Un torreón de esquina asoma en la confluencia de la calle Atocha con Ceniceros. Con la antigua estación del Mediodía como ilustre vecina y con el objetivo de erigirse como un luminoso faro urbano, el cine San Carlos abría su taquilla el 14 de agosto de 1928.
Diseñado por Eduardo Lozano Lardet, el edificio estrena el estilo streamline en Madrid. En la fachada del inmueble quedó patente la mezcla de art decó y racionalismo propias de esta línea arquitectónica que se caracteriza por sus formas aerodinámicas y sus sensación de movimiento. En el interior no se escatimó en comodidades, como el primer sistema de refrigeración nacional y tercero de Europa -instalado en 1932-, que permitió mantener una temperatura constante de 18 grados y pronto se tradujo en un reclamo.

La obra fue concebida como un único inmueble que albergara funciones de cine y bloque de viviendas independiente. Así, en el frontal de la calle Ceniceros se ubicaron los pisos y en el de la calle Atocha la entrada al local de ocio. Y es que al San Carlos no se acudía a ver películas exclusivamente. La velada podía comenzar en su terraza veraniega de la última planta y continuar en las fiestas del sótano.
El 21 de septiembre tuvo lugar la proyección del primer film en la sala cubierta, la cinta muda Ben Hur. El 19 de abril del año siguiente llegó el sonoro con Fox Movietone Folies. Mantuvo un funcionamiento irregular durante el final de la Guerra Civil e incluso se cree que acogió una checa de las milicias de la Federación Anarquista Ibérica.
El cine retomó su actividad original en el periodo de posguerra y permaneció operativo hasta la década de los 80. Tras más de medio siglo de andadura, se transformó en la discoteca Titanic y más tarde en Kapital, su nombre actual. A pesar de las remodelaciones, el local mantiene su esencia.