Anoche una de mis pacientes más mayores y que está en aislamiento por covid-19, me decía que no se encontraba bien.
<< ¿Qué le duele? ¿Se encuentra mareada? >>. Y valoré como enfermera todas sus constantes.
¡Pare señorita!, solo me pasa que estoy triste. Con lo que yo he pasado…
Aunque algunos como yo hemos mantenido silencio y no nos hemos atrevido a publicar nada desde marzo de 2020, me es inevitable volver a trasladarme a uno de los espacios que habilitamos en el hospital con el fin de descargar las urgencias y aumentar las camas de hospitalización. Entre lo que vimos y vivimos, recuerdo las palabras de uno de mis veinte pacientes que llevaba aquella noche, y que he pensado en escribir tantas veces: <<he vivido dos guerras, señorita y esta es la tercera. Sin armas, pero otra guerra>>
Guerra o no, no supe que contestar, ni sabría hacerlo ahora.
Pero hoy acabo uno de los episodios de una guerra interminable <<Inés y la alegría>>, de nuestra gran Almudena Grandes.
Me descubre además de lo que está documentado en los libros de historia, la falta de libertad, el hambre, la tristeza, la injusticia, la soledad y el silencio que Inés, y todos los mayores que nos acompañan hoy en día vivieron de niños. La comparo con la realidad que vuelven a vivir ya con arrugas y guardan demasiadas similitudes con lo que vivieron en aquellos años.
Ese silencio que los lleva acompañando desde la niñez y han decidido guardar durante décadas algunos lo rompen cuando no tienen sueño y tampoco prisa por acabarse el vaso de leche que les acabas de dar de antes de dormir, otros lo hacen con sus nietos, aunque nunca lo hayan hecho con sus hijos y algunos se lo llevarán con ellos.
Algunos de esta generación que nació en guerra, que vivió la postguerra, y que han hecho lo posible y lo imposible por sacar adelante a sus hijos han fallecido en gran parte por miles de balas invisibles en forma de virus que nosotros no supimos ni sabemos aún parar. Han perdido a sus hijos. Otros, reviven la soledad de no poder estar con sus familias, y a muchos, los acompaña la tristeza en sus últimos años. No es justo.
Hoy tras cerrar la última la puerta he pensado en esa nostalgia que tendré cuando no escuche los: <<Gracias, señorita>> y desaparezca la generación que ha enseñado: <<a ser>>, que ha trasladado a nuestros padres y a nosotros el valor de la familia, del trabajo, la generosidad, la disciplina, la salud, a ser buena persona y serlo con todo el mundo, a estudiar todo lo que no pudieron ellos y a ser agradecido siempre. Echaremos de menos a la generación a la que hoy arropamos y damos las buenas noches que no les dieron cuando eran niños.