la sociedad es sana o insana con los niños. Claro que los niños se van a encontrar con la prostitución, con que se trata mal a un trabajador, con la cocaína… se van a encontrar con todo.
¿Por qué hay chicos que se meten en sectas, que se drogan, por qué el suicidio infanto-juvenil está aumentando? Estamos haciendo chicos que son como el cristal, duros pero frágiles. Y cuando falla algo, se rompen.

¿Dónde está el límite entre proteger y sobreproteger?
Ahora la gente tiene miedo a que los niños salgan y corran; eso es un problema. Sobreproteger no es que tú estés atento como madre o padre a que un niño sufra acoso escolar, eso es una obligación. Es más, hay que transmitir como padre si en el colegio te machacan o te ridiculizan o se ríen de ti, no debes dudar en decírmelo, porque ahí sí que iremos rápido al colegio a buscar una solución. Eso es proteger a un hijo. Sobreproteger es que estén dos niños jugando en el parque, uno le dé una patada al otro y vayas con el casco azul. Sobreproteger es ir en contra de los profesores por principio, porque si le dicen algo a mi niño se trauma. Es hacerles la tarea o no tener criterio para el horario.
Por ejemplo, si un niño que ya controlaba esfínteres y de pronto sufre una involución sin causa aparente, yo le llevaría a un psicólogo, porque algo hay, un temor o un miedo. Si un adolescente tiene unos comportamientos muy extraños, en relación con el resto de adolescentes, por ejemplo, no sale nunca, no tiene amigos, está deprimido o tiene comportamientos que sugieren un principio de anorexia… propondría un psicólogo. Ahora bien, si un niño de 8 años me dice que no quiere ir al cole, no le buscaría un psicólogo, leería los libros de Javier Urra y sería un padre o una madre: le diría que el problema no es si quiere o no quiere ir, es que tiene que ir. El niño tiene que entender lo que es el deber, lo que es la obligación y el compromiso, lo que es la palabra dada, la lealtad… Todo eso es la educación.
Estoy muy cansado de que la gente diga que los niños no vienen con manual de instrucciones. Eso es mentira. Yo he escrito muchos libros sobre esto... Luego cada uno tiene que hacer las cosas a su manera, pero es una base.
Ni súper mamá, ni súper papá, ni súper hijos
Para Urra, la gente hoy ha perdido la capacidad de dejarse llevar por el “criterio de la naturaleza”. “Somos animales y la lógica es que sepamos ser padres”, asegura, “pero la mayoría de los padres de hoy en día no sabe cómo actuar”.
Para el psicólogo, un error común es no querer disgustar a los hijos. “Eso es imposible; para hacer una tortilla tienes que romper los huevos”, afirma y aboga por “hacer las cosas por el bien de nuestros hijos sin querer ser súper mamá y súper papá.
Además, la generación actual tiende a pensar, según Urra, que el sistema educativo que ellos han recibido no sirve para sus hijos. “Es un error, porque al final a todos, independientemente de la edad, nos preocupa lo mismo, reímos casi por lo mismo y lloramos casi por lo mismo. Las cosas cambian, pero no cambian tanto”.
Por último, el exdefensor del menor ve cierto “postureo” en la paternidad actual: “Llevarle aquí y a allá, apuntarle a chino y a danza… un poco excesivo”, valora. “Hay que priorizar lo esencial para ser feliz. ¿Qué en la sociedad hay competencia? Sí, pero ser buena persona te abre más puertas que muchas otras cosas”, zanja.