En estos tiempos donde el coronavirus acapara periódicos, radios, televisiones y demás medios de comunicación, que monopoliza tertulias, charlas de autobús, mercados, opiniones de escalera y portal y tiempo de bocadillo, ocurren otras cosas que pasan casi desapercibidas, pero que nos sacan del tedio del maldito bichito, e invitan a despejar algunas incógnitas inquietantes, como ¿quiénes fueron los boicoteadores del hospital Zendal? Puede haber sorpresas.
En plena preocupación colectiva por la evolución de la pandemia, se hace necesaria, indispensable, una declaración institucional de la Asamblea de Madrid contra el cáncer y contra la mutilación genital femenina. ¿Hacía falta una declaración institucional urgente sobre cuestiones tan obvias?
La fiscalía rechaza reabrir la causa de la muerte de “La Veneno”. Vale.
Se archiva la denuncia contra Naturgi por los cortes de luz en la Cañada Real, un asunto que perturba conciencias, que hiere sensibilidades, pero que no entra en los huertos de la droga que se cultiva entre miseria y podredumbre, con enganches de luz clandestinos.
Al urbanista Arturo Soria, el Ayuntamiento le reconoce ahora como Hijo Predilecto de Madrid. ¡Estupendo! Pero han tenido que pasar cien años desde su muerte para que le llegue reconocimiento tan merecido. Y es que de antaño le viene a esta ciudad mía, su afán cicatero a la hora de reconocer los méritos de sus hijos, mientras que anda presta a reconocer los de los foráneos, ya sea a la hora de ponerle sus nombres a las calles, erigirles monumentos, rendirles homenajes y concederles títulos,
Los “Marqueses de Galapagar Helps” (podemita ella y podemita él) fueron antes de entrar en la casta los “Plebeyos de Vallekas”. Pablo e Irene, de forma especial ella, andan estos días provocando ríos de tinta que desembocan en el mar putrefacto, donde van a parar los residuos y detritus de la política más abyecta. Cuentan los papales, las ondas y las emisiones en su conjunto, que Irene Montero tiene colocada como jefa de gabinete en el Ministerio de Igualdad que ella dirige, a una persona de su confianza, tan de su confianza, que ejerce como “niñera” personal de sus criaturas, y cobra de las arcas públicas más de 50.000 euros anuales, Se sabe lo que hace, lo que cobra y de quién lo cobra. Es lo que se llama TRANSPARENCIA (con mayúsculas).
Ya se ve que, afortunadamente, no sólo de coronavirus vive la actualidad en estos tiempos de turbulencias.