Colindando con la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales encontramos el
Museo de Ciencias Naturales. Acostumbrados al bullicio de cualquier día normal de la semana, hoy lunes, se respira un ambiente tranquilo. Y es que
el museo cierra sus puertas al público este día. Sin embargo, en su interior, los investigadores siguen al pie del cañón con los
proyectos científicos que se convierten en la base de cada una de las colecciones y exposiciones que pueden disfrutarse aquí.
Se trata de una jornada habitual de trabajo en la que solo descansan de las miradas del público los dinosaurios, elefantes, aves y minerales. Un día que se reserva también para acometer las
labores de mantenimiento. "Desde cambiar bombillas, arreglar el cuadro eléctrico o mejoras en las salas y exposiciones", explica
José María Torregrosa, jefe de mantenimiento del museo. Son algunas de las tareas que realiza este equipo formado por siete personas especializadas en diferentes áreas. Pequeñas
averías, colocar alguna estantería, montar, desmontar e iluminar nuevas colecciones y arreglar teléfonos figuran entre las necesidades más frecuentes. "El problema que tenemos ahora es el aire acondicionado", asegura. "Todas las máquinas están funcionando a pleno rendimiento y aunque deberían estar a 25 grados, cada uno la pone a la temperatura que quieren y los compresores están al límie lo que hace saltar los diferenciales".
El Museo de Ciencias Naturales,
el más grande del CSIC en España, organismo al que pertenece,"es diferente al resto porque las grandes colecciones son las científicas", explica
Josefina Barreiro, conservadora de la colección de aves. La parte investigadora "es fundamental" y en base a ella se organizan las exposiciones asesoradas por una base científica. Sus colecciones
tienen su origen en el Real Gabinete de Historia Natural, fundado en 1771 por Carlos III. Con más de
seis millones de ejemplares conservados en varias colecciones, el Museo es uno de los principales centros de referencia de fauna española y de otros lugares gracias a las expediciones científicas que se realizaron en los siglos XVIII y XIX. Además de estos fondos históricos, las colecciones del Museo albergan material de recolección más reciente, conseguido como consecuencia de las sucesivas investigaciones desarrolladas en la institución. Y aparte de las labores de conservación de las colecciones, también se investiga en
técnicas de conservación y estudios taxonómicos de las diferentes especies.
La actividad científica e investigadora no descansa los lunes. Lo sabe bien
Marta Barluenga, vicedirectora de investigación del museo. "Nuestra labor es investigar esté el museo abierto o cerrado", explica. Los principales objetivos son describir las distintas manifestaciones de la diversidad biológica y geológica del planeta y su conservación. Y en ello trabajan los 85 investigadores que trabajan en los seis departamentos:
geología, paleobiogía, biogeoquímica, geografía y cambio glibal, geología evolutiva y biodiversidad. Así, las investigaciones estudian los fósiles, minerales, la evolución humana y la ecología microbiana que analiza los suelos y organismos. "En biogeoquímica, tienen muestras de la Antártida e incluso de otros planetas", explica la experta. La parte más clásica del museo es la que estudia la biodiversidad con los comportamientos de las especies y el cambio climático. Entre los últimos proyectos científicos, explica Barluenga, los investigadores están inmersos en el estudio del yacimiento de Atapuerca y en el análisis de las enfermedades emergentes como las que afectan a los anfibios que viven en el parque nacional de Guadarrama, "hay un hongo que ha diezmado a la población en los últimos años".
Los lunes, no solo la actividad investigadora continúa su curso. La jornada se aprovecha para "trasladar, mover o limpiar vitrinas y ejemplares que forman parte de las colecciones". Josefina Barreiro nos acompaña a uno de los almacenes de aves y mamíferos, abierto al público, donde Luis Castelo, taxidermista, tiene que mover algunas piezas de posición y comprobar que todo sigue en orden. En este espacio, las
condiciones de temperatura -
22º y un 40 por ciento de humedad- y
luz son especiales para que no dañen la colección. "No pueden recibir la luz natural ni rayos solares porque si se aumenta la temperatura en la piel termina rompiendo la pieza", explica. Unas condiciones que hay que cumplir al dedillo teniendo en cuenta la dimensión de esta colección científica que alcanza a los 60.000 ejemplares de los cuales solo se exhiben, "por falta de espacio", unos 3.000.
Una biblioteca de la naturalezaEn esta sala, al igual que en el resto de estancias del museo, todos los ejemplares están catalogados. Josefina encuentra mucha similitud el funcionamiento del museo con una biblioteca. "Funciona igual con consultas y préstamos", asegura. Precisamente los lunes es el día en el que salen los ejemplares o piezas de las colecciones que solicitan otros investigadores nacionales o extranjeros. "Piden bastantes porque aquí hay ejemplares que casi ya no existen", apunta. Aunque cuando tiene que salir fuera del terriotorio nacional, el proceso se complica y el 'correo' tiene que ir acompañado de una junta especial y una orden ministerial. Y el transporte, teniendo en cuenta que se trata de obras históricas y valiosas, es especializado "como el que se utiliza para las obras de arte".
Las colecciones que alberga el museo se conservan de tres maneras:
en piel, en alcohol y en esqueleto. Y los materiales -cajas, frascos de plástico y cajones- guardan unas condiciones muy específicas para conservar las especies. En el caso de aves y mamíferos, que nos enseña Josefina, atienden a estos tipos de conservación. "Cuando el ejemplar es prestado y tiene que salir del bote, se envuelve en unas gasas bien empapadas en alcohol y se mete en una bolsa hermética, como si fuese al vacío", relata. Los esqueletos, guardados en cajas de cartón, "nada de madera, a no ser que sea noble para no atraer a las plagas" . Y para impedir que los insectos se hagan con los ejemplares, las salas tienen una temperatura de 16 grados. En el caso de las aves, se guarda el cuerpo entero sin esqueleto -descansa en otra sala para su investigación científica- y solo con el cráneo y algunos huesos de las alas y patas -que ayudarán a conocer el tiempo de especie-.
Es tal el número de ejemplares del que disponen que el museo tiene
otro almacén en Arganda del Rey que guarda gran parte del material. "No puede verse", es la gran pena que siente Josefina que le gustaría poder mostrar todo al público. A la espera de conseguir más recursos económicos y espacio para lograr exponer todas las piezas, el Museo de Ciencias Naturales seguirá investigando para conocer mejor el entorno natural. Y mientras tanto, sus exposiciones y colecciones continuarán fomentando la educación medioambiental con actividades y talleres en los que los niños tienen una protagonismo especial por ser las futuras generaciones las que consigan cuidar de la biodiversidad de la fauna y flora.