El actor y director Josep María Flotats recupera un texto que estrenó hace veinte años en el teatro Bellas Artes para representarlo ahora en el Español: París, 1940, de Louis Jouvet.
Hace dos años Flotats ofreció una lección magistral sobre la puesta en escena de los clásicos con el montaje de El enfermo imaginario, en La Comedia. Fue un espectáculo perfecto que, desgraciadamente, apenas tuvo recorrido. Ahora vuelve a demostrar que es un maestro con una interpretación colosal del genio del teatro francés, Jouvet. Toda una lección de cómo abordar la encarnación de un personaje.
La primera grata impresión de la noche es escuchar a los actores -y oírlos perfectamente- sin micrófono, algo cada día más raro, incluso en nuestro primer teatro. El trabajo de los actores nos llega directo, sin amplificación y podemos apreciar sus matices.
París, 1940, es un texto complicado por lo repetitivo y requiere la concentración del espectador. Durante las primeras semanas de la invasión alemana de Francia, Jouvet imparte lecciones en el conservatorio a unos pocos alumnos. Toda la obra gira en torno a dos páginas de un texto: el monólogo de Doña Elvira en el Don Juan, de Molière. Ello permite un intenso mano a mano entre profesor y la alumna que lo interpreta. Ella intenta una y otra vez alcanzar los niveles, sobre todo de sentimiento, que le exige el maestro. Los apoyan otros dos jóvenes intérpretes, siempre presentes y con apenas texto. Solamente en la escena final todo parece encajar. Es un epílogo emocionante que pone un nudo en la garganta del espectador porque el teatro, el arte, se revela como un arma de resistencia frente a los avances del nazismo.
En sus Testimonios sobre el teatro, Jouvet escribió: “Si se trata de pensar, de hablar o escribir, el actor queda librado a sí mismo en medio de su nada. Su naturaleza y su vocación consisten en ser vacío y hueco, en hallarse disponible, accesible, vacante, habitable”.
Flotats se llena a sí mismo y es Louis Jouvet, al mismo tiempo que va destilando sus teorías, aunque sea atormentando a los pobres alumnos. El actor se aleja del histrionismo salvo cuando parodia a los monstruos sagrados de la escena gala. Es un ser apasionado, enamorado de su oficio, tanto como personaje, como intérprete y director de escena. Claro que juega con ventaja: conoce muy bien el Don Juan porque fue uno de sus grandes éxitos con la Comédie.
Este arriesgado ejercicio teatral necesita un actriz que pueda medirse con el maestro. Y Flotats la ha encontrado en Natalia Huarte, curtida en el teatro clásico español y ya con una década de carrera a la espalda. Su interpretación es extraordinaria repitiendo una y otra vez, de todas las maneras posibles, la desgarrada súplica de doña Elvira a Don Juan para que se salve de la condenación.
Completan el reparto Francisco Dávila, Juan Carlos Mesonero y Arturo Martínez Vázquez.
En el último cuarto de siglo Josep María Flotats nos ha regalado un puñado de interpretaciones memorables: Arte, La cena, Beaumarchais, El encuentro de Descartes o Serlo o no. No sé cuántas más nos deparará pero, de momento, aprovechen para ver esta última.
París, 1940, se representa en el teatro Español hasta el 8 de enero. Por cierto, a los espectadores mayores, sobre todo, nos encantaría volver a contar con los programas de mano en papel, suprimidos absurdamente durante la pandemia.