Las investigaciones se iniciaron a raíz de la denuncia presentada por una de las víctimas. Tras varias pesquisas los agentes lograron la identificación del delincuente, el cual había actuado con el mismo 'modus operandi' en otras tres farmacias del mismo distrito. Finalmente fue localizado y detenido al día siguiente de su último robo.
Presuntamente, el delincuente entraba en las farmacias con el rostro cubierto y amenazaba a las empleadas con un arma blanca. Rápidamente saltaba tras el mostrador y con actitud fría las conducía a la trastienda o sótanos para evitar ser visto, las obligaba a tirarse al suelo y les advertía en todo momento que no le mirasen a la cara. En la mayoría de los casos no se conformaba solamente con el dinero de las cajas registradoras y no dudaba en sustraer a empleadas o clientas los objetos de valor que portasen. En algunas ocasiones también hacía uso de la fuerza golpeando a alguna de sus víctimas para conseguir sus objetivos.
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