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En la comisaría de Leganitos la tarde había estado bastante tranquila.
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En la comisaría de Leganitos la tarde había estado bastante tranquila.

Capítulo 22: 'Las cosas se complican'

En la comisaría de Leganitos la tarde había estado bastante tranquila. Los habituales robos de móviles, denuncias de ruidos, una pareja de japoneses a los que habían hurtado sus carteras, varios descuideros detenidos por vigesimoquinta vez, un par de incautaciones de pequeñas plantaciones de maría en pisos de la zona, los típicos avisos de gente que estaba sola y avisaba de que había entrado un extraño en su casa, un aviso de visualización de un ovni… más o menos lo de siempre.

Cuando entró Romuáldez con una medio sonrisa llevando del brazo a un individuo con el ojo morado y a otro con un labio hinchado todavía con una gota de sangre en la comisura, sujetándose las gafas y la solapa de la chaqueta rota, el sargento Enríquez levantó una ceja intrigado. Los detenidos no pertenecían a la fauna local

- ¿Qué ha pasado hombre?

- Una riña en El Comercial. Estos dos, que se han liado a leches. NO ha habido forma de apaciguarlos y nos los hemos tenido que traer. Además, ambos quieren formular denuncia

- ¡Mamarracho!, ¡Cagón! ¡Tonto del culo! –escupía el de las gafas rotas

- ¡Facha! ¡Enano! ¡Ignorante! –respondía no menos belicosamente Montull

- Bueno, bueno, tranquilidad señores, que en esta comisaría tenemos una clientela que hay que respetar, clientes habituales que no están acostumbrados a estos gritos –intentó poner paz Enríquez- ¿Y tu compañera Maiquez?

- Con los colegas de este, en la lechera… -y ante el asombro del jefe-

No nos cabían en el coche-patrulla y, como la tarde estaba tranquila, le hemos pedido al cabo Pórrez, de los antidisturbios, si nos los podía acercar. Mire, ya están aquí

Cucurull y Montse Rebull venían departiendo con el cabo Pórrez

  • Vaya, con que tres cero ¡pues al final, casi mejor no haber ido, oiga!

Tres entradas a la basura por este gilipolles…

- Pues sí, cosas de la vida. Bueno, pues un placer, hasta otro día, o mejor, a ver si no hay otro día ¿no le parece? –se despedía Pórrez

- Desde luego, desde luego. ¡Adeu!, muy amable. Y deje el tabaco, es malísimo…

- Sargento, estos dos estaban con uno de los detenidos. El del ojo de Podemos –bromeó la agente Maíquez

- Bueno, que esperen fuera, que vanos a tomar declaración a estos primero… A ver, usté, el del ojo morado

Montull se adelantó a la mesa donde el sargento le daba al ordenador

- El DNI…

- No voy a poner la denuncia. No merece la pena perder tiempo con este desgraciado

- Muy bien, un papel menos. ¿Y usted? –se dirigió al otro detenido

- Por supuesto que voy a denunciar a este indeseable. ¡No faltaba más!

No podemos dejar que nos atropellen estos catalanes…

El sargento, que ya se veía liberado del engorro, torció el gesto:

- Bueno. DNI. A ver –iba diciendo en voz alta lo que tecleaba- D. Jose Antonio Giráldez de la Dehesa y Camba, natural de Algete, varón, con DNI de tal y tal y residencia en tal y tal, comparece y formula denuncia contra D. Josep Montull i Requera… ¿Oiga, es con i latina? Valeee. Con DNI tal y tal y residencia en tal y tal por los siguientes hechos. A ver, diga usted. Sí… Que el detenido S. Giráldez – sí, oiga, acortamos, que si no…- estando en el urinario del local café El Comercial, en la Glorieta de Bilbao y en el acto de… miccionar –si es como mear, pero más fino- notó cómo le empujaban hacia el urinario, poniéndose perdido y, al volverse vio a el Sr. Motull, no, Montull, lavándose las manos y disimulando. Que le dijo: ¡oye, capullo, que me has empujado, gilipollas! A lo que el otro no hizo ni caso y siguió a lo suyo. Que cuando, retirado del urinario y procedió a lavarse las manos, procediendo entonces el Sr, Montull a miccionar por su cuenta, quiero decir, por su parte, le dio el mismo empujón que le había dado a él, ante lo cual, el Sr. Montull, que no había acabado de miccionar, acabó tan íntima tarea en los pantalones del Sr. Giráldez, ante lo cual este le propinó una bofetada, ante lo cual este le dio una patada en sus partes, ante lo cual este le propinó un puñetazo en el ojo, ante lo cual esté le agarró de la chaqueta rompiéndosela y asimismo las gafas, ante lo cual, sin poder ver ni torta aprovechó el Sr, Montull para abandonar el urinario, ante lo cual, cuando recuperó sus gafas aunque rotas, salió detrás como una centella y le empujó tirándole por la escalera. Que cuando ambos llegaron hechos un ovillo abajo de la escalera, y ante los gritos que ambos proferían, varios de los clientes, al grito de ¡pelea!, habían despejado el espacio, pero que el dueño del local, que no quería líos, había llamado a la policía, que estaba por la zona y se había personado procediendo a la detención de ambos el lugar referido. A ver –leyó de nuevo el texto de corrido-

¿Es correcto?

- Sí, -concedió Giráldez- pero añada que este memo me empujó en el urinario diciendo ¡Que se jodan los de POX! Seguro que me oyó en la barra y…

- ¡Eso no es cierto! –protestó Montull- Lo que dije, mientras me lavaba las manos, es: ¡Hay que joderse con estos de POX!”

- Oiga, por cierto, ya que le tengo a huevo- preguntó el sargento- ¿Es usted de POX?

- Sí, y con mucho orgullo y muy orgullo –se embarulló Giráldez de…

- Ah, qué bien ¿Y usted me podría explicar su lema? Aquí en la comisaría no nos ponemos de acuerdo…

- Bueno, en realidad es una broma y un homenaje: como tanto nuestro fundador como el caudillo son de Ferrol, y nuestra vocación es alcanzar el poder cuanto antes, pues un día de copas surgió lo de ponernos “El Poder o joderos”, que en gallego es Xoderos, y así quedó en POX

- Vaya. Muy ingenioso.

- Y pegadizo, terció la agente Maiquez

- Desde luego. Bien. Y… ¿usted qué dice, Giráldez?

- De eso nada, dijo lo que he manifestado y me empujó

- Vale: que se ratifica en lo dicho, en Madrid a tantos de tantos… Ya está. Pues, imprimo dos copias, las firman y ya hemos acabado. Si el juez abre diligencias, ya les llamarán. Buenas noches… -y guiñando un ojo a Montull- lo siento por el tres cero

- ¡Hay que joderse! -Se iba retirando Montull- o Xoderse ¿no?

- Capullo… Como vayas por Algete…

- Lárguense los dos, que ya hemos tenido bastante –sentenció

Enríquez mientras Maiquez les iba encaminando hacia la calle…

Los otros dos agentes secretos se levantaron al verle salir

- ¿Qué?

- Nada, este gilipolles sí ha puesto la denuncia. Bueno, no será nada.

Segur que la archivan. Vámonos al Aúpa, a cenar, que ya esta tarde y lo hemos fotut. Ni partido ni hostia.

Autor : Luis Cueto.
ilustraciones: Danish Xavier J. Morales B.

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