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10 años sin Marcelino, referente de la clase obrera

jueves 29 de octubre de 2020, 08:11h

Hoy se cumplen diez años ya de la muerte de Marcelino Camacho. Un hombre bueno, que como destacan sus hijos, Marcel y Xenia, en un artículo firmado también por Agustín Moreno y Salce Elvira, fue respetado “desde todas las posiciones políticas por su honestidad y coherencia”. Añadiría yo, desde la humildad, que ese respeto también se lo ganó por su capacidad de diálogo que llevó a las Comisiones Obreras a ese binomio negociación / presión. Diálogo que también ejerció durante la Transición, convirtiéndose en un hombre clave de ese periodo de nuestra historia.

No es mi intención loar la figura de Marcelino como si se tratara de un mito o un héroe porque fue algo más real y por tanto relevante que eso. Fue un referente de las Comisiones Obreras y su figura es patrimonio no sólo del sindicato, sino de toda la clase trabajadora y de todos los demócratas españoles.

Marcelino, junto a los pioneros y pioneras de las Comisiones Obreras, tuvo la fuerza y capacidad de hacer del dialogo y la unidad el alma de CCOO. No era Marcelino hombre de puñetazos en la mesa. Era hombre de hablar, hablar y hablar. Y como rememora Nicolás Sartorius, otro referente de nuestras Comisiones Obreras, el rasgo del carácter que destacaría de Marcelino sería el de “la aceptación natural de la crítica y la discrepancia.

A diferencia de tantas organizaciones en las que llevar la contraria al jefe supone la marginación, en las CCOO de Marcelino, por el contrario, salían en la foto los que tenían personalidad y criterio propio, los que decían lo que pensaban”. Siempre recuerda Sartorius que cuando alguien, llevado de un impulso autoritario terminaba diciendo “esto se hace así y punto”, Camacho le interrumpía con un “compañero, de punto nada; en todo caso punto y coma”. Es ese respeto a la pluralidad y la libertad interna en las organizaciones lo que hay que poner en valor, lo que promueve la participación y las hace fuertes. Esto es lo que ha sucedido en CCOO, lo que la ha convertido en la primera fuerza sindical y la mayor organización del país.

Aunque nunca sabremos qué diría Marcelino sobre la situación actual, sin duda estaría espantado al ver que la ultraderecha ha vuelto y es capaz de empujar para que el Ayuntamiento de Madrid retire de su callejero a personalidades como Francisco Largo Caballero o Indalecio Prieto. Y es que Madrid es indisociable a Marcelino. La capital y la región fueron motor indispensable para arrancar las Comisiones Obreras. En medio del barrizal y el gris franquismo, en los finales de los años cincuenta, en Madrid empezaba a brotar la fuerza y la juventud de trabajadores que no habían vivido en sus carnes la guerra civil.

Me gusta recordar cómo narra esos días Marcelino en sus “Charlas en la prisión(de obligada lectura): “… la joven clase obrera nacida en Madrid y la procedente en gran parte del campo, de las provincias limítrofes y de Andalucía, se fogueaba a través de muchas y simples luchas de clase, avanzaba hacia su propia experiencia en el sentido de que era posible luchar y vencer, aún bajo el fascismo. Era natural que los trabajadores de Madrid, nuevo centro industrial, desarrollaran la nuevas formas del movimiento obrero, se pegaran al terreno (…) Así se fue fogueando un ejército entero, que había empezado por pequeños golpes de mano y terminó con grandes demostraciones de fuerza, con grandes batallas”.

Hace tres años, bajo la alcaldía de Manuela Carmena y tras la insistencia de las Comisiones Obreras de Madrid, la capital disfruta del “Paseo Marcelino Camacho”, un soplo de libertad donde se ubicaba la placa que recordaba al general franquista responsable de la División Azul. Es decir, la ayuda militar de Franco a Hitler, al nazismo.

El Paseo Marcelino Camacho transcurre por su viejo barrio de Carabanchel, cerca de su casa y de lo que fue la cárcel, donde tanto penaron los dirigentes de las incipientes Comisiones Obreras. Aquel día de la inauguración de la nueva placa, su hija nos recordaba las detenciones que sufrió su padre y la olla caliente de comida que llevaba su madre a los presos, “con la mejor carne, con la mejor verdura”, aportada por la solidaridad de sus vecinos. “Aún recuerdo el billete de 100 pesetas anónimo que dejaron en nuestro buzón”, rememoraba. Una solidaridad que sigue vive en la actualidad en estos difíciles momentos en los barrios más pobres de Madrid, donde renace el hambre.

Fueron 92 años de vida, y prácticamente todos ellos viviendo lo que son las injusticias para luchar contra ellas y para pelear generosamente por los demás. Especialistas en Historia vendrán a interpretar su legado en la guerra, el exilio, la cárcel, la amnistía, la Transición, la Democracia; sus libros, sus textos, sus artículos, sus discursos e intervenciones también como orgulloso diputado comunista durante casi dos legislaturas.

Ahora bien, tal como declaró la Comisión Ejecutiva de CCOO en el día de su muerte, “Marcelino Camacho estará siempre presente en el proyecto sindical de CCOO, en la reivindicación y en la propuesta, en la negociación y en la movilización. Nos ha dejado Marcelino Camacho, un hombre irrepetible”.

Jaime Cedrún

Secretario general de CCOO Madrid

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