Parece demostrado que uno de los objetivos de la alcaldía madrileña para esta legislatura era reducir costes en los servicios públicos, como medida de amortiguar la enorme deuda contraída por el actual ministro de Justicia en su etapa anterior como alcalde. Y entre otras muchas maneras se esta haciendo a través de nuevos contratos integrales, como el de limpieza viaria o recogida de basuras cuya puesta en marcha nos ha supuesto una huelga de 13 días en el servicio, que fue ganada a través de concurso a empresas externas adjudicatarias. Hay todavía otras seis pendientes a punto de ponerse en marcha o que se acaban de adjudicar, con bajadas del 10% respecto a los contratos anteriores.
Más o menos y sin matices interesados por ninguna de las partes, este sería el marco en el que se desarrolla el momento actual respecto a contratos de basuras en Madrid.
Por una vez y sin que sirva de precedente, voy a ponerme del lado de la señora Botella, destino final de todos los ensañamientos más envenenados. La razón es tan simple como el clásico de "ofrezco lo que tengo y puedo ofrecer a quien me quiera comprar; y si no interesa nadie obliga a firmar".
La recogida de basuras madrileñas depende de empresas muy potentes, fuertes económicamente hablando, que contratan a sus empleados para tal fin. Si esas empresas no pueden o no quieren costear el servicio que no accedan al concurso.
La responsabilidad española es una materia en suspenso permanente. Nadie la asume; pero lo peor es que esta va de casa en casa sin destino definitivo. Aquí se dispara para todos lados pero se muerde donde más se puede sacar.
No estoy de acuerdo con Félix Carrión, portavoz de CCOO cuando dice: "La alcaldesa se ha dado cuenta de que no se pueden sacar los concursos a mitad de precio" Y es que la oposición cuestiona los contratos integrales, y aprovechan este momento para recalcar lo que dicen no se puede hacer.
Pues habrá que poder o que les den la oportunidad a la eterna oposición madrileña de decidir ellos, que son tan listos, cómo se invierte el dinero que se tiene, o mejor, que no tenemos.
Criticar es un feo deporte que nunca va acompañado de aportar soluciones. Y reconozco que no debe ser materia fácil reaccionar ante tanta presión social, política y sindical mientras la capital de España se cubre de basura, ayudada por los amables ciudadanos que la esparcían mientras destruían papeleras y quemaban contenedores.
Desconozco las mágicas razones por las que 200 trabajadores contratados por Tragsa dieron en una sola noche la vuelta al aspecto de Madrid, tras 13 días de abandono de recogidas. Tal vez debamos meditar en esto, en la cantidad, en los datos, en los contratos y como siempre en las matemáticas, porque los números, una vez más no mienten.
Y puestos a opinar en libertad, echemos la culpa de nuestra desgracia a quien la tenga. Pero sin olvidarnos que los ejecutivos no siempre tienen la culpa de todos nuestros males, a pesar de que a veces lo parezca.